En septiembre del 2013, empleados del Servicio de Vida Silvestre de Kenia encontraron a una elefanta madre con una herida de bala. La acompañaba su pequeña hija, de 18 meses.

La herida de la madre estaba en una de sus piernas. Tuvieron que anestesiarlos para que ella pudiera ser tratada. Los veterinarios le limpiaron la herida, le dieron analgésicos, antibióticos y antiinflamatorios. La bala, disparada por un cazador furtivo, había destruido el hueso de la pierna, según detalló el sitio de Telefe Noticias.

A pesar de los intensos cuidados, cuando madre e hija regresaron a la selva, la primera murió. Los rescatistas los encontraron varios días después y se llevaron una conmovedora sorpresa: Zongoloni, como habían apodado a la pequeña, llevaba días sin alimentarse ni beber agua, pero permanecía pegada a su mamá, sollozando mientras la acariciaba con su trompa.

“La sedamos para mantenerla tranquila y la trasladamos a la guardería de Nairobi, donde cuidamos a los elefantes huérfanos y a otros animales que han perdido a sus familias por culpa de la caza furtiva”, explicó Robert Brandford, director ejecutivo de DSWT Reino Unido.

Durante meses la cuidaron con mucho cariño. Y, cuatro años más tarde, Zongoloni está mejor que nunca.