La capacidad de respuesta del humano ante los acontecimientos que lo afectan son difícilmente estandarizables. No ocurre eso con los animales, donde el comportamiento se encuentra regulado instintivamente y por herencia filogenética.

El humano es preferentemente hijo de la cultura, por lo que sus respuestas al medio se hallan fuertemente condicionadas por su entorno, las ideologías y la educación. De ahí que los animales mantienen su manera de vivir y agruparse sin ningún cambio a través de los siglos, mientras que el ser humano no.

El humano es capaz de una inagotable capacidad creadora, pero también de potentes fuerzas destructivas y violentas. La historia lo confirma. Cuando un lobo en una pelea a muerte con un congénere se siente herido de muerte ofrece su yugular al contrincante y este hace automáticamente una inhibición de su agresividad y le perdona la vida (Konrad Lorenz). El humano, en cambio, ante el dolor y la herida de su rival puede aumentar su goce haciendo que sea mas grande el sufrimiento del contrincante. Va más allá de los limites de la razón y de la civilización.

El hombre, por poseer un mundo simbólico y estar sujetado a la dinámica del lenguaje, tiene la capacidad de trasladar ideas y emociones de un lado a otro, así es que puede golpear y destruir una silla porque ha fracasado en el ámbito laboral o porque ha sido desilusionado por un amigo.

Si una sociedad siente y piensa que el fracaso de su ideales y la frustración de sus proyectos se deben a quienes tienen el poder de gobernar y administrar, si al que tiene el poder le asignamos una omnipotencia tal que se asume que nada del fracaso los puede alcanzar, el sufrimiento de cualquier persona asociada o representante (metonimia y metáfora) de ese poder será gozado patológicamente en su dolor. Entramos al mundo de lo siniestro y de lo canalla del humano.

Los humanos -no los animales- estamos sujetados a estructuras tan endebles y paradójicas en la manera de sentir y de comportarnos, que mientras somos capaces de la mayor ternura y de los más sublimes actos creadores, al mismo tiempo podemos ser insensibles y sádicos con el que sufre y se encuentra dolido. Aun más: se podrá llegar al extremo de gozarlo. Todo dependerá del grado de cinismo perverso, el que nunca es solidario con el dolor del semejante.