La novela de Paul Groussac, “Fruto vedado. Costumbres argentinas”, se fue publicando por capítulos (“en folletín”, como se decía entonces), en el diario “Sud América”, entre agosto y octubre de 1884. Luego salió a la venta, en un tomo impreso por Biedma. Como se sabe, Groussac había empezado a escribirla en París, el año anterior, y Alphonse Daudet leyó algunas de las páginas iniciales.

“Fruto vedado” tiene una fuerte carga autobiográfica, en la narración de la historia del ingeniero francés Marcel Renault, con sus romances y sus dramas. La parte más importante del libro se ambienta en Tucumán, disfrazada por el autor como “la provincia azucareras de San José”. Aparece también el presidente Nicolás Avellaneda, como “el doctor Nogales”.

En esa época, Avellanedas ya estaba muy enfermo, pero leía con gran interés el folletín de “Fruto vedado”. Hizo un viaje a las termas de Rosario de la Frontera, buscando inútilmente alivio, y con ese motivo pasó varios días en Tucumán. Desde nuestra ciudad, el 1 de setiembre, mandó un telegrama a Groussac. El texto decía lo que sigue.

“Leo las páginas en que Ud. me designa con rasgos tan benévolos como cariñosos. Todo lo que salió de su pluma referente a mí, fue siempre inspirado por nuestra amistad: conozco los paisajes; presiento el drama y creo adivinar lo que pasará por el alma de su joven actor”.

Terminaba: “Hablaremos cuando nos veamos y encontraré tal vez la fuerza para escribir, si es que esta larga enfermedad me la deja para algo”. Se despedía: “Su antiguo amigo. Nicolás Avellaneda”.