Su nombre casi le resulta desconocido a sus compatriotas. Es que no tiene la popularidad de otros argentinos que hacen las delicias de millones bailando, noche a noche, en la tevé. Tampoco es un deportista de élite. No hay estridencias en su vida. Pero es un científico muy respetado a nivel mundial. Para reflejar sus logros, se lo aseguro, necesitaría algo más que esta página completa.
Desde muy joven está consagrado al mundo de la investigación en el campo de la neurociencia. Por sus estudios sobre el Alzheimer, el Parkinson y la ceguera estuvo, el año pasado, nominado al Premio Nobel de Medicina.
LA GACETA entrevistó al doctor Nicolás Guillermo Bazán y le propongo que juntos comencemos a desandar el camino que nos permita conocer más acerca del hombre nacido en la pequeña localidad de Los Sarmiento, en cercanías de la ciudad de Aguilares. Este tucumano, radicado en los Estados Unidos desde 1980, se abocó a estudiar fundamentos de los mecanismos celulares y moleculares que subyacen a las crisis y en modelos experimentales de enfermedades debilitantes del cerebro (Alzheimer, apoplejía, epilepsia, Parkinson y lesiones traumáticas del cerebro) y la retina (degeneración macular y la retinitis pigmentosa).
- ¿Qué recuerda de su infancia?
- Es la historia de un amor imposibilitada por el tiempo y el espacio. Mi padre era jefe de la estación en aquel entonces. Las memorias son ricas, coloridas y especiales, pero muy breves. Rememoro con afecto esos momentos. Siempre estoy deseoso de volver a la fuente de la historia.
- ¿Y de la escuela?
- ¿Por qué?
- No lo sé. Mis intereses estaban en el rugby que empecé en el Salta Polo Club cuando tenía 9 años y de ahí en más jugué todos los años. El colegio no era una prioridad para mí. Ya en la Facultad fui ayudante de Anatomía y de Farmacología. Una gran época? Entre los grandes amigos en la cátedra de Anatomía recuerdo a Piri Pérez de Nucci, a Bugatti y a Claudio du Plessis. La Facultad de Medicina fue para mí un trampolín personal e intelectual.
- ¿Cómo llegó a EEUU?
- Con una beca de la Facultad fui a Jujuy en el verano de 1961. Era una época repleta de experiencias enriquecedoras. Antes de iniciar mi segundo año de Medicina emprendí un viaje a Buenos Aires para visitar al doctor Bernardo A. Houssay. Una consecuencia de aquel viaje fue que Houssay me presentó al doctor Hugo Pablo Chiodi, que se encontraba casualmente en Buenos Aires. Nunca me olvidé de ese encuentro. Semanas después Chiodi se apareció en casa de mis padres en Tucumán para ver quién era ese estudiante que quería trabajar en investigación. Y desde entonces no paré más. Yo diría que cada día me despierto con más ansias porque la investigación es siete días y sus noches por semana. Me inspiró por su estilo y acción el doctor Alfredo Coviello, y ese estilo le trasmití a mi hijo Hernán, quien es cirujano vascular e investigador. Creo que no hay nada más devastador que el Alzheimer y su cura es el gran desafío de la Medicina del Siglo XXI.