Es imposible abordar “El precio de un hombre” desprendida de otro estreno de la semana, “La gran apuesta” (ver “La codicia...”). No tienen en común estilo, elenco, origen ni planteo; pero son dos caras de una misma moneda: las consecuencias de la crisis económica global que tiene ganadores y perdedores.

La película del francés Stéphane Brizé se centra en el último grupo y en el agobio moral que sufre una persona adulta desempleada, que se somete a desgastantes cursos laborales que no lo llevan a ningún lado y humillantes entrevistas sin resultado, hasta que consigue un trabajo en la seguridad de un supermercado con la consigna de que debe tanto atrapar a los ladrones de baja monta que concurren al lugar como denunciar a sus propios compañeros.

El ritmo es propio del cine galo, con planos secuencia, imágenes casi estáticas por momentos, y silencios que permiten deducir los diálogos interiores de los personajes aislados y las contradicciones que atraviesan.

Si bien la historia se centra en Thierry Taugourdeau, habla de todos los excluidos y castigados por un sistema que no atiende las necesidades personales ni familiares, donde los trabajadores son una variable de ajuste. La precarización del empleo lleva a una lucha descarnada por lograr el último lugar, aunque se resignen los derechos y los principios dentro de un capitalismo feroz donde lo que importan son los números y no las personas.

El personaje central es interpretado por el gran actor Vincent Lindon, quien ganó la Palma de Oro del Festival de Cannes del año pasado por su trabajo en esta película. Lo acompaña un grupo de actores no profesionales, que sorprenden por su humanidad. El filme participó de la competencia internacional del Festival de Cine de Mar del Plata 2015.