Mozo: “marche un candidato”

La costosísima campaña intenta reducir el malestar que tiene la sociedad en este frustrante panorama de pobreza. Las visitas porteñas y el eco que les hacen los dirigentes locales. Los afiches hablan como el Retrato de Dorian Grey.

Mozo: “marche un candidato”

Puestos a buscar los oficios de los candidatos es difícil encontrar mozos. Los hay abogados, estudiantes de muchas cosas, ingenieros, contadores, médicos y por supuesto ilusionistas y políticos de carrera. Pero no aparecen los mozos. ¿Será porque nadie como ellos conoce el oficio de ser político, claro que sin las remuneraciones ni las posibilidades de enriquecerse que tienen muchos otros?

Los mozos no tienen mucho tiempo. En el lapso que hay entre la sentada del cliente y la vuelta de la cocina al salón con la bandeja llena tienen que resolverlo todo. A veces son padres y dan consejo para enfrentar situaciones. Otras se convierten en psicólogos y simplemente aportan una o dos frases como para que el cliente suelte sus problemas y se escuche. Y, también, muchas veces son amigos. El mozo vuelve con el café y brinda su servicio desinteresadamente. Si le sale bien seguro va a recibir una propina. El mozo, más que un aprendiz de político es un graduado en política. Se diferencia de los que se ponen el saco de político  porque no tienen que pagarle al cliente, sólo cumplen con su oficio. ¿Será por eso que los dirigentes de hoy no pueden ser buenos mozos? Se han olvidado de servir a los ciudadanos y, peor aún, tampoco los escuchan. En realidad, los principales postulantes escuchan a los intermediarios: los encuestadores. Es que ellos siempre les dicen que van a ganar y les explican cómo hablar, cómo sonreír y qué cosas decir.

Los mozos podrían ser grandes políticos porque brindan servicios, dan respuestas veloces y son capaces de entretener, escuchar y resolver problemas en segundos. Sin embargo, no lo son porque es muy dificultoso llegar a sumar unos 500.000 dólares para estar seguro de que el lunes 12 de junio amanecerá abrazado a una banca de legislador como si fuera Messi con la copa del mundo.

Los 500.000 dólares no son una exageración propia del folclore electoral. Es lo que calculan los oficialistas más optimistas. Curiosamente, en la oposición hablan de cifras menores, aunque también dolarizadas. Pareciera que siempre los que manejan los estructuras estatales tienen más posibilidades de conseguir fondos. Podría subtitularse como corrupción, pero estos tiempos todo se disimula.

La sal no sala

Como si la epidemia de bronquiolitis y la pandemia de Covid-19 se hubieran enseñado con los candidatos tucumanos, todos llegan a estos últimos días asfixiados. No tienen oxígeno. No dan más. En realidad no tienen un peso. Gastaron todo a mediados de mayo creyendo que el 14 de ese mes se votaba. Y ahora llegan a esta misma instancia, pero un mes después, y sin nada de aire. Bueno, sin dólares. Están los que recibieron verdes en aquella oportunidad y tuvieron que salir a venderlos. Estaba tan seca la plaza que no les quedó más remedio que recurrir a los amigos con plata o a grandes comercios. Allí terminaron perdiendo hasta 6 pesos por dólar. ¿Esta semana pasará lo mismo? Lo más seguro es que no, aunque no faltan algunos acoples mimados que, como los niños a los que se les cae un diente y lo ponen bajo la almohada, esperan que el ratón Pérez se acuerde de ellos.

Los oficialistas más pudientes hicieron un presupuesto al comenzar la campaña de por lo menos unos 5.000 pesos por voto. Hay candidatos que calculan que necesitan 10.000 sufragios para no bajarse del ring. Y los que saben de estas cuestiones afirman como si fuera médicos dando el diagnóstico que para ganar hay que triplicar lo que se prevé conseguir. Es decir que para ese que se conforma con los 10.000 votos tiene que invertir como si fueran 30.000. Todas estas exageraciones no tienen nombre ni apellido porque aunque varios las cuentan, todos las esconden como si estuvieran haciendo fechorías.

Casi nadie tiene la paz ni la sabiduría del mozo; para oficialistas y opositores es una ecuación comercial. En esto se ha convertido la campaña electoral. Por eso la gran mayoría llega exhausta, sin oxígeno y preocupada por lo que vaya a hacer la Corte Suprema de Justicia de la Nación.

Rezo por vos

Sin distinción de banderías, todos les rezan a “San Corte”. No quieren que otra vez se suspendan las elecciones. Las consecuencias económicas son demasiado graves. Para peor no hay muchas compensaciones porque es tal el enojo que hay en la sociedad que más tiempo de campaña significa demasiado desgaste para los candidatos que además de seguir poniendo plata siguen recibiendo mala onda. Ni el peor de los mozos llega a tener tanta hostilidad.

“No existe duda de que habilitar que una persona se desempeñe durante 16 años ininterrumpidos en los más altos cargos provinciales impone un costo intolerablemente alto a los valores que encarna el sistema republicano. La influencia en la composición del poder judicial local y de los órganos de control, el manejo de los fondos públicos, el control de la agenda política y legislativa, entre otros factores, tal como se dijo en los considerandos anteriores, se traduce en una significativa concentración de poder que erosiona la separación de poderes y rompe las “condiciones generales de igualdad” en la competencia electoral. Tolerar la consolidación de esta situación supone romper el equilibrio que debe regir entre la libertad de la Provincia de San Juan para permitir que sus ciudadanos elijan al candidato de su preferencia -a quien, por otra parte, ya pudieron elegir en tres oportunidades consecutivas- y las características definitorias del sistema republicano”. Eso dijo en su sentencia, la Corte Suprema de Justicia de la Nación al negar una nueva postulación a gobernador de Sergio Uñac.

Es una ejemplar defensa institucional. Si siguiera ese camino, la Corte debería suspender -otra vez- los comicios tucumanos porque la Carta Magna provincial así lo dice. Mirar para otro lado -cosa que beneficiaría a todos los candidatos- sería faltar a esa ejemplaridad. Y, será sospechada -otra vez- de ser una Justicia que se mueve como la veleta de los vientos y con la marmórea imagen de esa señora de ojos vendados.

“El colapso del sistema republicano no siempre es el producto de un acto único e identificable, sino que también puede ser la culminación de una declinación paulatina, un progresivo debilitamiento de sus bases, que llega al punto final y visible para todos cuando gran parte del daño es total o parcialmente irreversible”. Eso dice también el fallo sobre Uñac, en el considerando 20, del voto de Carlos Rosenkrantz. …  “Ya llegaron tarde, el daño es irreversible…”, debe haber escuchado decir más de un mozo en los bares cercanos a Tribunales.

A juzgar por los antecedentes del mes pasado, la incertidumbre y el miedo a que se posterguen las elecciones hasta agosto seguirá hasta el martes por lo menos. Mientras tanto, todos rezan.

Curitas

“Quiero eco, vuelve a mí, porque/ yo te extraño”, dice Charly García en “Curitas”. Parece que estos versos se los hubiera dedicado a los políticos que van y vienen de Buenos Aires para hacer campañas rápidas e intensas por los candidatos provinciales. Pero Mauricio Macri se salió con la suya. Desparramó críticas contra el oficialismo y como si lo extrañaran, el oficialismo y otros opositores salieron a hacerle eco. La orden fue dada por Osvaldo Jaldo y sus esbirros salieron a responder.  Macri no sólo sacudió a los de la vereda de enfrente sino también a los de su propia casa. No pudo evitar zafar de la interna que los zamarrea en Buenos Aires. Los alcahuetes que lo escoltaron se ocuparon de mantener muy bien informados a Patricia Bullrich y a Horacio Rodríguez Larreta de cada paso y de cada palabra que dijo el ex presidente en Tucumán. Y también trajo eco.

Bancate ese defecto

Los candidatos discuten; algunos hablan de armas y las armas se meten en las escuelas. Ya no sólo lápices llevan en sus cartucheras. Ni hablar de los libros, elementos que no figuran en el vocabulario de esta campaña electoral. A diferencia de lo que viven los tucumanos, en España, candidatos y expertos han empezado a analizar la posibilidad de reducir el uso de computadoras y de volver a los libros sobre los pupitres.

El agotamiento de los candidatos es brutal. Los únicos que permanecen sonrientes y sin despeinarse son las caras de los afiches. En “El retrato de Dorian Grey” Oscar Wilde narra la monstruosa necesidad de permanecer acaso por siempre, en la mejor versión retratada. Las redes sociales saben de esto. Todos quieren parecer buenos mozos o buenas mozas. En cambio, el mozo se conforma con dar un buen servicio y una mejor charla.

Los candidatos llegan al acto final de los comicios ajados pero quieren que los voten por su mejor versión, la de los afiches, que se vuelven un esfuerzo estético y político. Pero capaz que ya se les está pidiendo demasiado...

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