“Donde nos están llevando no hacen falta museos ni historiadores. Alcanza con un puñado de burócratas alcahuetes dispuestos a hacer cumplir las órdenes de arriba”, disparó Pablo Avelluto desde su cuenta de X. A quien fuera ministro de Cultura de la Nación le respondió, por la misma vía, su sucesor en el cargo, Leonardo Cifelli: “tranquilo, Pablo. Cuando busquemos burócratas y alcahuetes, seguro sos el primer CV. Y el día que concursemos eso, ganás por afano… afano… afano, eso seguro”.

Algunas cuestiones para poner en contexto este embarradísimo intercambio:

- Avelluto condujo el Ministerio durante el Gobierno de Cambiemos y fue a lo largo de esa gestión cuando se llamó a concurso para cubrir cada dirección de los museos nacionales.

- Cifelli no es ministro, sino secretario, ya que a Cultura le tocó la degradación jerárquica dispuesta por La Libertad Avanza en el nuevo organigrama de la administración pública.

- El disparador de estos posteos fue el despido del historiador Gabriel Di Meglio, quien venía dirigiendo el Museo Histórico Nacional (MHN) desde 2020. Le habían comunicado que debía abandonar el cargo el 1 de agosto, pero -al parecer- no gustaron las opiniones que derramó en una serie de entrevistas y entonces apuraron su salida. A modo de castigo, le impidieron encabezar una última visita guiada y brindar la charla “La historia popular en el Museo Histórico Nacional” dentro de sus instalaciones.

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Cifelli niega sistemáticamente que la suya sea una política de desguace del entramado cultural, por más que sus acciones apunten en sentido contrario y el desfinanciamiento de los organismos encargados de fomentar el cine, el teatro, las artes visuales, los estudios históricos y las industrias culturales sean, desde el primer día, víctimas predilectas de la motosierra. El argumento: son nidos de militantes, de kirchneristas, de camporistas, de zurdos, de la casta y etcéteras por el estilo.

Bajo el paraguas protector de Sandra Pettovello y de su Ministerio de Capital Humano, Cifelli es un peón en el marco de la batalla cultural que el Gobierno libra en las redes sociales y en los presupuestos. Había pasado por la función pública en CABA de la mano de Ángel Mahler, allá por 2016/17. No fue casual: Cifelli era el productor de “Drácula”, exitoso musical creado por el recientemente fallecido Mahler y por Pepito Cibrián. De allí viene el roce de Cifelli con el medio: de la producción de shows musicales y espectáculos teatrales, siempre en el mundo mainstream.

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Uno de los postulados del credo libertario, la meritocracia, brilla por su ausencia, al menos en el ámbito de la cultura. Pasó más de un año y medio de gestión y no hay noticias sobre el llamado a concursos para ocupar la dirección de los museos nacionales, promesa que Cifelli hizo pública desde el minuto cero. Hasta aquí, todas las designaciones fueron a dedo.

Experiencia de gestión

Atención con el dato: la designación de Di Meglio al frente del MHN también había obedecido al dedo oficial, en aquel caso del ex ministro de Cultura Tristán Bauer. La diferencia es que, a sus sólidos antecedentes académicos, Di Meglio sumaba la experiencia de gestión, ya que había conducido el museo del Cabildo (cargo al que sí accedió por concurso). Cuentan, justamente, que renunció al Cabildo para hacerse cargo del MHN.

Cruce en la Casa Histórica: Camila Perochena cuestionó la designación de José María Posse y denunció desplazamientos en museos

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Mientras Avelluto y Cifelli se trenzaron por X, José Posse y Camila Perochena lo hicieron en directo y por TV. El tema de fondo -cómo está manejando el Gobierno la gestión de espacios de altísimo valor como son los museos nacionales- derivó en un contrapunto netamente político-partidario. Que Cristina, que Macri, que Menem... Lo de siempre. En ese campo “subjetividad mata dato”, por más comprobadas que estén las investigaciones de rigor. Si bien no llegaron al extremo de una agresión tan concreta como la de Cifelli a Avelluto (escribiendo tres veces la palabra afano, la muerte de la metáfora), el ida y vuelta Posse-Perochena no tuvo nada de amable.

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Autodefinido en LA GACETA como “un abogado aficionado a la historia”, Posse aclaró de entrada que lo suyo concluiría en la Casa Histórica con el llamado a concurso para cubrir el cargo que, por ese camino, había obtenido la historiadora Cecilia Guerra. No es Posse el encargado de sustanciar esos concursos, todo lo que sucede en la Casa Histórica depende de lo que se decide en Buenos Aires. Son ocasiones en las que resuenan opiniones como la del museólogo Gabriel Miremont: “¿papá Buenos Aires cree que Tucumán es un nene que no sabe administrar sus cosas? La Casa Histórica, el Cabildo de Salta o el Palacio San José de Entre Ríos deberían pertenecerle a cada provincia. ¿Por qué no darles la potestad de administrar lo suyo?” Claramente, en estos tiempos no están dadas las condiciones de posibilidad que habiliten esta clase de punto de vista. Si en su momento a muchos les pareció una herejía, ¿qué puede esperarse hoy?

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“Están sacando a personas con formación y experiencia para reemplazarlas por funcionarios sin preparación específica. Esto no es sólo un problema de Tucumán: está pasando en todos los museos nacionales”, apuntó Perochena en La Nación+, escenario del encontronazo televisado con Posse. La historiadora fue mucho más elegante que Avelluto, quien aludió a “burócratas y alcahuetes”. En el diario Clarín, sin muchas vueltas, Posse fue catalogado como “militante de La Libertad Avanza”.

En defensa de su gestión, con el apuro que siempre impone el ritmo de la TV, Posse subrayó su orgullo por la misión que le encomendaron: “custodiar la joya más preciada del país”. En ese afán, y más allá de lo que suceda en el caso de que verdaderamente se llame a concurso, no se privó de meter mano puertas adentro.

En ese sentido, lo más llamativo fue el regreso de Patricia Fernández Murga, ex directora (siempre “provisoria”) de la Casa Histórica durante la friolera de 18 años. Fernández Murga había renunciado al cargo en 2017, con algunas polémicas que el tiempo se encargó de ir diluyendo. Posse la colocó al frente del Área de Investigación.

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El de Posse-Perochena fue apenas un round. La pelea siguió y, cómo no tratándose de redes sociales, sumó al peso pesado por excelencia: Javier Milei. El Presidente calificó a Perochena de patética y sostuvo que tiene el cerebro lleno de parásitos. Su pecado fue haber puesto en tela de juicio que la Argentina era una potencia mundial en tiempos del Centenario, idea sujeta a ciertos imaginarios anclados en el “granero del mundo” y las comparaciones del PBI de la época.

Territorio en disputa si los hay, la historia propone estudios de esta naturaleza y, se sabe, hay posturas de lo más disímiles. En su análisis, Perochena marcó la diferencia entre un país rico y una potencia mundial, toda una certeza tratándose de la Argentina de 1910. “Un buen PBI per cápita no hace de un país una potencia -escribió Martín Caparrós-. Si no, ahora las grandes potencias mundiales serían Mónaco, Luxemburgo y las Bermudas”. Todo esto sin tener en cuenta que ese cálculo distributivo del PBI es a los fines económico-demográficos, porque en la realidad la riqueza estaba hiperconcentrada en un puñado de manos. Pero eso es motivo de otra columna.

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“Hacen política”, resume Cifelli cuando le piden respuestas a las críticas que recibe desde un amplísimo arco opositor a la gestión en Cultura: le pegan por el centro, por izquierda y hasta por derecha (por ejemplo, cuando designó a “El Dipy” y, una vez descubierta la maniobra, debió dar marcha atrás). “Estoy cumpliendo una función que es cuidar este lugar con la seriedad que merece”, enfatizó Posse, en referencia a la Casa Histórica. “Ejemplo de lo que está haciendo el Gobierno con los museos: convertirlos en espacios de militancia y no de reflexión historiográfica”, destacó Perochena. En este nivel de debate estamos.