De nuevo por Nikolskaya, sorry. A esta altura, con apenas una fecha de la fase de grupos y con más de la mitad de partidos por jugarse, a la peatonal con negocios de marcas top ya le gastamos el nombre. Y, es el punto elegido por los hinchas. Y no iba a ser la excepción para los mexicanos. ¡Qué fiesta armaron! El histórico triunfo 1-0 sobre Alemania, el campeón defensor, el que nos sacó la Copa a nosotros en 2014, lo justificaba.

Adalberto debe tener el gorro más feo del universo. Un cactus hecho de tela, horrendo. Adalberto está en la cresta de la ola. Dos alemanes con carita de snobs lo arrinconan. Uno pregunta, el otro filma. Adalberto los mira y no entiende nada. “No hablo inglés wey. ¿Me dejan ir así llegó a la pachanga?”, una manteca de dulce Adalberto, de 31 años que vino a Moscú con sus primos. LG Deportiva le da una mano. Le traduce un par de conceptos. El amigo responde. Ya no le importa tanto la pachanga. “Chicharito (Hernández) es el mejor”, le dice a los alemanes.

Ahora sí, Adalberto marcha rumbo a la pachanga, donde ya hay miles de cantantes de serenatas, chicas enamoradas, luchadores, etc. Si había 50.000 mejicanos en el estadio de Luzhniki, en Nikolskaya son 70.000. Qué fiesta, Dios.

Ramón la mira desde afuera, no le gusta mucho eso de meterse es un mar de bandera roja. Está picado de alegría, sí, pero casi ni se puede respirar. “A esto vinimos, a ganar el Mundial”, cero humildad en Ramón, que vio el partido en el Fan Fest y fue a la peatonal a esperar a sus amigos que fueron a la cancha. “Vamos por más”, señaló el hincha de Chivas. Más agrandado no podía estar el nacido en Guadalajara.

Mariachis hay en todos lados, cazadores de corazones también. Omar va por todo. “Todavía no caigo. Es algo fenomenal lo que logramos”, expresa casi al borde del llanto este nacido en el DF con residencia actual en Dubai. “Cómo no iba a venir. No me lo perdía por nada del mundo”, sentencia el hombre.

Arde Nikolskaya. De gente, de fervor, de aromas. Si esto fuera Tucumán, la peatonal no solo sería el edén de los mexicanos, sería más bien la tierra prometida de las mecheras. Nadie cuida sus bolsillos. Todos saltan y van hacia adelante como caballo de sendero de montaña, con sus mochilas en la espalda, con cero protección. Otro mundo, claro.

Fiesta mariachi

A metros de la orilla del mar de la tierra de Chespirito, las banderas argentinas han vuelto a colocarse sobre las paredes. Están ahí como de costumbre, aunque en silencio. Es imposible competir con esta gente, es desesperante. Han acaparado todo, absolutamente todo.

“¡Siiiiiiiiiiiiiiiiiiii, somos lo más, wey! ¡Viva México! Gritan desaforadas Elis y Elizabeth, de Reynosa, una ciudad ubicada al noreste del DF. Prometen estar de fiesta hasta que salga el sol. Al toque reculan. “Amanece muy temprano acá. En poco tiempo. Mejor hasta la noche siguiente”, dice la dibalilla de Elis.

Y si hay fiesta, hay brindis. José tira la posta. “Tequila, cerveza y vodka. En ese orden, wey”. Sí, la fiesta fue bien mexicana.