Por José Guillermo Godoy
PARA LA GACETA - TUCUMÁN
Conocí a María Corina Machado en Caracas a mediados de 2014, a instancias de mi amigo Henry Henríquez. En las calles, ardían las guarimbas: barricadas callejeras y cortes de vías que se levantaban con basura, adoquines, troncos y fuego; el grito juvenil —la respuesta de los jóvenes— al fraude electoral y a la usurpación del poder por parte de Maduro. La oposición venezolana —que hasta entonces había logrado articularse como alternativa para muchos— no supo, o no pudo, defender el resultado electoral. Capriles era todavía el rostro del antichavismo institucional; Maria Corina, la hereje dentro de aquel templo. Una voz incómoda, disidente, que exigía una defensa firme del voto. Una mujer de mirada clara y firme que hablaba como si no conociera el miedo —o como si lo hubiera domesticado.
Su historia familiar no se cuenta al margen: es el hilo que cose su vida pública y privada. Los Machado fijaron raíces en la antigua Ciudad de Angostura —la misma donde Bolívar pronunció su discurso de la República Moral— y desde entonces algo del aire de independencia quedó flotando en esa familia. Uno de sus antepasados, el capitán de fragata José Tomás Machado Afanador, fundó la Sociedad Liberal de Venezuela y fue gobernador de la provincia de Guayana a mediados del siglo XIX. El liberalismo, en su caso, no fue solo una doctrina aprendida en los libros sino un impulso que llegaba desde la sangre. Del otro lado de la rama, la historia también huele a riesgo. Entre sus ancestros está Armando Zuloaga Blanco, el bachiller mártir que murió en 1929 intentando derribar a Juan Vicente Gómez. Era sobrino de Eduardo Blanco, autor de Venezuela heroica.
Estas son las razones por las que María Corina Machado ganó el Premio Nobel de la Paz, según el ComitéEn esa línea de hombres que eligieron la disidencia antes que la comodidad, María Corina es un eslabón más —y acaso el más obstinado. Su abuelo, Oscar Machado Hernández, fue uno de los industriales más respetados del país. Su madre, Corina Parisca Pérez, fue campeona nacional de tenis, atleta en los Juegos Panamericanos, psicóloga formada en la Universidad Central. Por esa misma línea materna, María Corina tiene incluso lazos de parentesco en Tucumán. Su padre, Henrique Machado Zuloaga, un empresario íntegro, creyente del mérito y la libertad. Con esos cimientos —la ética del trabajo, el sentido del deber, el gusto por la excelencia— creció María Corina en una Venezuela que aún creía en su porvenir. Ingeniera industrial egresada de la Universidad Católica Andrés Bello, con estudios en el IESA y en Yale, la carrera de María Corina pudo haber seguido el camino de las empresas o la diplomacia. Pero eligió el barro. En 2002 fundó Súmate, una organización civil que exigía transparencia electoral en el momento que el chavismo comenzaba a desmantelar las instituciones de control. En 2010 fue elegida diputada con la mayor votación del país. Cuatro años después, el régimen la destituyó y la inhabilitó. No hubo juicio ni defensa: solo la maquinaria de un Estado que no tolera la disidencia.
Desde entonces, María Corina no ha parado de caminar. En 2012 fundó Vente Venezuela, una fuerza liberal y ciudadana que nunca fue reconocida por el Consejo Nacional Electoral, pero que se expandió como una red de resistencia, discreta y eficaz. Mientras sus adversarios pactaban treguas con el poder, ella levantaba un discurso de libertad y responsabilidad individual.
La biografía de María Corina es también la crónica de un cuerpo en movimiento: carreteras interminables, pueblos sin nombre, noches en autos, hoteles cerrados por orden del gobierno, pan compartido en casas desconocidas. En 2023 recorrió el país en lo que muchos llaman la segunda Campaña Admirable, evocando la de Bolívar. Sin dinero, sin propaganda, sin garantías. Solo con su voz, que empezó a multiplicarse en los otros. Ganó las primarias con más del 90% de los votos, un triunfo que el régimen convirtió, como siempre, en delito. Desde julio de 2024 vive en la clandestinidad. Quienes la acompañan dicen que, incluso ahora, no se permite el desaliento. Entre esos rostros que compartieron su travesía hay uno que merece ser nombrado: Pedro Urruchurtu Noselli, joven activista y politólogo, confinado durante meses entre los muros de la Embajada Argentina en Caracas y luego empujado al exilio, sin renunciar jamás a la causa que los unía.
El premio Nobel de la Paz 2025 fue para María Corina MachadoMaría Corina Machado no es una santa ni una mártir. Es una mujer que eligió la intemperie. Que creyó que la política podía ser un acto de dignidad, incluso cuando todo alrededor se derrumbaba. Su historia —la de una heredera que eligió el peligro antes que el confort, la de quien habló cuando hablar era una forma de condena— es hoy, con justicia, la de una Premio Nobel de la Paz. No porque haya logrado la paz, sino porque se atrevió a buscarla en el único lugar donde suele nacer: el corazón de la resistencia.
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José Guillermo Godoy - Miembro de la Mesa Directiva de la Red Liberal de América Latina.