Wine bars, una apuesta que se consolida en Tucumán

Wine bars, una apuesta que se consolida en Tucumán

En los bares de vinos podemos disfrutar de esta bebida por copa y maridada. Recorremos dos lugares que se imponen en Barrio Sur como alternativas a las cervecerías artesanales.

Wine bars, una apuesta que se consolida en Tucumán FOTO LA GACETA / JUAN PABLO SANCHEZ NOLI

Hasta antes del 2001, los bares de vino estaban desplegados alrededor del país, eran considerados mecas en donde la bebida sacaba a relucir su espíritu libre. En ellos, los visitantes podían degustar del tinto, blanco o rosé sin tanto ceremonial ni protocolos. Luego, llegó la crisis y la mayoría de los antiguos bodegones bajaron sus persianas.

En esta época de sibaritas curiosos y cervecerías que germinan en cualquier esquina, la “vieja escuela” se renueva con propuestas locales que nos seducen a cambiar el porrón por una copa ancha.

Liberté, Égalité, Fraternité

A mitad de semana, un montón de mesitas con sillas turquesas se desparraman en la vereda de calle Jujuy al 500. Allí funciona Alcurnia wine bar (@alcurniawinebar); un local que le da vida a Barrio Sur hasta las dos de la madrugada.

La propuesta pertenece a la lista de emprendimientos que surgieron en plena pandemia (a mitad de 2020). Sin embargo, ahora ya se mimetiza a la perfección en la postal urbana.

Su creación nos lleva a una historia de sueños, espacios vacíos y gargantas secas. “Para tomar un vino en Tucumán los únicos escenarios posibles eran las casas o los restaurantes (con ofertas más acotadas y muy parecidas entre sí). Sin alternativas intermedias, nos propusimos crear un lugar en donde este sea el único protagonista”, detalla la sommelier Ayelén Brandan.

En un ambiente descontracturado y popular, las risas y brindis se repiten cada noche. Esta sensación es la que cambia las reglas del juego: no es necesario saber sobre vinos, sino tener ganas de probarlos. Con su lema, la intención se confirma “el linaje lo hacemos nosotros. Ni sangre azul, ni apellidos ilustres...”.

Wine bars, una apuesta que se consolida en Tucumán FOTO LA GACETA / DIEGO ARÁOZ

El nombre representa una burla sutil a la creencia desacertada de que la bebida permanece reservada para la gente más refinada o pudiente. “Todavía hoy vemos que se intenta sostener esta mirada esnobista. Es un error porque el vino estuvo en los hogares desde siempre. Al pensar en nuestra niñez seguro aparece la imagen de un pariente preparando un vino con soda para el asado o en circunstancias similares. Este forma parte de nuestra cultura”, explica su dueña.

En su caso, aún perdura el recuerdo de su abuela. “Tampoco resulta casual que porte el título de bebida nacional. Por esas razones, decidimos hacer nuestra propia alcurnia. El mundo del vino es complejo y hermoso, pero también simple: te gusta o no te gusta; de ahí partimos”, agrega.

Para tentar al público joven (entre 25 a 40 años), el wine bar cuenta con más de 200 etiquetas que son renovadas al pasar el tiempo. Los vinos se ofrecen por copa -a elección de la casa- o pueden comprarse por botella y tomarse allí sin cobros extra por su descorche o el servicio.

“En especial, buscamos trabajar con proyectos chicos, bodegas boutiques o vinos que por lo general no aparezcan en otras góndolas. Está de más decir que los de nuestra provincia son los favoritos de muchos”, destaca Ayelén.

Como acompañamiento, el menú incluye tablas de quesos, picadas y pizzetas que salen derechito de la cocina hacia la boca de los fans del after office, cumpleañeros, vecinos o estudiantes ociosos.

Maridaje

Al entrar a Maridaje (@tiendamaridaje), lo primero que resalta es una pared cubierta de botellas que escalan hasta el techo; por el resto, su esencia habla de una tienda delicatessen. Desde fines de 2021, este wine bar copó la esquina de Buenos Aires al 700.

“Nuestro sello característico consiste en que todos los productos que vendemos son de industria nacional. Al iniciar el proyecto, la idea era demostrar que en Argentina tenemos materia prima de muy buena calidad y con nada que envidiarle a los artículos importados”, explica Agustín Díaz.

En este altar dedicado a los placeres comestibles aparecen chocolates (Bariloche), embutidos (Córdoba), especias (Patagonia), yerba mate de autor (Misiones) y quesos de cabra (Cafayate).

Wine bars, una apuesta que se consolida en Tucumán FOTO LA GACETA / JUAN PABLO SANCHEZ NOLI

Por su lado, las etiquetas de los vinos nos hacen viajar por el interior de la provincia, el Noroeste, Cuyo y Sur del país. “Nuestra impronta es anteponer la elaboración artesanal. En el catálogo tenemos, por ejemplo, vinos orgánicos (libres de pesticidas y sulfitos) y veganos certificados”, acota Mariano Díaz, otro de los prietarios de este negocio familiar.

Para el emprendedor, el concepto de bar de vino marca un corte en nuestros hábitos. “Cuando los tucumanos vamos a una cafetería o negocio de comida solemos pasarnos horas sentados junto a alguien. La experiencia del wine bar es la de un lugar de paso más rápido, pero que conserva ese factor social”, compara.

El público que asiste a Maridaje ronda de los 40 en adelante. “Suele tratarse de parejas (de amigos o románticas) que se reúnen directamente con el propósito de ponerse al día o probar y dar sus opiniones sobre el vino que eligieron”, enfatiza. Por semana, el local realiza una selección distinta de marcas (permitiendo elegir entre tintos, blancos o rosados) para servir por copa. “Si no, el sistema funciona eligiendo algo de la bodega y luego sentándose. Para acompañar ofrecemos picadas y sándwiches gourmet fríos y semifríos. También, los visitantes pueden desayunar o merendar”, indica Agustín.

¿Qué tan entusiastas somos al descorchar? Para los hermanos, una tendencia curiosa es que mucha gente acude solo para dialogar sobre vinos y armar su propio bagaje del tema.

“Comúnmente, los clientes vienen con algún preconcepto porque tuvieron experiencias incompletas en el pasado. Al visitar una bodega, se nos introduce sobre los varietales específicos que allí se elaboran y sus condiciones, pero nunca se completan los datos con visitas a otras. Eso conduce a que nos quedemos con una perspectiva restringida”, aporta Mariano.

Con ambas opciones vigentes en Tucumán, solo nos queda pasar del bla bla al glup glup.

Recordatorio experto

Hay dos malos hábitos que solemos cometer a la hora de conservar y degustar los vinos. La sommelier Ayelén Brandan indica cuales son y sus soluciones.

En casa, comúnmente las botellas se guardan en alguna alacena o armario de la cocina. Estos no son sectores adecuados porque los vinos quedan expuestos a los constantes cambios de temperatura del horno y terminamos por alterar sus propiedades. La recomendación implica guardarlos en un lugar donde no les de la luz directa ni estén expuestas al calor o las variaciones térmicas.

Wine bars, una apuesta que se consolida en Tucumán FOTO LA GACETA / DIEGO ARÁOZ

También hay quienes toman la bebida a temperatura ambiente; en Tucumán esta suele ser alta así que caemos en otro desacierto. Cuando hace calor lo mejor es refrescar los vinos al menos media hora antes de consumirlos, sobre todo si recién arrancamos en este mundo y los sentimos muy alcohólicos. Los blancos se toman fríos y los tintos frescos (resulta aceptable beberlos a temperatura ambiente si estamos por debajo de los 14 °C).

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