“Él es muy querido en esta escuela, siempre lo recuerdan. Tal vez sea sólo un recuerdo lo que recorre los pasillos”. (Gloria)

“Su alma quedó aquí, su cuerpo no. Su alma, que es pura voluntad, se mantiene aferrada a lo que cree que es su cuerpo, la Comercio I”. (Carlos)

Desde hace 15 años el histórico director de la Escuela Comercio I sólo pervive en la memoria. El profesor Orlando Lázaro falleció el 21 de octubre de 2000, pero por su figura se ha convertido en una leyenda que sobrevuela la imaginación y alienta la creatividad de los alumnos, de generación en generación.

“Dicen que el fantasma de Lázaro recorre los pasillos de la escuela por las noches”. Gloria Uliarte, de 15 años, abre grandes los ojos cuando lo cuenta. “Una vez, unos chicos que ya egresaron (porque esto ocurrió hace mucho tiempo) se toparon con él. Resulta que se habían quedado hasta tarde pegando unos afiches de la semana en las calles de la escuela. De pronto se largó una tormenta y corrieron a refugiarse a la entrada. En eso la puerta se abrió para que pasaran. Era un anciano con un monojo de llaves. Al día siguiente, los chicos contaron que un señor los había hecho pasar para que no se mojaran, pero nadie les creyó porque la escuela no tenía portero. Lázaro era el último director que había vivido en esta escuela”, concluye su relato con una sonrisa sugestiva.

Carlos Robles, Iván Agüero, Belén Bujazha, Gloria y Micaela Denis, todos de entre 16 y 18 años, integran el taller literario del profesor René Paniagua Alderete. Las producciones de los chicos fueron tan exitosas que el docente decidió convertirlas en un libro “Tatuaje de lapicera”. Tanto el nombre como el dibujo de la portada fueron elegidos por los alumnos. “Tatuaje de lapicera es algo que se borra fácilmente, que no perdura. Este es un libro que se reescribe todo el tiempo con los trabajos de los chicos”, explicó el docente.

El libro fue presentado ayer en el salón de actos de la Escuela de Comercio I, como parte de la presentación de los distintos talleres que integran el Proyecto de Mejora Institucional (PMI). “Tenemos talleres de coros, teatro, cine, plástica, serigrafía y otras disciplinas que vamos renovando a lo largo del año”, explicaron la directora de la escuela, Dolores Marinaro, junto con la coordinadora del PMI Gabriela Carranza y la asesora pedagógica Graciela Kisner.

En el salón de actos se presentaron una obra de teatro, una muestra de dibujos, objetos hechos con papel y cartón reciclado y maquetas que representan las obras de literatura leídas en un taller.
 
“Tatuajes de lapicera” contiene cuentos, microrrelatos, pensamientos y poesías hechas por los alumnos. “Llegué al taller porque creía que sólo íbamos a leer pero me sirvió para descubrir que puedo escribir. Me gustan las historias de amor”, dice Micaela. A Carlos, en cambio, le atrae la ficción. Se especializa en cuentos, aforismos y microrrelatos. “Primero me imagino lo que voy a escribir como si fuera una película y después lo escribo”, revela. Su primer relato se tituló “Historia de un detective”. “Es un policial que no es tan policial”, describe.

Los chicos del taller de teatro han preparado obras para mostrar lo que hacen arriba y abajo del escenario. No son todos actores. Miguel Cortez y Luciano González Raffo son el alma técnica del equipo. Sin ellos no habría luces ni sonido. El profesor Lázaro quizás los observa escondido detrás del telón. Y sonríe feliz.