Hablemos de la grieta de los hermanos Laguna Bazán, los herederos de la Casa Histórica

Hablemos de la grieta de los hermanos Laguna Bazán, los herederos de la Casa Histórica

LA ÚNICA IMAGEN. En 1869, el fotógrafo italiano Ángel Paganelli retrató la Casa Históica. LA ÚNICA IMAGEN. En 1869, el fotógrafo italiano Ángel Paganelli retrató la Casa Históica.

Después de hacer los números finales, para saber si en este 2023 llegamos a juntar lo mínimo e indispensable para preparar y cocinar el famoso y bien ponderado locro del 25 de Mayo, mi hijo, Valentín, me pregunta como si él fuera un policía del tiempo y yo un malhechor de la historia, próximo a ser condenado por falso testimonio, “¿qué sé de la Revolución de Mayo?”. 

Trago saliva e inhalo profundamente; exhalo suavemente y reúno mis neuronas del recuerdo de mi paso por la escuela para darle mi mejor versión de aquella semana que comenzó el 18 de mayo de 1810 y se estiró justamente hasta aquel 25, cuando se proclamó la Primera Junta de Gobierno ante la previa caída de la Junta Suprema Central española. 

Mis efemérides pueden ser vagas pero trato de darles forma tomando una escarapela celeste y blanca, levantarla al cielo y mencionar como Domingo French y Antonio Beruti, quienes las repartieron en las puertas del Cabildo Abierto de Buenos Aires (un mito que no todos los historiadores confirman) mientras se producía la invasión del recinto y el pedido de dimisión de la Junta, ante la presión del pueblo.

Tengo la suerte de poder disfrutar del enorme y rico Archivo de LA GACETA, de haber leído a Carlos Páez de la Torre (h) al respecto de lo que pasó en Buenos Aires en aquella época. Y también de gozar de un ida y vuelta sin tapujos con quién te conduce al pasado sin moverte del presente: Facundo Nanni, uno de los jóvenes historiadores de nuestra provincia que no necesita sentarse en el trono de un reino cuántico para embargar cintas en blanco y negro. Con gusto elegimos un café de Barrio Norte y escuchamos una clase magistral de la época.

Esa semana de 1810 fue el primer paso hacia la real Independencia argentina, el 9 de julio de 1816, donde Tucumán fue la cuna del Congreso que juró nuestra libertad ante las banderas españolas.

La dueña del solar más maravilloso del universo

Hija de Juan Antonio Bazán y de Petrona Esteves, Francisca Bazán permanecerá en nuestra historia eternamente. Ella fue quien heredó la casa que el mundo conoce como “Casita de Tucumán”, un título que achica el epicentro donde nuestros líderes políticos juraron liberar al pueblo argentino del Virreinato del Río de La Plata y de una monarquía centralista con sede en Buenos Aires, pero que nos mandaba desde España.

La Argentina Federal se cocinó en Tucumán. Acá se proclamó nuestra Independencia. Según comenta Nanni, Bazán se casó con un español, Miguel de Laguna y Ontiveros en 1762, pero la bandera de su marido no le impidió a sus sentimientos mostrarse a favor de la federalización de Argentina como país.

Donde las aguas sí estuvieron separadas fue entre sus hijos: no todos pensaban como Doña Francisca Bazán de Laguna. La de los Laguna Bazán, al parecer, fue una mesa picante de debate.

La sangre no siempre tira

Entre los hijos de Doña Francisca, el más reconocido fue Nicolás Laguna Bazán, tres veces gobernador de Tucumán (en períodos muy cortos) y ferviente defensor de la apertura del país, desde Buenos Aires hacia tierra adentro. Él creía en eso, en la unión y opinión de los pueblos por igual. Todo lo contrario a Miguel Martín Laguna, cuyos ideales acompañaron a la monarquía española.

Entre los hermanos varones también estaba Juan Venancio Laguna Bazán, el encargado de cobrar los alquileres de la casa que no sólo funcionó como Congreso, sino que años antes pudo haber sido empleada como sede de la Caja General y de la Aduana de la provincia.

¿Cómo habrá sido la relación entre Nicolás y Miguel Martín?

Si fueran tiempos contemporáneos seguro apuntamos a la “grieta política” entre los hermanos. Uno eligió la abogacía, se doctoró en jurisprudencia, integró el Cabildo y se unió a José Moldes para difundir ideas independentistas. Ese fue Nicolás.

En cambio, el otro apeló a la fe, a la religión. Miguel Martín fue sacerdote en Trancas, estudió en Córdoba como su hermano, se doctoró en teología y, según se lee en “Tucumán una historia para todos: de los orígenes al centenario” (2010), de Santiago Rex Bliss, fue el primer tucumano en escribir una historia para Tucumán.

Y de Juan Venancio, ¿qué encontramos? Poco y nada. Quizás fue el predilecto de su madre para realizar, justamente, los cobros de la renta de la casa que Carmen Zavalía Laguna, nieta de Doña Francisca, compró al resto de sus familiares y luego vendió en 1874 al Gobierno Nacional.

Una relación sin ida y vuelta

Federalistas y centralistas usaron la religión cristiana como bandera de guerra y amparo de los heridos. En su libro, Rex Bliss apunta a Miguel Martín como el párroco que incentivó a sus feligreses a levantarse en “contra de la revolución”. Si resultase lo contrario, los calificaba de herejes. Su ingreso al cielo, en caso de morir sin apoyar la causa, era incierto. Las puertas del cielo no estaban abiertas para quienes pensaban diferente. Así, en los dos bandos.

De hecho, Miguel Martín marchó junto a las tropas de Pío Tristán en la Batalla de Tucumán. Enfrentó a Manuel Belgrano, a quien su madre “le tenía un gran afecto”, escribió la pluma de Páez de la Torre (h) en una publicación de LA GACETA del 9 de julio de 2011. Después de la batalla de Tucumán, Miguel Martín fue expulsado de Trancas y de su parroquia. Regresó en 1824 a la ciudad donde nació el actual vicegobernador, Osvaldo Jaldo. Falleció en 1829 liberado de culpas.

Doña Francisca dio a luz en 1772 a Nicolás, quien luchó por la independencia del pueblo hasta su fallecimiento, en 1838. En su tercer mandato como gobernador de Tucumán, entre julio de 1827 y febrero de 1828, su gobierno se destacó por el orden y el respeto a las leyes. También como aliado de los federales del Nordeste y de Cuyo, especialmente del caudillo Facundo Quiroga.

Lo que los libros no nos cuentan es sobre cómo habrá sido la relación de Nicolás y de Miguel Martín tras el triunfo de la Revolución; de si habrán podido sentarse a la mesa familiar de los domingos a conversar. Entonces, dejemos volar nuestra imaginación mientras hacemos la sobremesa del locro patrio y pensemos cómo pudo haber sido.

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