Monseñor José Melitón Chávez (62 años) asumió anoche como obispo coajutor de la Diócesis de la Santísima Concepción. Lo hizo en la misma fecha en que cumplió 34 años como sacerdote. El prelado, oriundo de Romera Pozo (Leales), acompañará al frente de la jurisdicción diocesana a monseñor José María Rossi que, en abril del año que viene, cumplirá los 75 años y por Derecho Canónico debe presentar su renuncia.

Chávez confesó que para él es una “bendición” llegar a la diócesis del sur tucumano. Sucede que viene desempeñándose desde 2015 como obispo de Añatuya (Santiago del Estero), una diócesis de 68.000 kilómetros cuadrados y con una geografía “muy difícil”. La de la Inmaculada Concepción ronda los 3.900 kilómetros cuadrados. Altas temperaturas, caminos extensos y tortuosos hicieron estragos en la salud de Melitón. Una severa neumonía por poco acaba con su vida.

Chávez admite que también lo golpeó convivir en medio de la pobreza extrema y la impotencia de ver que la situación de la gente no cambiaba. “Gente que a pesar de todo es amable, generosa, cordial y siempre dispuesta a servir a la Iglesia”. El obispo dice que fueron los médicos quienes le dijeron que no tenía que volver a Añatuya. Su salud quedó resentida.

- ¿Cuál es su lema pastoral?

- Es acercarse y caminar juntos. Es la actitud que asumió Jesús después de resucitar. Se acercó a sus discípulos que en la tarde de Pascua no creyeron que él había resucitado. Lo hizo cuando desencantados se retiraban del sepulcro. Aparece entre ellos como un caminante más y les pregunta qué les sucedía. Es lo que hay que hacer en la vida: acercarse al otro y caminar juntos.

- ¿Cuál es el compromiso primario que asume a partir de hoy?

- Es el de servir al encuentro, al diálogo. Ayudar a monseñor Rossi a robustecer la tarea de apertura hacia la dirigencia. Ofrecer mi servicio para que se pueda dar el encuentro con la gente, animarla al diálogo. Estar al lado de aquella gente que está hundida.

- Su llegada se produce en un tiempo de transición política. ¿Cuáles son sus expectativas con respecto al cambio que se viene?

- Cuando llegué a Añatuya en 2015 también faltaban pocos días para que asumiera el gobierno que ahora se va. No quiero hacer ninguna lectura de esta casualidad (ríe). Pero más allá de esto, lo que se le pide a la Iglesia es constituirse en puente, en un lugar de encuentro y de diálogo entre todos aquellos que no se animan a conversar por celos políticos u otros intereses. Es incomprensible que los que supuestamente tienen la responsabilidad de guiar a la sociedad, ya sea como gobierno u oposición, no estén responsablemente dialogando para buscar el bien de todos. Nadie tiene la varita mágica, nadie va a hacer un milagro en el país sino la unión. Hay que saber caminar juntos. Hay que escucharse, aceptar las críticas.

- ¿Hay que superar la grieta?

- A esa palabra no la quiero usar. Es como echarle leña al fuego. Una cosa es reconocer la realidad, la otra exacerbarla con las palabras, los trucos y retrucos. El país requiere de otra instancia de madurez. Hay que pegar el salto y no seguir rindiéndole culto a esa palabra que cultiva la desunión. Mientras tanto hay mucha gente que sufre y espera soluciones.

- Usted integra la Pastoral de las Adicciones, ¿qué visión tiene de este problema?

- Formo parte de la Pastoral Social que tiene un segmento que es la Pastoral de las Adicciones. Este drama es como un síntoma de la fragmentación social, de la pérdida de vínculos. De acuerdo a mi experiencia, los chicos que tienen problemas de adicciones revelan desvínculos en la familia, la escuela, el club y la Iglesia. El consumo termina siendo una consecuencia de esa pérdida de vínculos, con el agravante de que en muchos casos estos chicos nunca los han tenido. Crecieron en ambientes en que sus padres consumen o venden drogas. Hay mucha violencia, pobreza, miseria y ni siquiera van a la escuela. A estos chicos les falta contención y están afectados en su sistema integral de salud, no sólo por la carencia de alimentos sino también por la falta de afecto, cariño y todo aquello que pueda ser un estímulo para vivir dignamente.

- ¿Cuál cree que es el camino de superación?

- Estos chicos difícilmente puedan integrarse pacíficamente en la sociedad. Por eso es un trabajo para personas muy valientes, con capacidad para ponerse al lado de ellos. Recuperar a un chico de la adicción es un desafío. Pero yo me juego, que es más fácil acompañar y poner en el camino de recuperación a estos chicos, que convencer a la sociedad de que estos chicos valen. La dureza del corazón que califica a la gente es muy difícil de remover.