Tucumán siempre está en boca del país. Ya sea por proezas (como la exportación de limones al mundo, el talento de sus deportistas y el éxito de sus profesionales), por desgracias (como la caída de Sergio Denis, los accidentes de tránsito o las muertes y casos impunes) o por cuestiones políticas buenas y malas por igual.

Durante las posPASO y en la antesala de los comicios nacionales generales nuestra provincia también concentra las miradas de la Argentina. O al menos de una parte de ella, esa concentrada en el manejo del poder político. El gobernador Juan Manzur tuvo mucho que ver en esto, a partir de un hecho puntual: el acto por el Día de la Lealtad del año pasado en el que concentró a gran parte del peronismo. En ese momento la excepción fueron los K, pero de ahí en más el mandatario local se erigió en el caudillo -el “menemcito”, en palabras de Jorge Asís- que hilvanó gran parte de los hilos que terminaron configurando la unidad justicialista nacional. De ahí que también en todo el país se especule con que Manzur podría integrar el Gabinete nacional (en Interior o en la Jefatura de Gabinete o en Vivienda, según quién aventura la hipótesis) en caso que Alberto Fernández se consagre Presidente de la Nación, pese a que ayer dijo que se quedará por estos pagos.

El gobernador tiene un papel estelar en la película político-institucional que vivimos, pero no es exclusivamente de su persona de quien se habla cuando se menciona Tucumán. Unos días después de las primarias abiertas, en la provincia de Buenos Aires comenzó a circular un reclamo desde el gobierno de María Eugenia Vidal. Se quejaban de que se pagaban entre $ 300 y $500 por cada voto a los que sufragaban por el peronismo. Funcionarios nacionales de Cambiemos enarbolaron la denuncia pública -que no concretaron en la Justicia- ante la aplastante victoria de Axel Kicillof. Algunos fueron más allá: vincularon ese presunto pago con lo que habría sucedido en los comicios provinciales de junio en Tucumán, donde dirigentes opositores al Gobierno local distribuyeron audios y videos en los que supuestamente daban cuenta de esa práctica. Inmediatamente, la mesa política “ampliada” de Cambiemos nacional -de la que participan tucumanos- miraron hacia el “Jardín de la República” para buscar a los ideólogos de ese presunto sistema utilizado. Otra vez, Tucumán.

La tierra de Juan Bautista Alberdi volvió a ser noticia, de la Puna a Tierra del Fuego, a comienzos de semana. Un audio del ruralista y ex candidato macrista Gonzalo Blasco instando a sus pares a pagar un bono de $5.000 a sus empleados, si Mauricio Macri llega al balotaje, desparramó críticas y recolectó elogios. Blasco explicó que su oferta no era para comprar votos, sino para generar conciencia entre sus trabajadores y defendió su libertad para hacerlo. En el audio se escucha al productor decir que los hombres de campo que se sumen al pago de ese bono contribuirían doblemente con la reelección del Presidente, ya que sumarían un voto a Cambiemos y restarían uno al PJ. Mala práctica.

Desde el peronismo de todo el país cuestionaron ese intento de volcar la voluntad popular. En Tucumán, el ministro de Gobierno, Regino Amado, sostuvo que desde el partido de Macri se critican supuestas prácticas clientelares similares del justicialismo, pero luego llevan adelante acciones similares. En las redes muchos apoyaron a Blasco y hasta comenzaron a hablar de sumarse a su iniciativa. De nuevo, Tucumán.

Ya en 2015 se atribuyó una pizca de la victoria de Macri al escándalo que se había montado en nuestra provincia en torno al proceso electoral comarcano. Ese grito de fraude -se dijo- habría ayudado en aquel momento para reforzar la idea de que había que “cambiar” y controlar mejor los comicios. Cuatro años después, Manzur parece ser clave en lo que sería el arrebato del poder al macrismo.

En la cuna de la Independencia, en donde nacieron próceres, presidentes, pensadores, grandes artistas, deportistas de élite y también delincuentes tristemente célebres, parece estar siempre activo una suerte de laboratorio social y político: lo que aquí se prueba, luego se disemina por la nación con distinta suerte. Tucumán, siempre Tucumán, da la nota. ¿Esta vez será para bien o para mal?