Lionel Messi está decidido a que el partido de hoy contra Nigeria no sea su último con la camiseta argentina. El resultado de esta final anticipada por el segundo boleto del Grupo D a octavos de final determinará cómo será el adiós de una generación que logró oros olímpicos y mundiales juveniles, pero que no obtuvo títulos en el seleccionado mayor.

La presión y la responsabilidad que carga el delantero y capitán están hoy a nivel máximo, ya que se enfrenta al peor final imaginado para su trayectoria con la “Albiceleste”: volverse a casa en primera ronda.

Los resultados adversos con Islandia y Croacia lo sumieron en una crisis inédita, un misterio para la mayoría que no logra descifrar qué le pasa al “Diez”. Evitó varios días a la prensa y se lo vio deambular con la mirada perdida por la cancha del búnker argentino.

Pero, como lo definió Sampaoli, “Leo es un genio al que le gusta jugar a la pelota”, sin otros condimentos. Y algo cambió en las últimas horas. El domingo cumplió 31 años y en medio de una enorme expresión de cariño de su familia, sus compañeros, jugadores de todo el mundo y hasta de los vecinos de Bronnitsy, que le organizaron un festival, recuperó la sonrisa y relajó el entrecejo.

Messi tiene en su zurda el poder de hacer historia y dejar abierta, sin fecha, su despedida.