Uno de los confinamientos más largos del mundo (más de 240 días en Argentina) provocó cambios drásticos en los modos de vida de la gente, en las viviendas, en los comercios, en las calles y veredas y en los espacios públicos en general, abiertos o cerrados.
Ingenieros, arquitectos y diseñadores se vieron obligados a resolver problemas y demandas inéditas hasta ahora y a “resetear” el conocimiento adquirido, de cara al presente y al futuro que se viene, ya que tras algunos cambios que impuso la pandemia se volvió a la normalidad, pero en otros casos esas modificaciones se quedaron para siempre.
“La cuarentena hizo que la vida entera se piense desde otro lugar, eso es un hecho indudable”, sostiene el arquitecto y diseñador Rubén Falci, quien justamente a partir de la pandemia replanteó su vida y lo hizo alejándose de la ciudad y acercándose a la naturaleza.
La arquitectura y el mercado deben dar las respuestas a las nuevas demandasHoy vive prácticamente en Raco y viaja muy poco a la capital, donde emprendió un proyecto de glamping, palabra que surge de la fusión entre “glamour” y “camping”, es decir algo así como un camping de lujo, donde se combina la experiencia de estar en la naturaleza con las comodidades y lujos de un hotel. En lugar de acampar en una carpa tradicional, el glamping varía entre carpas de lujo, yurts, cúpulas geodésicas, cabañas o casas en los árboles, con camas cómodas, baños privados, electricidad y hasta internet, dependiendo del lugar.
Falci opina que se produjeron más cambios en el sector privado que en el Estado en materia arquitectónica, aunque reconoce que internet sí impactó en todas las áreas, ya que sin mucha burocracia la virtualidad y los trámites digitales sustituyeron la presencialidad.
El término “biofilia”, que es el placer y la conexión emocional que los seres humanos tienen con la naturaleza y con otros seres vivos, ha cobrado fuerza a partir del aislamiento forzado y la necesidad de evitar ambientes cerrados y los amontonamientos.
“Cuando yo comencé a pensar en este proyecto de glamping, antes de la pandemia, en Argentina había menos de 70 domos (especie de carpas semicirculares instaladas al aire libre y que pueden ser de diferentes materiales), y después de la covid hay más del doble. Y este fenómeno ocurrió en todo el mundo, no sólo aquí, donde la gente busca estar más cerca de la naturaleza, más desconectada y prefiere experiencias más individuales, sin tanta gente a la vuelta”, describe Falci.
“También noto que hubo un gran aumento de casas de fin de semana en los centros turísticos, y que muchas de ellas se terminaron transformando en hogares permanentes”, agrega el arquitecto.
Dice que en Europa y en Estados Unidos hubo una explosión de las “mini house”, casas que a veces son tan chicas como un contenedor de carga, casas en los árboles o viviendas tan pequeñas y livianas que pueden remolcarse a cualquier parte.
“El teletrabajo hizo que la gente viaje más, trabaje on line, y elija dónde instalarse, y el tiempo que quiera. Esa tendencia está creciendo mucho, sobre todo entre los jóvenes, que ya no quieren estar atornillados a un escritorio”, explica Falci.
Este mundo parece que será cada vez más minimalista, más sostenible, con hogares más pequeños, más baratos, sólo con los servicios esenciales y energías renovables, y que busca prescindir de todo lo innecesario, usando materiales más livianos y trasladables. ¿Será que los hombres serán cada vez más nómadas y menos sedentarios, como en sus orígenes?