Cuando tiene que abrir su negocio por la mañana, Roberto Breslauer se acerca sigiloso a la puerta y trata de no hacer mucho ruido. A veces su esfuerzo por pasar inadvertido no es suficiente. Entonces aparecen La Rubia, Tristán, El Negro, Manchi, Pirata o la Torci (se llama así por su cuello torcido), que le ponen las patas encima y le dificultan el ingreso al drugstore. "Desde muy temprano vienen para resguardarse del frío. Tristán nos llora y nos salta encima de la alegría de vernos. Acá duermen durante la mañana -tienen sus cajas atrás del local-, les damos de comer, los vacunamos y los llevamos a que los castren. Hacemos lo que podemos", comentó Breslauer, dueño del negocio ubicado en 25 de Mayo al 100.

Cuando el sol comienza a abrigar la mañana, los perros salen a la calle. "Son muy buenos. Ellos solo les ladran a los chicos de la calle, porque los golpean y los lastiman", agregó.

Tanto para Breslauer -que adoptó a La Rubia y a Lori- como para los demás empleados del drusgtore resulta inevitable no encariñarse con los animales, y hasta tienen fotos de ellos en sus celulares. "Pirata durmió unos días en mi casa. Son nuestras mascotas y son muy agradecidos", agregó Germán Fernández Welzel, empleado del local.