En 1921, visitó Tucumán el gran politólogo español Adolfo Posada (1860-1944), entonces en la cumbre de su fama de catedrático, legislador y académico. Permaneció tres días en total en la ciudad. Llegó el 10 de junio y se alojó en el Plaza Hotel. Visitó los ingenios Bella Vista y Concepción y la usina de Lules; fue agasajado en la Casa de Gobierno, en El Circulo y en el Club Español. El 13 partió en tren a La Cocha, y de allí siguió en auto rumbo a Catamarca.

En el viaje al sur tucumano, según escribiría luego, divisaba desde el tren “amplios y relucientes campos de caña, que de modo tan definido caracterizan la región tucumana, con las grandes fábricas moledoras y extractoras del dulce jugo. Son las fábricas y los campos cañeros, símbolo expresivo de los más intensos, tenaces e inteligentes esfuerzos en la construcción del ‘país’ argentino”.

Pero en la región poblada que recorría el tren, Posada advertía también que, a flor de tierra, “se dibuja, agresivo, el contraste social de luz del bienestar espléndido y de sombras ¡Y qué sombras, a veces!”. Meditaba “cuán tristemente acompañan siempre las sombras el esfuerzo dominador del hombre”.

Veía que “al lado, o enfrente, o debajo de quienes allí, o lejos, en el mundanal ruido, se mecen en los goces de una vida frívola, o no, pero confortable, vegetan -si es vegetar eso- los cañeros atados al suelo, o cerca del carro, en labor ruda, incesante, y los peones, de aspecto miserable y miserioso, sombras de hombres muchos, ex hombres de Gorki, de aire indiferente y pasivo, de mirada indecisa, alcohólicos tantos, desarrapados no pocos”…