Ceballos hizo estallar los oídos con su pitazo final y, automáticamente, dos mundos paralelos tomaron forma, vida propia. El copado, el dulce, el sabroso e inolvidable atrapó el banco de Rafaela y pegó la vuelta relleno de "crema", de felicidad por haber logrado una victoria tan grande como la "A" mayúscula que distingue la elite de un club exclusivo a otro más batallador. Al otro costado de este edén, cuya tentación era mayor a la del manzanazo de Eva, estaba Atlético, el otro Atlético, este de Tucumán que hizo lo posible y batalló hasta las últimas consecuencias para no descarrilarse por completo de su sueño de alcanzar por segunda vez en su historia la Primera plana del fútbol nacional. Y no, no pudo ser pese a haber hecho un trabajo digno. Es más, mereció irse a las duchas con al menos un punto, no con las manos vacías. De hecho, esta historia de nunca acabar, aderezada de odiosos errores, lo sigue azotando.

Ayer la terminó pasando muy mal y no porque fue superado sino porque debió bancarse como un duque que el otro Atlético, el futuro campeón con dirección en Rafaela, descorche la champaña en su casa mientras abrazaba el primero de los dos boletos disponibles en primera clase. Fue duro, tan duro como ver como el esfuerzo de Barrado y compañía siempre terminaba desterrado por una pierna justiciera, un cabezazo al filo o bien por una pifia propia.

En síntesis, el castillo albiceleste volvió a mostrar grietas dentro de sus cimientos de cristal. La mayoría voló por los aires, menos Ischuk y Páez, que perdieron de vista el balón en un córner y Carniello, junto a otros compadres agazapados, pegó un salto comodísimo para colocar la pelota, de pique al suelo entre el palo y la red.

Los tropezones se traducen en caídas en 25 y Chile y las virtudes en desgracias. No sale le una ni de casualidad, pero sí se las cobran. Barone es testigo. Marró un despeje, Matías Zbrun lo tomó, habilitó a Castro y "Nico" puso el 2 a 0 de la sentencia. De la desilusión para un Atlético Tucumán que arrancó el año siendo el mejor pero ahora padece las mil y una noches.