El inicio: un archivo con más que documentos

A pocos metros de los tomos que registran la vida política de Tucumán desde el siglo XIX, un actor se transforma en prócer y revive los días de gloria de la independencia. Cada gesto, cada palabra, resuena distinto en el Archivo Histórico de la provincia donde la historia está escrita, encuadernada y preservada. Allí, los visitantes son testigos de un diálogo entre el pasado y el presente, en el marco de “Conociendo Micumán”.

Alli aparece una mujer vestida de época. Es la Niña Esperanza, que invita al público a viajar dos siglos atrás. “Por estas tierras de Tucumán pasaron grandes hombres -dice, con voz clara-. Como el general Manuel Belgrano, que pudo ver los ojos de don Bernabé Aráoz, claros como el agua cristalina del arroyo, pero bravos como un mar en tormenta”.

RECUERDO. Los visitantes se llevaron fotos únicas.

De repente, un hombre con chaqueta militar y mirada firme avanza hacia el grupo. Es Aráoz, quien renace para contarle a turistas y habitantes de nuestra provincia su historia. “Nací en Monteros. Fui un hombre gallardo, corajudo, diestro jinete. Desde changuito me gustaba mandar. Fui portaestandarte y llegué a ser gobernador”, dice. El personaje no se quiebra al recordar el 24 de septiembre de 1812: “Ese día escuchamos los gritos de ‘¡victoria!’. Fue una gran batalla, con muertos y heridos. Los tucumanos estábamos dispuestos a vender caro nuestro cuero. Ni una sola arma fue entregada a un ejército en retirada. Las usamos para pelear por nuestras vidas y por nuestra libertad”.

Instalaron un tótem interactivo que brinda información en la Casa Histórica de la Independencia

Su relato culmina con la frase que él mismo hizo grabar en un sello: “Tucumán, sepulcro de tiranos”.

Desde adentro: la intimidad del Centro Cultural Rougés

El recorrido que propone el Ente Tucumán Turismo avanza hasta el Centro Cultural Rougés, joya arquitectónica de principios del siglo XX. Allí, la actriz abandona por un momento el papel de Niña Esperanza y se convierte en Delfina Avellaneda, hija del presidente Nicolás Avellaneda.

COMPLICIDAD. La buena sintonía entre actores.

Con delicadeza y firmeza, se acomoda frente al público y comienza a contar: “Esta casa fue testigo de los grandes bailes y reuniones de la sociedad tucumana. Aquí recibíamos a visitantes ilustres, discutíamos política y hablábamos de los avances del país. En las veladas se bailaba minueto y se servía té en fina porcelana”.

Recuerdos fotográficos: 1904. El atrio del Templete en la Casa Histórica

A su lado, el actor encarna a Julio Cainzo, empresario azucarero y esposo de Josefa.

“Yo era empresario azucarero y aquí, en este mismo lugar, cerré más de un trato para modernizar los ingenios”, explica de forma modesta.  

Mientras que su esposa lo interrumpe y añade: “Tucumán crecía a pasos agigantados y nosotros queríamos que se pareciera a París. La plaza principal se transformó en menos de diez años, de casas coloniales pasamos a fachadas afrancesadas, con balcones y rejas de filigrana”.

Josefa sonríe y cuenta una escena cotidiana: “Julio siempre decía que esta casa era demasiado grande para nosotros dos, pero yo la llenaba de vida invitando a amigas, artistas y viajeros. La cultura y el azúcar iban de la mano”.

En esta parada, los turistas ya no escuchan una lección de historia, presencian un retrato vivo de la aristocracia tucumana y de los años en que la provincia se transformaba y vestía de gala.

Una jarra de plata: en la casa de las 100 puertas

La siguiente parada lleva al Museo Nicolás Avellaneda, un lugar donde la historia parece susurrar detrás de cada postigo. Apenas se traspasa el umbral, los recibe el propio “gobernador Aráoz”, que, en su papel, se adelanta a dar la bienvenida: “Adelante, buenas tardes. Como gobernador quiero ser su anfitrión en esta casa, que para nosotros es tan importante. Aquí nació Nicolás Avellaneda, tucumano y presidente de la Nación. Es una casa con más de 200 años de historia, conocida como “la casa de las cien puertas”, todas de doble hoja y con vidrios azulados”, comenta con orgullo.

COMPLICIDAD. La buena sintonía entre actores.

A su lado, la actriz que interpreta a Delfina, la hija de Avellaneda completará luego el relato.

Las visitas no sólo recorren los salones de la antigua casona, sino que se detienen frente a su objeto más enigmático: la famosa jarra de plata. Y la actriz baja la voz, como si iniciara un relato detectivesco. “No es una simple jarra. Es nuestra identidad. Estuvo enterrada 300 años en Ibatín, el primer asentamiento de San Miguel de Tucumán. Una pala de campesino la hizo brillar de nuevo… pero después se perdió. Fue robada. Oculta. Hasta que en 1990, una historiadora tucumana la encontró en Sevilla. Y comenzó una verdadera odisea: papeles, trámites, Interpol. En 1993, por fin volvió a casa. Y hoy está aquí, con nosotros”.

El dramatismo de la escena convierte la visita en un momento de pura emoción histórica. Los actores logran que cada rincón de la casa, cada puerta y cada objeto, se transforme en un portal a otro tiempo.

Gritos de libertad: Llevar en alto la bandera y el orgullo

La última escena ocurre en la Casa Histórica de la Independencia, donde los actores recrean la emoción de aquel 9 de julio de 1816.

“Aquella tarde los negros, indios, criollos y americanos se abrazaron y lloraron de felicidad. No hay que olvidar, porque nunca debemos olvidar. Hoy, como argentinos, debemos comprometernos con nuestra historia y llevar en alto las banderas de hombres como Belgrano”, dicen antes de gritar “¡viva la Patria!”

El público guarda silencio. Algunos tienen los ojos brillosos. La historia acaba de ocurrir, otra vez.

Una vez terminado el recorrido, los actores dejan volver a dormir a sus personajes y se presentan como Soledad Pereira y Horacio Dantur.

FIN. En la última parada se unió mucha gente más.

“Nos emociona ver a la gente reírse, emocionarse, preguntar. Nuestro objetivo es que se vayan con ganas de leer más, de conocer más de nuestra historia”, dice Soledad, con tono de satisfacción en la voz.

Horacio asiente y advierte: “Este es un recorrido piloto, pero sentimos que Tucumán lo necesitaba”.

“Nuestra historia no tiene que quedarse en los libros de texto, tiene que respirarse en las calles. Cuando terminamos la función y la gente de la provincia o turistas (muchos de ellos extranjeros) nos agradecen, sentimos que lo que hacemos en estas casi dos horas es algo importante, porque que estamos devolviendo el orgullo de ser tucumanos”, remarca con emoción.

Una nueva oportunidad: hoy también se podrá disfrutar del recorrido

La iniciativa que promueve el Ente de Turismo de Tucumán, con el apoyo de la compañía artística Los Intérpretes, “Conociendo Micumán”, volverá a repetirse hoy a las 17 con inscripción previa en la oficina de informes de la entidad, ubicada en 24 de septiembre 487.

Durante el paseo no tan sólo se descubre y redescubre el Archivo Histórico, la casa Rougés, el museo Nicolás Avellaneda y el museo Casa Histórica, también se aprende cómo se vivió en el siglo XVI, cuando Tucumán era un lugar de paso.

Es que en la provincia descansaban las carretas que venían del Alto Perú o bajaban hacia Buenos Aires. Y recién en 1685, la ciudad se estableció definitivamente en el lugar que hoy conocemos.

El trazado es un damero de 9x9 manzanas, con la plaza principal al centro. En tiempos de la Independencia, había unas 4.000 personas y pocas construcciones importantes, como el solar de la Casa Histórica, la iglesia de San Francisco y algunas casonas.

Hoy el centro de la Capital conserva ejemplos de arquitectura colonial, italianizante, afrancesada, gótica y art nouveau. El teatro Mercedes Sosa, la sede de Jockey Club, la Caja Popular y la Federación Económica son parte de este paisaje diverso, y otros de los detalles que se muestran en el recorrido que dura cerca de dos horas.

Así en el centro de la plaza Independencia, entre el murmullo de las palomas, el aroma a azahares y el tránsito cotidiano, la invitación a conocer más datos curiosos, interpretados por artistas de nuestra tierra, se realizará de forma gratuita en este mes del turismo al menos una vez más. Los cupos son limitados.