“Pipo” Pucci y su mirada sobre la “destrucción” de Tucumán

“Pipo” Pucci y su mirada sobre la “destrucción” de Tucumán

 la gaceta / foto de franco vera la gaceta / foto de franco vera

Todo hace creer que la República Argentina está llamada a rivalizar en su día con los Estados Unidos de la América del Norte, tanto por la riqueza y extensión de su suelo como por la actividad de sus habitantes y el desarrollo e importancia de su industria y comercio, cuyo progreso no puede ser más visible.

“Diccionario enciclopédico ilustrado”

Academia Española, 1919

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Da la casualidad de que hoy se cumplen dos aniversarios en apariencia inconexos, pero que bien puede ser tamizados por el mismo prisma.

- El 15 de julio de 1883 se concreta la primera llamada telefónica entre Buenos Aires y Rosario. Se emplearon aparatos de fabricación alemana, unidos por los 360 kilómetros del alambre del telégrafo. Nunca en Sudamérica se había establecido una comunicación a semejante distancia.

- El 15 de julio de 1963 salió de la línea de montaje el primer Ford Falcon fabricado en el país. Hasta que se dio de baja el modelo, en Argentina se produjeron alrededor de medio millón de unidades. El coche, uno de los favoritos de la entonces pujante clase media nacional, sólo se hacía en otros dos países: Estados Unidos y Australia.

Comunicaciones e industria. Otras visiones, otros liderazgos. Otra Argentina.

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Tucumán perdió esta semana a Roberto Pucci, intelectual que abonó el campo de los estudios históricos a lo largo de una extensa carrera. Egresado del Gymnasium, Pucci hizo política bajo la bandera del Frente de Izquierda Popular (el extinto FIP, cuyo lema era Nacionalismo Popular-Socialismo Criollo), integrado en 1973 a la coalición que llevó a Héctor Cámpora -y luego a Juan Domingo Perón- al poder. Pero con el correr de las décadas, aquel Pucci que había sido candidato y llamaba a “votar por Perón desde la izquierda” fue trazando un llamativo arco ideológico hasta desembocar en un acérrimo antiperonismo. En febrero del año pasado, en ocasión de la muerte de Carlos Menem, escribió uno de sus últimos artículos para LA GACETA y allí responsabilizó al peronismo de haber construido “el país de pobres, mendigos y gente sin trabajo que somos hoy”. Pucci murió a los 70 años, con un libro sobre Juan Bautista Alberdi en prensa. Hablemos de parte de su legado.

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Interesante, didáctico, muy bien documentado y decididamente polémico. Así es “Historia de la destrucción de una provincia-Tucumán 1966”, libro en el que Pucci aborda las causas y efectos del masivo cierre de ingenios concretado por la dictadura de Juan Carlos Onganía. La palabra destrucción que eligió para el título no fue un capricho; la tomó (por sugerencia de Julio Ardiles Gray) de la “Brevísima relación de la destrucción de las Indias”, allí donde Bartolomé de las Casas puso en palabras lo que estaba sucediendo en el continente a caballo de la conquista española. Así como el fraile dominico denunció la devastación de una cultura -la americana-, Pucci sostuvo que el golpe al corazón de la industria azucarera del 66 fue mortal para un proyecto económico y social -el tucumano-. Su hipótesis pasa por la descripción de un complot, cuidadosamente armado en Buenos Aires a partir de un concepto, el de sacarofobia, que implicaba relacionar la simbiosis Tucumán/azúcar con la suma de todos los males. Complot que le debió su éxito a la complicidad de un poderoso vecino del norte. Según Pucci: “desde el momento en que el ingeniero Herminio Arrieta se convirtió en propietario y conductor del ingenio Ledesma por un afortunado matrimonio, procedimiento repetido años después por su yerno Carlos Pedro Blaquier, la clase dirigente porteña contó con su propio enclave azucarero en el trópico jujeño y, poniendo en juego todos sus recursos políticos y económicos para hacer de aquel feudo una fortaleza, se dispuso al combate a muerte para aniquilar la autonomía, la economía y la entera sociedad de Tucumán”. La teoría del complot explicitada por Pucci victimiza a los industriales tucumanos y, en buena medida, los exculpa de lo sucedido en 1966. Toda una invitación a la polémica.

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De lo que se ocupó Pucci, más allá de su posicionamiento a la hora de escribir el libro, fue de rescatar aquel Tucumán que tuvo un plan, una visión. Que contó con líderes dispuestos a conducir la provincia hacia un horizonte y obraron en consecuencia. Según Pucci, ese destino común, apuntado a la grandeza, sucumbió por culpa de factores mayormente externos. El análisis de su obra se enmarca en un contexto muy amplio, como es el de los abundantes y excelentes trabajos que sobre el tema vienen desarrollando los cientistas sociales tucumanos desde hace décadas. De lo que termina tratándose “Historia de la destrucción de una provincia” es de una metáfora sobre la Argentina. Aquella pionera en comunicaciones y en industrias. Y la de hoy.

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Hay demasiados mitos dando vueltas en el imaginario nacional (con “la Argentina potencia” y “el granero del mundo” a la cabeza), la idealización de un pasado glorioso que es, cuanto menos, discutible. Más concretos son los datos, los hechos que demuestran todo lo bueno que se hizo, los planes que se trazaron y los objetivos que, por distintos motivos, quedaron a medio camino. Los españoles pensaban hace 100 años que la Argentina estaba decidida a jugar un rol preponderante en el concierto mundial; eso es un hecho. El país dio algunos pasos en esa dirección, hasta que en algún momento se detuvo. Intelectuales como “Pipo” Pucci nos ayudan a pensar por qué. Con sus contradicciones, sus polémicas y sus certezas. Como la Argentina misma.

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