Una sociedad que busca emociones en un espacio de ficción

Una sociedad que busca emociones en un espacio de ficción

“Caníbal dramáticus” cuestiona la significación del teatro y su sentido como ritual. La instancia política de la propuesta.

UN RITUAL MUERTO. “Caníbal dramáticus” cuestiona cómo se ve teatro. UN RITUAL MUERTO. “Caníbal dramáticus” cuestiona cómo se ve teatro.
23 Julio 2022

Los habitantes de una ciudad han perdido la capacidad de emocionarse, y para recuperarla recurren al teatrum, un abandonado oficio pagano-religioso. A partir de esta idea se construyó “Caníbal dramáticus”, la obra que se repondrá esta noche, a las 21, en Puerto Cultural Libertad (Las Piedras 1.850).

“El texto es fuerte pero poético, transgresor pero sugerente y estimulante. Mete el aguijón del nihilismo, pero no entristece. Tampoco es agresiva, aunque si cuestionadora desde una pose de adivinanza. Es una obra muy lúdica, con muchas acciones, dispositivos móviles y significantes; utilería, máscaras, coreografías, muñecos y títeres, pero todo en tono de parodia abúlica. Es una obra barroca y desafiante, no apta para gente vaga en análisis o que busca la comodidad aburrida”, define Pablo Gigena, autor y director de la propuesta.

Sobre el escenario están Noé Andrade, Claudio Gigena, Daniel Pero, Solana María Alonso, Carina Morales Estrada y Leonel Fadel, quienes interpretan los arcanos teatrales, en personajes mixturados: actortriz, espectrador (un espectro que asiste al espectáculo), predicador, señore grabación y Dionisios, que se presenta “medio dormido o drogado o soñante o semiausente, que no está muerto, pero es peor que si hubiera muerto”. “Juegan a hacer el ritual teatral para convocar las emociones que han muerto en la sociedad. Por más que pinten de oro sus lágrimas y amplifiquen sinfónicamente sus risas, esta sociedad se caracteriza por estar vacía; por su carencia de humanidad, precisa actuarla y consumirla, mintiéndose mentirosamente a conciencia”, detalla el director.

“Todos los ritos son perversos, hasta el del teatro. La obra representa el aborto del rito como entretenimiento humanizante. Habla del velorio de 1.000 años del teatro, ese espacio de seudoencuentro emocional, en el que se juntan pedazos de muertos para fabricar un cuerpo vivo, como dice un personaje. No trato de los cuentitos del teatro, de temáticas. El tema es el mismo rito teatral, como símbolo del velorio de la civilización. Esta sociedad acude a su propio velorio, actuando discursos que nacieron muertos porque no se cumplieron. Y sus componentes, opresores y oprimidos, somos las momias que actuamos a actuar nuestra decadencia y derrota mutua, creyendo que repitiendo los rituales se mejorará la sociedad”, sentencia.

Gigena afirma que “las sociedades no avanzan, sino que retroceden; no hay futuro en el teatro ni en la vida, lo único que es perpetuo son los ramalazos de canibalismo que surgen. Más que presente pasado o futuro, la obra representa a las sociedades atrapadas en todos sus tiempos”.

“La gente asume como verdadero que el arte sea el último refugio de las emociones, pero es teoría falsa. Se va al teatro para jugar a encontrar emociones, pero son pura ficción, es el rol absurdo que se le ha asignado al arte. ¿Para qué querríamos los artistas reproducir en la escena las emociones burguesas que dan vergüenza? Es obsceno que la gente que no siente nada con la horrible realidad que vive a su alrededor actúe que se emociona con esas mismas situaciones en un teatro. Va a ver espectáculos para hacer catarsis en el peor sentido del término, y es muy triste que seamos complacientes o cómplices de esa perversidad”, sostiene. Por el contrario, asevera que “el arte debería ser por excelencia el refugio de la transgresión”.

“Si el teatro desaparece queda el consumo. Desde el principio es un evento social, esclavo de los sistemas de gobierno y de los estándares de las clases dominantes. Hasta la cumbia villera es un privilegio de las clases dominantes para burlarse de los sectores populares y organizarles y venderles sus propias limitaciones y repeticiones. El teatro genuino, que no se siente representado ni quiere representar a la sociedad, está en lucha de muerte contra esa sociedad; la paradoja es quesin ella le cuesta sobrevivir por su condición de presencial. La pandemia no tocó para nada mi práctica o pensamiento teatral; lo que amenaza al teatro es el capitalismo, que yo llamo canibalismo patético de las clases dominantes”, concluye.

Tamaño texto
Comentarios
Comentarios