En la Argentina, si no se sufre, no vale

En la Argentina, si no se sufre, no vale

Si no se sufre, no vale. La reflexión popular, tras la inesperada derrota de la Selección Nacional ante Arabia Saudita bien puede resumir lo que nos pasa a los argentinos en todos los órdenes de nuestra vida diaria. Vivimos al límite. El país se acostumbró a transitar crisis tras crisis. El exitismo está tan incorporado a nuestro ADN como la derrota misma. Será por eso que la sociedad se autoconsuela con la épica, con la remontada. Los argentinos son considerados en el mundo como pilotos de tormenta. Pero, ¿alguien puede parar la pelota para planificar cómo hacer frente a la próxima tempestad sin que eso implique más frustraciones?

Ayer, tanto en la Casa Rosada como en la Casa de Gobierno tucumana había cara de espanto. Y no sólo por la derrota deportiva frente a los árabes. También por el impacto de ese resultado en el humor social a casi 40 días de cerrar este inflacionario 2022. La preocupación tiene su base argumentativa: más allá de que el Gobierno le ha puesto plata en el bolsillo a los empleados públicos, el efecto de esa decisión tiene corto alcance si se toma en cuenta el ritmo de incremento de los precios de los productos esenciales para la canasta familiar. Antes del cierre de esta semana, varias consultoras privadas darán a conocer sondeos respecto del ánimo de los argentinos. Los que han trascendido hasta el momento tienen un común denominador: la inflación.

Ese aumento sostenido de los precios incide en los hábitos de consumo. Según una encuesta realizada recientemente por D´Alessio IROL-Berensztein, la mayoría de los argentinos consultados manifiesta que ha reducido el consumo en distintos rubros: ropa, comida (incluyendo carnes por encima del 50%), salidas, entre otros. También por la inflación han pospuesto otros consumos: viajes, reparaciones en el hogar, cambiar el auto, realizar fiestas, entre otras. La pregunta, entonces, es ¿cómo hicieron aquellos que se tomaron un avión rumbo a Qatar para costear gastos dolarizados? Muchos de ellos son argentinos que residen en otros países y que tuvieron que emigrar de aquí porque no tenían posibilidades de crecer y de desarrollarse profesionalmente. Pero otra parte importante corresponde a lo que quedó de la clase media, que se sobreendeudó para darse un gusto o hasta se animó a vender un bien con tal de asistir al Mundial.

Más allá de estas especulaciones, lo llamativo del sondeo es que ocho de cada 10 participantes indicaron que sus ingresos se encuentran por debajo de la inflación. Un 21% señaló tener ingresos que equiparan a la inflación y pertenecen al sector de cuenta propia/profesional. De todas maneras, la mayoría no cree que su situación actual pueda mejorar en un futuro cercano. En el caso específico de Tucumán, si una familia tipo tuviera que depender de un solo salario (público o privado), no podría superar la línea de la pobreza. En octubre, la Canasta Básica Total tucumana (CBT) superó los $ 120.000, un ingreso que un empleado público podrá alcanzar en enero del año que viene, si se toma en cuenta el reajuste del 30% y el bono extraordinario.

El bolsillo no da para más. Los reajustes continúan algunos más silenciosos que otros. La Argentina va hasta contra sus propias frases popular. Una de ellas viene siendo abatida hace algunos años, la que decía “a vos es más barato vestirte que alimentarte”. La realidad la derribó. Sólo en el último año, el valor de la indumentaria y del calzado se ha incrementado un 101,5%, según la Dirección de Estadística de la Provincia. En los últimos cinco años, se trata de la mercadería que más aumentó, de acuerdo con el Monitor de precios relativos de la Argentina, elaborado por el Instituto Argentino de Análisis Fiscal (Iaraf). Para adquirir hoy una unidad de prendas de vestir hay que destinar un 31% más de otros bienes y servicios que lo que se destinaba en diciembre en 2017. Es el juego de la frazada corta. Además de las remarcaciones de precios en los comercios, la sociedad observará también reajustes impositivos a partir del primer día de 2023. “Observando la actual situación económica y social, se considera razonable fijar un incremento de un 45% sobre la valuación fiscal vigente”, se explica en el decreto 3.673/3, firmado por el gobernador interino Osvaldo Jaldo y por el ministro de Economía, Eduardo Garvich. La justificación tiene que ver con una suerte de reducción del revalúo, ya que, según consideran las autoridades, el valor de las propiedades siguen lejos de los precios del mercado.

Independientemente del resultado del Mundial de Qatar hay dos cuestiones que ni el oficialismo ni la oposición podrán eludir hasta el cierre del año: las tensiones económicas y la falta de coordinación política. Ni el Frente de Todos ni Juntos por el Cambio se ponen de acuerdo para elaborar un plan que saque a la Argentina de la crisis. La primera coalición ya agotó tres de los cuatro años de mandato; la segunda sigue envuelta en sus internas, tanto a nivel nacional como local. Si no hay acuerdo puertas adentro, ¿qué tipo de soluciones pueden esperar los argentinos de cara a un año electoral?

El atraso cambiario es más evidente que siempre. Las variables de mayor uso están en la zona de los $ 300, pero hay operadores que observan que el verdadero valor de la divisa estadounidense debería estar en torno de los $ 400. La deuda en pesos es preocupante. Un proceso de consolidación fiscal es imprescindible para la sostenibilidad de la deuda (tanto en pesos como en moneda extranjera), dado que tiende a reducir las necesidades de financiamiento y a generar una mejora en las expectativas del mercado, lo que le permitiría al Tesoro mejorar las condiciones de endeudamiento en pesos en el corto plazo y recuperar el acceso a los mercados financieros internacionales a mediano plazo, advierte la consultora Ecolatina.

Sin una acumulación sostenida de reservas internacionales en el Banco Central y sin señales de reducción real del gasto público es imposible que el Gobierno le cambie el humor a la economía y que se cumpla la proyección del ministro Sergio Massa de llegar a abril con una inflación promedio mensual cercana al 4%. Un año electoral alimenta la emisión monetaria y 2023 parece que no será la excepción a la regla. Más sufrimiento para el bolsillo.

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