Homenajes a Julia Alessi de Nicolini

Homenajes a Julia Alessi de Nicolini

16 Junio 2022

Gracias por haber encarnado los genuinos valores del Humanismo

Susana Maidana

Profesora emérita de la UNT

Escribo estas líneas en primera persona porque no puedo referirme a Julita poniendo a un lado mis sentimientos. Mi vida académica en la UNT estuvo íntimamente relacionada con ella y me siento su deudora. La conocí el día que volví a entrar en la Facultad de Filosofía y Letras, tras ocho largos años de ostracismo, por haber sido cesanteada durante la dictadura militar.

La sensación de extrañeza que significó entrar nuevamente a la Facultad de Filosofía y Letras, convertida en un territorio extranjero, fue mitigada por la mano generosa, que me extendió Julita Nicolini. ¿Cómo no agradecer su nobleza y don de gente?

Recuerdo una de las primeras reuniones del Departamento de Filosofía, luego de mi obligada ausencia. Ante la mirada recelosa de algunos colegas, Julita me ofreció, sin conocerme, un lugar en su cátedra de Introducción a la Filosofía. Desde ese momento tejimos una historia de afecto y reconocimiento intelectual.

Al poco tiempo, la Jefa de cátedra se transformó en maestra y amiga. No debe haber algo más importante que ser amigo de personas que piensan diferente y que, siendo diferentes, son capaces de quererse y respetarse.

Julita era profundamente religiosa y yo, atea, aunque siempre me decía que mis actitudes eran las propias de una cristiana. Ella era una enamorada de Karl Jaspers, del personalismo de Emmanuel Mounier, del existencialismo cristiano, de Martin Buber; y yo, una apasionada por la modernidad y el escepticismo. Ella sabía cantar y lo hacía permanentemente, mientras, en mi caso, jamás lo intenté, consciente de mis limitaciones.

Pero no solo compartíamos la pasión por la docencia, sino la admiración por el griego, porque estábamos convencidas de que esa lengua abría las sendas para descubrir el sentido de los términos y sumergirnos en la profundidad filosófica. También nos gustaba el idioma inglés, su cine y su literatura.

No sólo compartíamos las actividades en la Facultad sino que me invitaba a dar cursos en Jujuy y en Santa María, Catamarca. Esos viajes tenían un plus porque ellos me permitieron incursionar en el patrimonio arquitectónico del norte y gozar de sus capillitas, gracias a las visitas guiadas del arquitecto Alberto Nicolini, gran compañero de viaje. Estar con ellos era una aventura del pensamiento y un homenaje al amor, que ellos simbolizaban.

Las clases de Julita eran atrapantes, al punto de que jamás debía pedir silencio al auditorio de más de 1.000 estudiantes del entonces Salón de Actos. Atraían sus ademanes, sus acotaciones y su permanente invitación a preguntar y a dialogar.

Su casa tenía siempre las puertas abiertas para recibir a colegas y estudiantes y generaba esa atmósfera cálida que deleitaba con la conversación amena y la torta galesa, cuyo sabor sigo extrañando.

La enfermedad atrapó su memoria pero no logró borrar su cariñosa sonrisa al ver el rostro de alguien a quien había querido. En nuestros últimos encuentros atesoro su mano apoyada sobre mi pierna y, con suaves golpecitos, me preguntaba sin nos queríamos y hacía cuánto éramos amigas.

Querida maestra, jefa y amiga: me siento virtuosa de haberte conocido y gozado de tu saber y de tu amistad. Dejaste huellas en cientos y cientos de estudiantes y colegas que te han leído, escuchado y frecuentado. Gracias por haber encarnado los valores más genuinos del Humanismo, tan necesarios en el mundo actual que parece haberlos desechado. Gracias, nuevamente, y siempre.

Nos enseñó a celebrar la vida

Julio Saguir

Licenciado en Filosofía y en Historia

La filosofía es pensamiento, reflexión. Mucha veces comprometida. Según algunos autores, el origen de tal pensamiento y reflexión puede ser el asombro (Aristóteles); la duda (Descartes); las situaciones límites (existencialismo). Para Julia Alessi de Nicolini, tal origen era la celebración. La celebración de la existencia y de la vida. La celebración de la existencia y la vida como esperanza.

“Julita” (como la conocimos y referimos casi todos) gestaba el pensamiento y la reflexión a partir de tal compromiso con la vida, y la esperanza que ello suponía. Sus clases, sus charlas, sus conferencias, transpiraban tal convicción. ¿Cómo olvidar aquellos salones llenos de la Facultad de Filosofía y Letras, cuando las clases de Introducción a la Filosofía se transformaban en un comentario a “Fiesta”, en la voz de Joan Manuel Serrat; o al encuentro del Principito con el Zorro para celebrar la amistad; o a la percepción ácida de Mafalda sobre las contradicciones y malestares de la sociedad? “Fiesta”, el Principito y el Zorro, Mafalda, eran los recursos pedagógicos de una maestra para inducir el pensamiento, la observación, la crítica. Para saltar del aquí y el ahora a la inevitable travesía de la filosofía hacia la reflexión personal y social; hacia la cultura contemporánea, sus problemas y desafíos. Eso mismo que reflejaba en tantas exposiciones y artículos. Observar para pensar; pensar para celebrar; celebrar para esperar, más y mejor. Con Julita, la filosofía “aterrizaba”. O mejor, “despegaba”.

Hay maestros que perduran por habernos dejado notables esquemas para pensar y ver con mayor claridad y rigor. Hay otros que permanecen por habernos dado los motivos para no cesar en esa tarea. Para no ceder. Para esperar siempre. Activamente.

Hasta siempre, profesora. Usted ya está celebrando.

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