1- El Ancla fiscal  

Desde inicios de la gestión, la prioridad era clara: reconstruir la solvencia estatal. La herencia del gobierno incluía un patrimonio exhausto y un acceso al crédito casi nulo. La respuesta fue inmediata. Había que equilibrar las cuentas. La regla “no gastar más de lo que se recauda” se puso en marcha y el ajuste avanzó por la vía más veloz. Los egresos operaron como amortiguador inicial y retrocedieron con más fuerza que los ingresos. En 2024, el gasto nacional cayó del 19% al 15% del PBI y sufrió un recorte real cercano al 26%. Dentro de los principales rubros se destacaron subsidios, obra pública, prestaciones, transferencias y gastos corrientes. Este año, los gastos se redujeron 1,3% respecto de octubre de 2024 y las proyecciones ya indican que el superávit primario podría ubicarse en torno a 1,6% del PBI, apoyado en una recuperación moderada de la actividad y una mayor base imponible. Por eso, la discusión de 2025 no gira sobre si el orden fiscal continúa, sino sobre cuánto más puede aportar a la sostenibilidad del programa en ausencia de crédito externo y con una economía que comienza a rebotar.

2- El proceso de desinflación

El segundo impacto del orden fiscal, según GMA Capital, se vio en la dinámica de precios. La inflación empezó a descender y abandonó los niveles que, hasta hace un año, parecían permanentes. Las proyecciones sitúan al cierre de 2025 en torno a 31% anual, frente al 118% del período previo. ¿Por qué ocurrió? El sinceramiento de tarifas y precios reprimidos (dólar) en el arranque jugó un rol decisivo. Ese salto inicial abrió la puerta a un proceso de convergencia que incluyó bienes regulados, servicios y alimentos. Aun así, el comportamiento no fue homogéneo. En el último año, la carne avanzó por encima del promedio (65%), seguido por el tipo de cambio oficial (46%) en un marco de depreciación real de la moneda (el tipo de cambio real avanzó más de 20% en 2025). En tanto, rubros como indumentaria (17%) y construcción (20%) devolvieron parte de los excesos acumulados en los años anteriores. Los salarios recuperaron algo de terreno (44%). Pero la ecuación todavía es inestable: paritarias con rezago, ajustes administrados que llegan por tandas y sectores desalineados respecto del arranque de la gestión.

3- El nuevo esquema cambiario

Otro frente central fue el mercado cambiario. La promesa era clara: avanzar hacia la liberación del flujo de divisas y eliminar la multiplicidad de tipos de cambio. La corrección inicial llevó el precio de la divisa a un valor más alineado con la historia reciente. Luego del overshooting de 2024, hoy el oficial ($ 1.453) y el CCL ($ 1.541) convergieron a niveles prepandemia en términos reales. La salida parcial del cepo en abril marcó un nuevo panorama: un esquema de flotación con bandas actualizables a 1% mensual. Mientras el flujo de dólares acompañó, el régimen se sostuvo sin tensiones visibles. Sin embargo, tras el desarme de las LEFI en julio, unos $10 billones se volcaron al mercado. Ese aumento súbito de liquidez provocó una caída marcada en las tasas y reavivó presiones tanto sobre el tipo de cambio como sobre otros instrumentos financieros. Con más pesos en circulación, la demanda de dólares se aceleró y la divisa escaló hasta ubicarse más cerca del límite superior de la banda. El segundo problema surgió cuando ese margen para “flotar hacia arriba” se agotó. El resultado electoral en Buenos Aires desarmó el escenario previo: el dólar escaló $ 45 al día siguiente de la derrota del oficialismo y quedó apenas 3% por debajo del techo de la banda ($ 1.425). El respaldo de Estados Unidos suavizó la incertidumbre y moderó el shock político previo a las legislativas, pero no alteró el diagnóstico de fondo. El esquema cambiario muestra signos de fatiga, advierte GMA.

4- La escasez de reservas netas

El talón de Aquiles de la estrategia aparece en la cuenta externa. La primera mitad del año permitió cancelar obligaciones inmediatas y desactivar una “bomba” de reservas por unos U$S 11.000 millones. Pero el proceso se interrumpió en la segunda parte. Hoy, las reservas netas rondan niveles negativos de U$S 17.236 millones y el desvío respecto de la meta con el FMI asciende a U$S 14.078 millones. ¿De dónde podrían venir los dólares que faltan? Con la reducción temporaria de retenciones y la implementación del RIGI, el Agro (U$S 36.964 millones) y Minería y Energía (U$S 14.219 millones) encabezaron la provisión de divisas. Del otro lado, la Industria Manufacturera (-U$S 23.458 millones) y las Personas Humanas (-U$S 37.262 millones) continúan siendo canales netos de demanda. El resultado es una paradoja: incluso con superávit energético y agrícola, el desbalance persiste. La raíz del problema está en otra parte: sin demanda sólida de pesos, no hay oferta de dólares que sea suficiente. Y sin crédito externo, ese equilibrio se vuelve más sensible a cualquier shock.

5 - El mercado y las urnas

Inversores y votantes fueron socios decisivos para el gobierno de Javier Milei en su segundo año. Los inversores acompañaron el giro de política económica, aunque el recorrido estuvo lejos de ser lineal. La pregunta de fondo es si ese respaldo se sostendrá en 2026. ¿Qué noticias esperan los inversores? Novedades desde el Congreso y el avance sobre reformas. Al respecto, el Gobierno logró la primera minoría en Diputados, mientras el bloque peronista perdió cohesión. La Libertad Avanza contará con 95 bancas (37%), lo que le da mayor margen para negociar reformas, aunque aún sin quórum propio. El mercado también espera nuevas certezassobre la generación de dólares para afrontar vencimientos. El camino, según adelantó el titular del Central, Santiago Bausili, sería por la cuenta financiera.