Por $ 500 por casa se puede evitar que las calles se conviertan en un río y que el agua inunde las construcciones del sur de la ciudad. ¿Tan simple como eso? Sí. Según el biotecnólogo tucumano Roberto Navarro, es tan simple como eso y, como todas las buenas ideas, la que él ha tenido es sumamente sencilla.

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Desde hace más de siete años, Navarro, creador de la carrera de Biotecnología de la UNT y actual director del instituto homónimo, tramita la patente de un sistema que ha inventado junto con un médico amigo, Rafael Vece. Se llama “Sistema recolector para la recuperación de agua de lluvia en veredas” y consiste, en términos generales, en pequeñas canaletas que recolectarían el agua superficial que cae en las aceras, dirigiéndola a canteros y evitando que llegue hasta la calle.

“El gran problema de la ciudad de Tucumán es que prácticamente no hay bocatormentas. Cuando llueve vemos el agua corriendo por la calle, pero no se va por ningún lado. O sí, se va a las casas de las personas que viven más al sur de la ciudad. El agua va de la parte más alta, el norte, recorre todo el ejido urbano y termina dentro de las casas de la Jujuy al 4.000, el barrio Alejandro Heredia, etcétera”, describió Navarro.


Su patente está en trámite y ya cuenta con una aprobación preliminar tanto en lo administrativo como en lo técnico. Está dentro de los plazos normales de este tipo de diligencias en nuestro país, lo cual no implica que sean plazos lógicos. “Lo presentamos por primera vez en junio de 2011 y todavía no termina. Te imaginás que si querés patentar algo mucho más importante como un medicamento que cure el cáncer tenés que esperar ocho o nueve años... La mayoría de las cosas quedan desactualizadas después de ese tiempo”, reflexiona el biotecnólogo.

Más allá de la patente, con la que quisiera comercializar su invento en el exterior, Navarro está dispuesto a liberar su uso en Tucumán, como forma de colaborar con la prevención de las inundaciones. Será su granito de arena o su gota en el mar de padecimientos de algunos vecinos durante las épocas de lluvia. Por eso, el año pasado lo presentó ante la Secretaría de Medio Ambiente de la Provincia, organismo que declaró de interés ambiental el sistema de recolección de agua de veredas diseñado por Navarro y Vece. “La declaración de Medio Ambiente tiene su importancia porque reconoce que es un sistema que traería un beneficio social. Pero ahora sería interesante que recomendaran o, mejor, exigieran, al menos a las nuevas construcciones, que implementen este sistema que, de hacerlo durante una obra en construcción, tiene un costo prácticamente inexistente. En mi casa el albañil me cobró $ 500 por hacer el canal con una amoladora...”, destacó Navarro.

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El sistema

Dos canteros de un metro por un metro en cada extremo de la vereda y un canal de 4 centímetros de lado por 4 cm de profundidad. Eso es todo lo que se necesita, según el estudio que hicieron Navarro y Vece, para que el agua de lluvia y de limpieza que cae en las veredas no vaya a parar a la calle.

Los beneficios serían, siempre siguiendo los análisis de los inventores, al menos cuatro: “por un lado, menos agua en la calle; segundo: menos accidentes, porque la lluvia en el pavimento aumenta la inseguridad vial; tercero: regaríamos el árbol en el cantero e infiltraríamos agua a las napas freáticas, que siempre están en déficit por la cantidad de cemento de la ciudad; y cuarto: alargaríamos la vida útil del pavimento, porque buena parte de sus roturas se deben al agua. Tiene múltiples beneficios con una mínima inversión”, aseveró Navarro, y aseguró que no tiene interés de cobrar regalías ni nada que se le parezca por el uso de su sistema en Tucumán. “Lo ideal sería que se implementara como una política de Estado, pero también que cada uno lo puede hacer en su casa”, insiste.


Los beneficios

Para llegar a la suma nada despreciable de 27 millones de litros de agua que dejarían de ir a las calles y los desagües, Navarro y Vece tomaron como referencia la cantidad de lluvia que cae en 141 cuadras de la ciudad (un cuadrante formado por las avenidas Colón-Roca-Avellaneda-Belgrano), en una precipitación de 40 mm. Según los ensayos que hicieron los inventores, estos mínimos canales serían capaces de captar el líquido que cae en la vereda.

“Lo único que habría que hacer es tapar con algún tipo de rejilla los canteros para que no sean un riesgo para los peatones y periódicamente limpiar los canales porque se llenan de tierra. De ahí en más, no hay ningún otro esfuerzo para los usuarios”, subrayó Navarro.