En la década de 1860, el Mercado principal de la ciudad estaba ubicado donde hoy se encuentra el del Norte. Se lo denominaba “Mercado del Algarrobo”, acaso por algún árbol de esa especie que se alzaba entonces en sus inmediaciones. El local era muy primitivo y estaba atestado de vendedores, que llegaban en carretas desde la campaña.

De sus pésimas condiciones de higiene, como también de las actividades que lo tenían por escenario, puede dar idea el revelador decreto que expidió la Municipalidad en abril de 1868. Allí se disponía un conjunto de prohibiciones que regirían en adelante para su recinto.

Quedaba vedado “lavar ropa; derramar agua sucia; traer vísceras o intestinos de animales que no estén limpios de las inmundicias que contienen; dar de comer a los animales; que entren carretas de tres yuntas de bueyes, pudiéndoselo hacer de dos; tener bueyes sueltos, debiéndolos sacar inmediatamente después de desuncidos; tener caballos o pararlos dentro de las calles que forma las carretas; tener toldos, a no ser que todos los cuartos estén ocupados”, decía el decreto.

Se declaraba igualmente prohibido, “que las carretas de pasto, caña o cualquier otra especie, se estacionen en las calles frente al Mercado a expender sus frutos”. Prescribía que “cada dueño de carretas barrerá la extensión de terreno que ocupa, todos los días por la mañana, amontonando las basuras para que sean levantadas por los carreros”. Mandaba también que “todo costal con artículos de abasto, deberá colocarse en el punto de determine el Comisario del Mercado”. Firmaban el decreto el presidente de la Municipalidad -todavía no existía la estructura actual- doctor Ezequiel Colombres, y su secretario José María Rojas.