La misa del padre Juan Virocha el martes en una calle de Delfín Gallo para pedir ayuda contra la inseguridad y la droga es la segunda manifestación de realismo mágico en tres semanas. El 27 de octubre había sido la procesión en “El Sifón” para rogar ayuda celestial ante el hecho de que el “paco” está consumiendo a los jóvenes. En esta barriada marginal hubo seis suicidios en los últimos tiempos. El martes pasado, en el curioso oficio religioso callejero en Delfín Gallo, se asistió a un fenómeno inquietante: el “paco”, que hasta ahora se consideraba una droga de los barrio de la periferia de la capital, se está extendiendo rápidamente al interior. Los padres de esa humilde localidad dicen que los adolescentes han sido ganados por el “paco”, y el cura describe que los chicos roban a sus propias familias y encuentran quién les compre lo robado entre sus conocidos. Los “dealers”, como si fueran heladeros en bicicleta, anuncian descaradamente con bombas de estruendo su llegada y los chicos van corriendo a comprar el “paco”. “No sé en qué momento esas familias y esos jóvenes dejaron de creer en sus ideales y en sus sueños”, dice el cura. El comisario del pueblo, José Juárez, también estuvo rezando en la misa.

Sin definición

Todos saben cuál es el origen del drama: el narcotráfico. Pero nadie sabe cómo definirlo y como esto aún no es la mexicana Ciudad Juárez y ni siquiera la violenta ciudad santafesina de Rosario, las indefiniciones de las autoridades abruman. Alguien trae la cocaína y la pasta base y la distribuye entre nosotros. Pero los únicos que son atrapados son pequeños vendedores (por lo general “trafiadictos”) y algunos “dealers”. Los más conocidos son los integrantes de la familia Toro de Villa 9 de Julio y los “Garra”, que pelean por pequeñas porciones territoriales en los barrios marginales. La Policía menciona a otros cinco grupos que describe como muy violentos -los “33”, los “De la vía” , entre otros-, que serían responsables del tiroteo que causó la muerte de la adolescente María de los Ángeles Ramallo el sábado en Villa Alem. Pero la Justicia no tiene claridad sobre eso. “No sabemos quién trae la droga para los pequeños distribuidores”, dice una alta fuente de las fiscalías federales. “Tenemos identificados a grupos, seguimos su crecimiento patrimonial -se vuelven locos por los 207 descapotables y las Amarok- , pero cambian constantemente de número telefónico y no hemos podido saber cuándo sale un cargamento”, dice otra alta fuente. Las denuncias han ido aumentando en los últimos años, aunque el 50% son causas por tenencia y del resto, casos de tenencia para comercialización, el 90% son por narcomenudeo. La Procuraduría nacional contra el narcotráfico (Procunar) contabiliza 894 causas de estupefacientes en 2012, último año de informe oficial subido a la red.

El camarista federal Ricardo Sanjuán cuenta que desde hace tres años los jueces federales vienen pidiendo a la Nación acciones más coordinadas. “El Ministerio sólo nos trajo dos perros nuevos”, dice. Los magistrados han pedido extender los controles desde la frontera con Bolivia y Paraguay hacia el interior. “Primero a Güemes, después a Metán, Rosario de la Frontera, Ticucho, Santiago y Catamarca”, añade. Pero las cosas no han mejorado. Una fuente de la Fiscalía dice que la cifra negra es altísima. Se calcula que se denuncia sólo el 10% de lo que pasa. Y a pesar de algunos procedimientos espectaculares (como el de la detención de la supuesta líder narco en un country de la Rinconada) sólo se atrapa a peces chicos; los cargamentos grandes pasan de largo.

Sanjuán dice que la comisión contra el narcotráfico, que la Corte nacional creó hace pocas semanas, podría servir para organizar la tarea de los jueces. Y cuenta los planteos que hicieron: 1) Traer de regreso a la frontera a los 1.200 gendarmes que se llevaron al conurbano bonaerense. 2) Una (polémica) ley de derribo, como tiene Bolivia. “La mayoría de la droga es trasladada en aviones. y, cuando son capturados, es por casualidad”, explica. 3) Registrar las pistas de aterrizaje en campos privados y empresas para fumigar. 4) Que el equipaje de mano sea precintado con tiritas como el de bodega. Y aún no habla de radares ni de los problemas surgidos, por ejemplo, con el caso del juez federal de Orán, Raúl Reynoso, que en estos días fue acusado, entre otras cosas, de proteger a narcos.

Tampoco las autoridades han dado señales de tratar de debatir claramente qué va a pasar con la provincialización del narcomenudeo. Sólo cinco provincias legislaron sobre esta propuesta nacional (Tucumán entre ellas), pero únicamente en dos se aplica sin resultados claros.

El panorama del narcotráfico es ambiguo, confuso e inquietante. Los narcos tienen mejores estrategias que los funcionarios, porque se mantienen indetectables para la ley. Sin embargo, no están tan ocultos para la gente. Las “madres de la droga” han dicho varias veces que todos saben quién vende y quién distribuye en los barrios marginales. Así como en Delfín Gallo los “dealers” se anuncian como heladeros, en la periferia (describe una fuente judicial) llevan en motocicleta el producto y mediante cadenas de pasadores en los pasillos de las villas se la envían al pequeño distribuidor. No tienen contacto físico, y tampoco lo tiene el motociclista con su proveedor. Por eso los operativos como el de anteayer en Villa Alem en la casa de “uno de los líderes” de la banda que causó la muerte de María de los Ángeles Ramallo apenas se hallaron 30 tizas de cocaína, 32 “bagullos” de marihuana y 50 dosis de “alita de mosca”. Con ello, el jefe de Homicidios, comisario Jorge Dib, y a la fiscala Adriana Reinoso Cuello pudieron cerrar la teoría de que la muerte de la adolescente ocurrió en medio de un “tiroteo entre narcos”.

Son las “madres de la droga” o “del pañuelo negro”, las que han venido advirtiendo lo que ocurre desde hace 15 años en los barrios marginales. En 2009 la Policía no había oído hablar del “paco” que se consumía en las barriadas bonaerenses, cuando acá ya había tiroteos y venta domiciliaria. Las fuentes judiciales dan cuenta de que con frecuencia son las mismas familias las que van extendiéndose en la venta de droga barrial, aunque sus integrantes sean detenidos. Lo ha dicho la Iglesia. El ahora obispo de Añatuya, Melitón Chávez, ex vicario para la Solidaridad, trabajó siete años con la gente de la Costanera y ha advertido lo que ocurre en ese lugar a 20 cuadras de la plaza Independencia. También pasa en “El Sifón”. La procesión del 27 de octubre se hizo tras el suicidio de jóvenes adictos y tras la reiteración de que en esa barriada los chicos no van a la escuela y hay por lo menos 20 jóvenes hijos de personas encarceladas. En esos barrios hay organizaciones de la sociedad civil, talleres gubernamentales, centros de atención comunitaria. El padre Adrián Ortega, de la parroquia Cristo Rey, ha remarcado que en “El Sifón” han fracasado las estrategias oficiales

A ciegas

El Gobierno trata de montar un centro preventivo de Adicciones en la Costanera. El secretario de Adicciones, Matías Tolosa, que hasta hace tres semanas había estado a cargo del servicio de prevención del hospital Avellaneda (donde se reciben 800 consultas por mes) ha heredado un panorama de escasos datos que dejó Lucas Haurigot Posse. En abril, cuando Haurigot Posse y Tolosa decían que la edad de inicio de los jóvenes adictos de los barrios es de 15 años, las madres de La Costanera hablaban de chicos que comienzan a consumir y prostituirse a los 11.

El martes pasado hubo una fiesta comunitaria con música y talleres en “El Sifón”, en el marco de un programa de extensión universitaria. Estuvieron el ministro de Desarrollo Social, Gabriel Yedlin, y la rectora de la UNT, Alicia Bardón. La funcionaria universitaria reconoció que se viene “trabajando desarticuladamente”, y así lo había destacado el padre Ortega hace un mes: “no podemos trabajar solos y desarticulados”, había dicho. También Ramiro Hernández, el director del PUNA (programa de estudio de adicciones de la UNT), ha señalado que faltan programas de prevención barriales continuos, agentes preventivos en las calles, conformación de casas saludables en cada manzana de cada barrio y tratamientos ambulatorios gratuitos barriales, entre otras cosas. Por esa falta de coordinación, dice, es que siempre llegamos tarde.

Pero ahora es tan tarde que ya hay quienes hacen procesiones y misas, poniendo su última esperanza en la ayuda divina, mientras acá abajo, donde reina el diablo, tanto en la lucha contra el narcotráfico como en el embate a las adicciones se actúa a ciegas, atendiendo incidentes aislados, sin interpretación ni estrategia. Por eso, como dijo Melitón Chávez, en La Costanera se ha llegado a un “desastre humanitario”. Y eso no ha bastado: ahora se está extendiendo.