“THE LAST DIVA”. Gina Lollobrigida, en sus tiempos de esplendor como referente icónica de la mujer italiana. reuters
La idea de estrella en el mundo artístico refiere a alguien que brilla con luz propia. Pero hubo un tiempo en que el concepto corría desde atrás de otro, que marcaba una preeminencia en la fascinación del público y al que pocas figuras podían llevar: el de ser una diva, concepto ya inexistente para las nuevas generaciones.
A mediados del siglo pasado, en plena reconstrucción mundial tras la Segunda Guerra Mundial y en una Europa saliendo de sus ruinas, comenzaron a surgir las divas que caracterizarían una época del cine en todo el mundo. La filmografía que surgía de Italia venía atravesada de un neorrealismo gris y denso, propio de su contexto social, hasta que hizo un giro con comedias livianas y optimistas, entre las que se lanzó a la pantalla a una de las beldades del momento, que había competido para ser Miss Italia en 1947, a los 20 años (salió tercera): Gina Lollobrigida.
Su muerte ayer, en Roma y a los 95 (el pasado septiembre se había fracturado el fémur), implica decir adiós no sólo a una figura sino empezar a despedirse de la misma era dorada de Hollywood. Más que reconocer su talento interpretativo (siempre en duda y cuestionado), se valora el haber abierto camino en un terreno complejo y difícil, hasta posicionarse por fuerza propia y un atractivo físico indiscutible. Con Sofía Loren y Claudia Cardinale (ambas más jóvenes que Gina) conformaron un trío de embajadoras italianas en pantalla, aunque distanciadas entre sí: se las consideró ejemplos de magioratas: mujeres de pechos y caderas grandes, y ojos seductores.
Previo al celuloide, la Lollo (como se la conocía) había estudiado escultura y pintura en la Academia de Bellas Artes de Roma, e incursionado en las populares fotonovelas. Así que ya era un rostro medianamente conocido cuando comenzó en roles de relleno en el cine con “Águila negra” (1946), de Ricardo Freda.
Mientras su carrera iba en ascenso, en 1949 se casó con el médico esloveno Milko Škofi, con quien tuvo a su único hijo, Andrea Milko. La pareja terminó divorciándose en 1971 (luego contrajo matrimonio con George Kaufman) y el vínculo con su descendiente se deterioró fuertemente desde 2014, cuando Andrea acudió a la justicia italiana para demostrar que su madre no estaba en facultades para administrar sola su fortuna de unos U$S 40 millones.
En 1950, salta por primera vez el Atlántico: el millonario Howard Hughes la contrata para actuar en Hollywood, pero hablaba muy poco inglés y luego de seis semanas frustrantes (sobre las que declaró haberse sentido constantemente vigilada), retornó a Italia y su carrera despegó definitivamente.
De la mano de directores como Luigi Zampa y Alberto Lattuada ganó terreno en la consideración, hasta que llegó su primer gran éxito. “Pan, amor y fantasía”, de Luigi Comencini y con Vittorio de Sica como partenaire, le valió una nominación a los premios británicos Bafta y el galardón Nastro d’Argento por su ícara Pizzicarella, en el inicio del mito erótico de la muchacha campesina exuberante. De esa época es “Fanfan, la Tulipe”, de Christian-Jacque y junto a Gerard Philipe, que resultó premiada en Cannes y en Berlín.
Ya posicionada desde otro lugar, su debut para la industria estadounidense no podía ser mejor y se codeó con todos los grandes: John Huston rodó “La burla del diablo” en Italia pero mirando a su país, y compartió cartel con Humphrey Bogart y Jennifer Jones. Después vino “El gran juego”, de Robert Siodmak, “Trapecio”, con Tony Curtis y Burt Lancaster, y “Crossed Swords”, con Errol Flynn, mientras iba y venía entre Europa y EEUU.
“La mujer más bella del mundo” fue el título del filme de Robert Z. Leonard, que la unió a Vittorio Gassman en 1955, y un sello para su presencia en la pantalla. Y le valió el primero de los cinco premios David de Donatello, de la Academia de Cine de Italia (dos de ellos, honoríficos). Al año siguiente hizo “Nuestra Señora de París”, con Jean Delannoy y Anthony Quinn en el papel de Quasimodo; seguida de “Salomón y la reina de Saba” , que King Vidor filmó en España con Yul Brynner.
La última etapa
La década del 60 marcó el inicio de su declive, mientras otras actrices (más jóvenes que ella) comenzaban a reemplazarla. Abrió con “Desnuda frente al mundo”, dirigida por Ranald MacDougall, y cerró con “Buona sera, señora Campbell”, de Melvin Frank, su último éxito internacional. En el medio tuvo tiempo para títulos de peso como “Tuya en septiembre” y “Habitación para dos”, ambas con Rock Hudson, “Venus imperial”, con Stephen Boyd; “La mujer de paja” con Sean Connery, y “Hotel Paradiso”, con Alec Guinness, entre otras.
No dejó la industria; la industria la fue dejando, relegándola a papeles que no le permitían lucirse en pantalla, mientras los años pasaban. En los 70 se volcó al otro lado del lente: si bien no avanzó en sus estudios de pintura, fue reconocida como una interesante y sensible fotógrafa, al punto que en 1992 fue elegida para exponer en la Expo de Sevilla. También llegó a la pantalla chica como invitada a distintas series, como “Falcon Crest” y el teatro (se la elogió por “La rosa tatuada”, de Tennessee Williams). Se despidió del cine en 1995, cuando hizo “Las cien y una noches”, de la directora francesa Agnès Varda.
Embajadora cultural de Italia, ícono y símbolo de su reconstrucción social y cultural, la Lollo perdurará como referente de un tiempo que nunca volverá. “Para mí trabajar significa vivir, mantenerme viva, es un placer. Sin trabajo me sentiría perdida”, declaró a la RAI en 2019, antes de grabar el documental sobre su vida “The Last Diva”, una síntesis de lo que fue.
“Pan, amor y fantasía”: el filme de 1953 catapultó a Gina Lollobrigida y le dio su primer premio.
“La burla del diablo”: su desembarco en EEUU fue de la mano de John Huston, y junto a Humphrey Bogart.
“Nuestra Señora de París”: fue una inigualable Esmeralda en la película sobre el jorobado de Notre-Dame.
“La mujer de paja”: atractivo thriller sobre una pareja de amantes y el armado de un homicidio.
“Buona sera, señora Campbell”: este filme sirvió, años después, de base para la primera “Mamma mía!”.
“Falcon Crest”: la serie norteamericana tuvo a la actriz italiana dentro de su elenco en varios capítulos en los 80.











