La belleza ¿debería doler?

La violencia estética es difícil de sentirla porque la ejercemos todos, varones y mujeres. Con la ayuda de medios de comunicación y a través de la publicidad, la sociedad y las redes sociales, la violencia estética se impone más fuertemente sobre las mujeres y su presión es prácticamente silenciosa. Ha evitado durante cientos de años que las mujeres sean libres de prejuicios y acepten su cuerpo y, por el contrario, los ha encorsetado en estereotipos que sobreponen a la delgadez sobre todas las cosas.

“Me gusta la libertad que veo en mi hija mayor. 10 años, cumple 11 casi ya, el 9 de diciembre. Libertad sobre lo que le gusta llevar, sobre su físico y sus gustos. Ojalá se mantenga en el tiempo, pienso mientras lo escribo. Recuerdo hace unos años cuando llegó a casa diciendo: ‘¡Mamá, en el cole me dicen que tengo las piernas gordas!’ o cuando tenía 4 años y llego diciendo: ‘¡Mamá en el cole me dicen que soy un chico porque solo llevo pantalones!’. Seguro que esos comentarios seguirán llegando, pero lo importante es que ella los reciba desde la seguridad de quererse a sí misma. ¡Qué difícil es!”, escribió en su columna la militante feminista Laura Baena, de la comunidad española de “Malasmadres”, en la semana del 25N, en donde inevitablemente las mujeres repasaron las diferentes violencias que las aquejan. “Este sábado fui de compras con ella. Quiere ropa, más allá de los leggins y las sudaderas, que son su uniforme diario, pero no hay manera de encontrar una marca que responda a sus requisitos: - Mamá, que no sea rosa o demasiado colorido, que no tenga brillos y que no sea tan infantil, por favor. Pero sobre todo y más importante, me dice, ‘ropa bonita y cómoda mamá, ¿no existe?’. ‘Esto me pica, esto me tira, esto es muy ajustado, esto es demasiado de chica’. Y así hasta el infinito y más allá. Dos horas de dar vueltas, de probar y cero compras. Bueno sí, otra sudadera, de la sección de ‘chicos’, colores neutros, dos tallas más y ella, feliz”, describió Baena, quien dejó el mundo de la publicidad para convertirse en referente feminista en su país. “El problema de intentar educar en igualdad y en feminismo a nuestras hijas e hijos es que no está solo en nuestras manos”, dijo con seguridad.

“Nos han dicho frases como ‘para estar guapa hay que sufrir’. Si quieres lucir hermosa, tienes que ir incómoda, apretada, con dolor… Recuerdo tantos días la sensación de llegar a casa y ‘liberarme’. Quitarme los tacones, quitarme los vaqueros que me aprietan, la camiseta que me tira o pica, el sujetador que me deja marcas en la piel y ‘respirar’”, describió en sintonía con sentimientos que repiten mujeres de todo el mundo. “El otro día decía mi amiga Gemma Fillol que solo hay que darse una vuelta por un supermercado, por la zona de estética y ver la de mensajes que nos espetan: ‘cuídate, depílate, maquíllate…’ con imágenes alejadas de la realidad, llenas de filtros, que no nos representan. Y que además nos empujan a un consumismo intrusivo y violento hacia nuestra propia identidad. Nunca eres suficiente. Nunca estás lo suficientemente delgada, tonificada, depilada y estirada”. Eso es violencia estética.

Hace un año, aproximadamente, la comunidad argentina de “Mujeres que no fueron tapa”, un proyecto “artivista” y feminista de transformación social lanzó su campaña #HermanaSoltaLaPanza que hoy ya es un libro y un taller de pedagogía “para liberar nuestros cuerpos”. “Nuestros objetivos son mostrar la forma en la que la cultura masiva reproduce y construye estereotipos de género y mandatos; desnaturalizarlo y hackearlo; y construir otras narrativas expandiendo las voces e historias de las mujeres que se construyen por fuera de esos modelos e imposiciones”.

Los resultados de las encuestas on line realizadas a su comunidad de Instagram brindan un panorama de lo que les sucede a muchas mujeres con respecto a los mandatos sobre la belleza: “¿Les pasa de sentirse culpables si no arrancan una dieta para adelgazar o hacen actividades físicas para reducir o tonificar? El 76% de su comunidad respondió que sí y un 24% que no. ¿Les ha pasado de sentir que si no empezamos la dieta o el gimnasio somos unas ‘fracasadas’, ‘sin fuerza de voluntad’? Un 72% dijo que sí y un 28%, no”.

En sus espacios en redes sociales y web volvieron a cuestionar a algunos medios que continúan publicando noticias que proponen que “Llorar con ganas ayuda a bajar de peso” o cómo Luciana Salazar mantiene su cinturita de 54cm. “Fomentadores de la cultura del hambre y la violencia sobre los cuerpos de las mujeres ejercida a través de los hábitos y rituales de la ‘belleza’. Ya no alcanza con el viejo y violento 90 - 60 - 90; ahora quieren menos, hasta que desaparezcamos. Se aplaude una cintura de 54 cm, se indaga sobre el secreto para lograrlo. El mensaje es que esas buenas mujeres, las que sirven de verdad, las que valen y las que son visibles, son las que están dispuestas a exponer sus cuerpos al hambre, la extenuación, la mutilación y el dolor, las que están dispuestas a perder su tiempo valioso, su energía vital, su creatividad en reducirse, achicarse, hacerse menos, cada vez menos”.

Con esa publicación lanzaron nuevamente la campaña #HermanaSoltaLaPanza invitando a que mujeres de todo el país y el mundo envíen fotos de sus panzas.

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