Milan Kundera, creador de reflexiones eternas

Milan Kundera, creador de reflexiones eternas

El autor de “La insoportable levedad del ser” falleció ayer a los 94 años. Deja mensajes y un gran legado para la posteridad.

Milan Kundera. Milan Kundera.

“¿Cómo vivir en un mundo con el que uno no está de acuerdo? ¿Cómo vivir con la gente si uno no considera suyas ni sus penas ni sus alegrías? Si sabe que no es parte de ellos”, se pregunta el novelista y escritor checo Milan Kundera en “La insoportable levedad del ser”, su obra más conocida. Esas interrogantes y sus reflexiones recorrieron el mundo y quedaron impresas en el inconsciente colectivo. Y quedarán en la literatura, aunque él ya no esté: es que ayer, a los 94 años, el autor falleció, dejando un gran legado en el universo de las letras.

“Nació en Checoslovaquia. En 1975 se instala en Francia”, es la manera en la que él mismo resumía su vida. Esos dos datos son solo una parte del hombre que supo definir y explicar los conflictos de una generación. Son datos, pero significan una parte importantísima de su paso por esta vida. Su primera respiración la dio en Moravia (actual territorio de Brno) en 1929. Fue hijo del musicólogo y pianista Ludvik Kundera y de Milada Kunderová; en su juventud estudió música, pero al concluir el secundario ingresó a la Universidad Carolina de Praga. Allí se especializó en literatura y estética, mas no terminó los estudios; finalmente se cambió a la Facultad de Cine de la Academia de Praga, de donde se graduó en 1952.

Primeros pasos y éxito

Si bien se dedicó a la docencia, con el pasar de los años volvió a su primer amor: la literatura. En 1967 publicó su primera novela. “La broma” (Žert en Checo) es una sátira del totalitarismo de la era comunista; el texto fue traducido a 21 idiomas y le valió el Premio de la Unión de Escritores Checoslovacos. Por el mismo trabajo, sin embargo, fue incluido en las listas negras de su país. Incluso, sus obras fueron censuradas. “Un libro prohibido en tu país significa infinitamente más que los millones de palabras que vomitan nuestras universidades”, dijo tiempo más tarde.

Por esa época se casó con Vera Hrabankova. Debido a las prohibiciones, tuvo que dedicarse a la música. Se volvió pianista y siguió publicando libros (“La vida está en otra parte”, de 1969, y “La despedida”, de 1973), que fueron editados en el exterior. En 1975 emigró a Francia y se hizo docente de la Universidad de Rennes y de la Escuela de Estudios Superiores en Ciencias Sociales (Ehess, por sus siglas en francés), de París. Entonces se produjo la etapa más prolífica de su existencia: “El libro de la risa y el olvido” (1979), “La insoportable levedad del ser” (1984) y “La identidad” son algunos de sus títulos que dieron vuelta al mundo. Su obra más vendida fue también llevada al cine y sus enseñanzas forman parte de la cultura popular: “Aquel que quiere permanentemente llegar más alto tiene que contar con que algún día lo invadirá el vértigo”, “Allí donde habla el corazón es de mala educación que la razón lo contradiga” y “La vida es un boceto para nada, un borrador sin cuadro” son solo algunas representaciones de su pensamiento.

Un estilo propio

En sus obras mezcla la narrativo de Robert Musil y la filosofía de Friedrich Nietzsche; aborda el totalitarismo, el exilio, el amor e incluso se anima a tratar la sexualidad, el perdón y la burla. El humor también está presente, y ocupa un lugar importante. “Aprendí la importancia del humor durante la época del terror estalinista. Yo tenía 20 años entonces. Siempre era capaz de reconocer a las personas que no eran estalinistas, es decir, a las que no había que temer, por la forma en que sonreían. El sentido del humor era un signo inequívoco del reconocimiento. Desde entonces he vivido aterrorizado por la idea de un mundo que está perdiendo su sentido del humor”, dijo en una entrevista a la revista española Quimera, en 1980.

Su último libro fue “La fiesta de la insignificancia”, de 2014. A lo largo de su vida recibió cientos de galardones y hasta fue nominado en varias ocasiones al Premio Nobel de Literatura, pero nunca lo obtuvo. En 2020 se le otorgó el premio Franz Kafka, en honor a su trayectoria literaria. “Su obra representa no solo una contribución extraordinaria a la cultura checa […] sino que ha tenido un eco en la cultura europea y mundial, después de haberse vertido en más de 40 idiomas”, dijo en aquella ocasión el jurado elector.

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