Más mujeres le dicen adiós al manual de la madre perfecta

Más mujeres le dicen adiós al manual de la madre perfecta

Los mandatos culturales van quedando de lado y hoy la maternidad se vive desde un lugar menos culposo y más genuino. Hay que bajar el nivel de exigencia y dejar de decir que hay mamás buenas y malas.

IMPERFECTA Y FELIZ. Así se siente Lorena Juárez, mamá de Bernardita, de 15 años, Sophia, de 13, y Lucas, de 11. IMPERFECTA Y FELIZ. Así se siente Lorena Juárez, mamá de Bernardita, de 15 años, Sophia, de 13, y Lucas, de 11.

¿Cuántas veces te has sentido una madre imperfecta? La crianza con apego, la comida saludable, la disciplina positiva, la contención. Es tanta la exigencia que a veces resulta imposible no sentirse una mala mamá. Lo bueno del caso es que son cada vez más las mujeres que hablan con naturalidad de eso, y lo hacen con humor, sin sentimientos de culpa por romper con las expectativas ajenas y por decirle adiós al manual de la madre perfecta, que durante años nos colocó en un papel de abnegación.

“Soy la imperfección caminando”, dice, entre risas, Deborah Martín Nilsson, mamá de Kristian, que acaba de cumplir 18 años. “Mi hijo siempre me tiene que hacer acordar de todo lo que  hay que hacer”, confiesa.

Lorena Juárez cuenta que ella fue criada en una familia donde la imagen de la mujer era de ama de casa y muy dedicada al cuidado de los hijos. “Si bien mis padres me incentivaron a seguir una carrera, siempre pesaba la idea de ser madre full time. Tuve que romper con ese ideal. Soy mamá y profesional. Dedico mi tiempo a ambas cosas. Siento que soy imperfecta desde el día uno que nació mi primera hija. Ahí me di cuenta que no sabía nada. Aprendí a ser madre con cada uno de mis hijos, respetando sus individuales, y sigo aprendiendo día a día con ellos”, cuenta Lorena, que es profesora de nivel inicial y mamá de Bernardita, de 15 años, Sophia, de 13, y Lucas de 11.

La docente confiesa que no siente culpa cuando viaja sola para hacer cursos o cuando se toma unos días de descanso lejos con su esposo, Lucas. Sale con sus amigas y cuando debe hacer doble jornada laboral no reniega. “Creo que lo importante es la calidad de tiempo que le brindás a los hijos, y no la cantidad. A veces a los tres les digo: ‘es la madre que les tocó’. Y ellos me contestan que es la mamá que necesitan. Ahí me doy cuenta que tengo una buena aceptación de mi forma de ser Madre. El mensaje que les quiero dejar a ellos es que se puede ser mamá, profesional, amiga, compañera... que ser madre no impide realizar sueños, proyectos y metas”, reflexiona.

¿Qué está pasando?

Desde hace un tiempo, las mujeres se vienen liberando del mandato histórico de la madre “perfecta”. Son más empáticas y horizontales, capaces de defender sus deseos y armonizarlos con las demandas de sus hijos. Aunque muchas admiten que no es fácil: el ideal maternal del amor incondicional, la abnegación y la presencia sin medida sigue bastante vigente en algunas familias.

Lo que se está cuestionando en las nuevas generaciones es el imperativo de “ser o no ser buena madre”. La psicóloga Camila Menéndez Toro, especialista en maternidad y crianza, explica que en los últimos años, por una conjunción de muchos factores, cada vez más mujeres deciden interpelar el discurso de la maternidad como único destino de las mujeres.

También, según la especialista, se está cuestionando la visión idílica de la maternidad. “Hablo de ese modelo edulcorado o romántico de la madre abnegada que todo lo puede, que trabaja un montón de horas fuera de casa y que sigue a cargo en su tarea del cuidado del hogar y de la casa. Desde las redes sociales y también muchos profesionales desde la salud mental empezaron a cuestionar ese discurso. Esto de señalar qué es ser una buena madre o una mala madre encierra muchísimos estereotipos de género que en muchas ocasiones desencadena culpa y termina siendo complicado subjetivamente para la mujer”, señala la fundadora de Matrescencia y coordinadora del Programa Taficeñitos, que es un espacio de Tafí Viejo para acompañar a mujeres durante el embarazo y la crianza.

“Lo que vemos hoy es que más mujeres se animan a reconocerse como madres imperfectas”, remarca Menéndez Toro. Insiste en que es necesario profundizar la discusión de los estereotipos y plantear que no hay madres buenas o malas. “Hay madres que tratan de acompañar las crianzas desde un lugar amoroso, desde un lugar que permite el desarrollo de las infancias. Y en ese camino hay un montón de dificultades. Somos sujetos y es normal que cometamos errores todo el tiempo. El gran desafío es ir revisando esos errores y volver a intentar. Ningún extremo es bueno ni saludable. El estereotipo de la maternidad rosa y edulcorada es insostenible en una sociedad como la actual. Tampoco la mala madre; aunque todas tenemos un poco de eso”, evalúa.

Myriam Bulos, psicóloga y fundadora de un espacio para la maternidad, Maternitas, explica que según ve en su consultorio muchas mujeres se sienten desbordadas por el trabajo, la casa y el cuidado de los hijos. “Hay que bajar el nivel de exigencia que suele darse a la maternidad. Es bueno reconocer que somos imperfectas y que cometemos errores y omitimos cuidados. Nos equivocamos a medida que el niño crece. Existe un displacer, una incomodidad que el niño puede soportar. La clave está en que estas experiencias desagradables no sobrepasen el punto de la tolerancia”, aclara.

Suficientemente buenas

Bulos se refiere a una expresión creada por el psicoanalista británico Donald Winnicott, quien plantea no existen las madres perfectas. El habla de mamás “suficientemente buenas”. ¿De qué se trata esto? “Se puede ser el mejor apoyo posible para los hijos, para que aprendan a ser independientes y crezcan con autoestima, seguridad y humildad, sin la presión de tener que ser perfectos. Hay que aprender de la experiencias negativas, e ir entrenándolos a la tolerancia y la frustración”, sostiene Bulos.

Ser suficientemente buena es, por ejemplo, si podés identificarte con las necesidades de tu hijo y no sustituirlas por las tuyas, remarca. “Los niños necesitan, sobre todo, ser mimados, que les digamos cuánto nos importan y que son muy valiosos. Hay que bajar las exigencias y disfrutarlos más. Hay que aprender de los hijos, que viven cortos momentos con intensidad y pasión”, resume.

Bajo la lupa

Si no tiene ganas de cocinar y les da comida chatarra una vez por semana. Si quiere trabajar todo el día y tener una niñera que los atienda. Si no desea darle la teta. Si no le importa que vaya con el uniforme arrugado a la escuela. Si no está en el chat de mamis y no hace los deberes con ellos. Si no suspende una salida con sus amigas porque el niño se enfermó. Si les da el celular una tarde completa porque quiere tiempo para descansar.

Por estas situaciones más de una madre estaría bajo la lupa. Sin embargo, cada vez más mujeres deciden desafiar el manual no escrito de la madre perfecta. “Creo que la imperfección es el equivalente a una madre feliz. Enloquecerte por hacer todo al pie del cañón no vale la pena. Una mamá tranquila es mucho más valiosa para un hijo. Hoy existe tanta información, que una madre preocupada por sacar lo mejor de sí misma puede sentirse sofocada fácilmente”, sostiene Florencia Jerez, que tiene una pequeña de casi dos años.

Ella se considera imperfecta sobre todo a la hora de las rutinas. “Muchas veces me enojo y grito. He leído sobre crianza respetuosa y la sigo. Trato de aplicarla, pero soy humana; me enojo, me frustro, me siento mal. Pero no me cuestiono. Elijo ser imperfecta, aceptarlo y sentirme feliz. Sentir que le puedo dar lo mejor, que crezco junto a ella y aprendemos juntas día a día”, apunta. Al igual que las otras mamás, asegura que esa imagen idílica, de una incondicionalidad y abnegación total, de estar orgullosamente feliz de dar todo por los hijos, ya no existe. Es una ilusión inalcanzable.

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