LA MISA DE HOY

PBRO. MARCELO BARRIONUEVO

Jesús les habló de nuevo en parábolas diciendo: El Reino de los Cielos es semejante a un rey que celebró las bodas de su hijo, y envió a sus criados a llamar a los invitados a las bodas; pero estos no querían acudir. Nuevamente envió a otros criados ordenándoles: Decid a los invitados: mirad que tengo preparado ya mi banquete, se ha hecho la matanza de mis terneros y reses cebadas, y todo está a punto; venid a las bodas. Pero ellos, sin hacer caso, se marcharon uno a sus campos, otro a sus negocios; los demás echaron mano a los siervos, los maltrataron y dieron muerte. (Mt 22,1-14)

En la literatura bíblica se compara el Reino con el banquete de bodas de Dios con la humanidad (1ª Lect.). Esta comparte la felicidad de Dios. La parábola destaca otros rasgos del banquete de bodas del Reino: 1. Todos están invitados gratuitamente, «malos y buenos». 2. Pero los primeros invitados no aceptan y son descorteses y aun crueles con los enviados de Dios (cf Domingo anterior). 3. Para sentarse a la mesa del banquete se requiere el vestido de boda. 4. Son más los llamados que los escogidos. 5. Acaba por ser secundario el banquete y destacar el anfitrión.

Este evangelio es la invitación directa de Dios al hombre para que comparta su Vida de un modo definitivo. Es el reflejo que se nota a lo largo de toda la sagrada escritura, Dios que sale a la búsqueda del hombre y este que no corresponde a la invitación: ¡No puedo, estoy muy ocupado! ¡No tengo tiempo, imposible! ¡Lo siento! Los jóvenes no tienen tiempo porque están pensando en su futuro : los exámenes, la novia, el novio... Más tarde, cuando son padres o madres de familia, han de ocuparse del futuro del hogar y, naturalmente, no tienen tiempo. Todos nos vemos acorralados por esta tentación: negándonos a la llamada divina para llevar una vida de oración y frecuencia de Sacramentos. Es la tentación de la vida como evasión, como dispersión por estar absorbidos por muchas cosas, muchas licitas pero que nos distraen de las cosas mas esenciales.

No huyamos de la tarea magnífica que tenemos de salir por las periferias de la vida para hablar e invitar a todos a la cercanía del Dios que es Padre Misericordioso. Ha de estar en nuestras vida el deseo de poner fuego del Espíritu en medio de tanta frialdad, vida de Gracia en tanta orfandad, vida de cercanía en tanta indiferencia para con Dios y los hermanos.