Con la imaginación en 2122: ¿cómo nos recordarán en 100 años?

Con la imaginación en 2122: ¿cómo nos recordarán en 100 años?

En LA GACETA nos propusimos un desafío: guardar objetos de nuestra época para ser descubiertos en el futuro. Diferentes personas representantes del arte, la cultura, la medicina y el medioambiente se sumaron a dejar sus recuerdos. ¿Querés saber cuáles son?

Laila Alí. Laila Alí.

Una fotografía vieja, una libreta de enrolamiento, un diente de leche, un carné de manejo vencido, un boleto de colectivo “capicúa” de esos ya extintos. Desde el antiguo Egipto hasta la actualidad, todos hemos atesorado cosas sin aparente valor. Cada una es un pedacito del pasado, una pequeña máquina del tiempo capaz de traernos de vuelta algún recuerdo. ¿Te imaginás enterrar cosas para ser descubiertas dentro de 100 años?

Si algo nos ha desvelado como seres humanos es la necesidad de ser recordados, de dejar un legado y seguir presentes luego de que haya pasado nuestro tiempo. Hoy tenemos ese aparato mágico en nuestras manos y lo registramos todo. Pero no siempre fue así y la humanidad se las ha ingeniado desde los comienzos de la civilización. Hace 182 años el daguerrotipo traía las primeras cámaras fotográficas al mundo que permitían congelar el instante, pero ya mucho antes lo había hecho la pintura, dibujando las paredes de cavernas hace casi cincuenta mil años. Termina el 2021, luego de dos años de pandemia y en LA GACETA nos propusimos un desafío: la cápsula del tiempo. ¿De qué se trata?

Las cápsulas del tiempo son recipientes herméticamente cerrados que contienen mensajes y objetos del presente para ser encontrados por generaciones futuras. El concepto de la “cápsula del tiempo” no es reciente. Se sabe que había estas cápsulas hace 5.000 años que tenían la forma de cofres escondidos en el interior de los muros de las ciudades mesopotámicas.

En 2020 y el 2021 quedarán en nuestra memoria como los años de la pandemia del coronavirus. Los años del aislamiento y las vacunas. ¿Qué sería importante recordar de nuestra época?

Un barbijo para la posteridad

“Tenemos que recordar que nada está escrito, todo puede cambiar de un día al otro, que una enfermedad, un virus, un brote puede aparecer en cualquier minuto”, dice Juan Manuel Serna Góngora, a quien como médico le tocó vivir muy de cerca la pandemia. “La respuesta a esa problemática tiene que ser de toda la comunidad, no solamente del sector de la salud o de los pacientes, sino político, social, cultural, humano. Tenemos que tirar todos para el mismo lado”, enfatiza. Estos dos últimos años fueron muy difíciles para él, sobre todo por la soledad. “Yo soy un chico que estaba acostumbrado a ir al gimnasio, salir con mis amigos, con mi pareja, hacer las juntadas familiares multitudinarias, jugar al fútbol, etcétera. Todo eso lo dejé de lado y me dediqué 100% al trabajo”, cuenta, aunque lo más duro fue perder a su abuelita por el coronavirus. “Es fundamental estar abrazados y unidos a los seres amados para sacar fuerzas juntos. Creo que eso no se valora hasta que se lo pierde”, dice emocionado. Al futuro lo imagina lleno de tecnología avanzada: “Espero que toda esa modernidad sea utilizada a favor de la humanidad, que muchas de las enfermedades que hoy estamos lamentando se hayan controlado el día de mañana”.

Juan Manuel trajo un barbijo K-N 95 para dejar en la cápsula y quizás sea el objeto más emblemático de nuestra época. “¿Quién lo conocía antes de la pandemia? Creo que solamente los especialistas o las personas que entraban a quirófano.”, recuerda. “Y de repente esto lo utiliza hasta el vecino en el almacén. No podés salir sin esto. Te pueden llevar detenido o podés poner en riesgo tu vida o la de tus seres queridos. Creo que marca un antes y un después; nadie lo conocía y hoy en día es un instrumento vital para protegernos a nosotros, y para proteger a los demás”, finaliza.

Cerros y lapachos eternos

Muchos científicos también advierten que el coronavirus no es la única pandemia que tenemos que combatir de cara al futuro. Este año la ONU lanzó un informe alarmante: el cambio climático es rápido, generalizado y se está intensificando. Si no reducimos los gases de efecto invernadero no habrá vuelta atrás. “Si queremos llegar de acá a 100 años a poder abrir esta cápsula tenemos que tomar en cuenta las alertas de los científicos y actuar ya como sociedad”, advierte Rosalba Caldez que con 21 años forma parte de la agrupación “Salvarnos Salvando” y es una de las tantas jóvenes preocupadas por el ambiente. En la cápsula deja la carátula del Informe del IPCC (Panel Intergubernamental del Cambio Climático) “para que recordemos dónde estábamos en 2021”, explica. Los datos son contundentes. Si seguimos en este camino no vamos a poder mantenernos en 1,5 grados centígrados por encima de los niveles preindustriales. Y por cada décima de grado los efectos del cambio climático son más frecuentes e intensos: desastres naturales como incendios forestales, inundaciones y sequías.

MEMORIA DEL CAMBIO CLIMÁTICO. Rosalba Caldez posa con las imágenes y los textos que aportó a la cápsula del tiempo. MEMORIA DEL CAMBIO CLIMÁTICO. Rosalba Caldez posa con las imágenes y los textos que aportó a la cápsula del tiempo.

“Tenemos que actuar colectivamente y exigir a los gobiernos. Para lograr que la temperatura no siga aumentando en el planeta y, también, para poder adaptarnos porque algo importante que nos dice el informe es que el cambio climático ya está acá, no es algo que va a pasar en 20 años”, advierte.

A Rosalba le preocupa que en el futuro tengamos todavía un planeta habitable. En la cápsula también deja una serie de fotografías de Tucumán: los lapachos explotando en colores en primavera, el “rulo” en el cerro San Javier, un río de aguas cristalinas, un árbol autóctono. Espera que esas imágenes todavía existan, que no se pierda la biodiversidad de nuestra provincia. “Cuando abran la caja quiero que se sepan los intentos que se hicieron para que se pueda tener un planeta digno de vivir en 100 años. Que nos movimos como sociedad, que hicimos todo lo posible para que no empeore la situación en la que ya estamos. Que hemos podido salir de esto porque actuamos como sociedad”, finaliza con optimismo.

Reinventarse para sobrevivir

La pandemia pegó fuerte a la cultura y al espectáculo, que tuvieron que darse vuelta para poder trabajar. “Esta etapa de pandemia cambió muchísimo mi vida, porque yo siempre me dediqué a la música. Vivía de la música y tuve que salir a trabajar de otras cosas, repartir mi tiempo y tratar de lograr volver a lo que había soñado durante tantos años”, cuenta Leandro Robin. El músico de 35 años confiesa que se vio “atrapado en un laberinto” y tuvo que rebuscarse durante la pandemia. “Vivir ese cambio en la vida fue durísimo porque uno pensaba primero que iban a ser 15 días, después 30, después dos meses. Entonces parecía que no iba a volver más, que no iba a poder cantar más”, dice abrumado. Aunque no todo fue negativo; la rutina y el horario de un trabajo no artístico le enseñaron a vivir de otra manera. “Pero yo quisiera educar a mi hijo y darle de comer cantando”, confiesa.

UN NOKIA Y UNA BOLA DE POOL. El músico Leandro Robin con sus objetos. UN NOKIA Y UNA BOLA DE POOL. El músico Leandro Robin con sus objetos.

De cara al futuro espera que las nuevas generaciones tengan un camino más allanado. “Lo mejor que pueden absorber de nosotros los artistas es la lucha. Que nunca abandonen, yo siempre creí que se puede”, dice con énfasis. “Estamos abriendo una puerta para que los artistas de las generaciones que vienen tengan el lugar a nivel nacional que nosotros siempre soñamos”, sintetiza.

Leandro ve en la mesa del archivo de LA GACETA un CD viejo y recién se le ocurre que podría haber traído un disco suyo para guardar en la cápsula. Sin embargo, alejado de cualquier narcisismo, los objetos que trajo representan a su generación. El primero es una bola de pool. Un objeto que le remite a su infancia, a eso de “hacerse el grande, el pícaro”.  “Jugar al pool no era nada fácil. Tenés que saber de matemática, de trigonometría. Y eso lo entendí de grande. Los chicos tienen que usar la imaginación para jugar y eso es lo que los va a destacar más allá de una carrera universitaria”, explica. Su deseo para el futuro es que en 100 años conservemos el respeto hacia los demás. “Nosotros los de mi edad hemos vivido siempre en una etapa de transición. Nos tocó salir de lo gallego que era nuestro viejo y ahora nos está tocando absorber los cambios de los más chicos; la lucha de las mujeres; decir basta de violencia con los niños. No sé si es una evolución porque debería haber existido siempre”, admite.

El otro objeto que deja es una verdadera reliquia: un Nokia 1100, uno de los primeros celulares de bolsillo de uso masivo. Para él en este aparato “hay una verdadera revolución social”. “Los mensajes de texto, la comunicación, después la aparición de las redes sociales cambiaron las vidas de todos”, cuenta Leandro como si le hablara a los nativos digitales. Este celular tiene casi 20 años y todavía funciona. “Todavía se puede jugar a la viborita, y podías dejarlo parado y hacerlo bailar”, ríe al recordar. A él le gustaría que los niños de las nuevas generaciones jueguen con la imaginación propia, no con la de los fabricantes de videojuegos y computadoras.

De todo se saca algo bueno

El encierro no fue tan terrible para todos y catapultó a otros jóvenes. Las redes sociales y los videos la rompieron en la pandemia. Tiktok sumó a millones de usuarios que consumen videos y a “influencers”. Laila Alí es la tucumana que supo aprovechar ese momento y nacer como estrella local. Y ahora incluso nacional, con una nominación a los Martín Fierro digitales. “En estos últimos dos años la verdad es que mi vida ha dado un cambio radical y estoy muy contenta de haber sabido aprovecharlo”, cuenta Laila.

De cara al futuro es optimista y cree que los cambios que estamos viviendo son para mejor. “Hay un cambio total de mentalidad hacia muchísimas cosas, hacia la salud mental, hacia la contaminación”, explica. Sabe, además, que su lugar de exposición pública conlleva una gran responsabilidad y espera que los que vienen sean también conscientes de eso. “Aunque uno no crea y se dedique al contenido que sea, siempre está comunicando algo y alguien te está escuchando. Y tal vez, como justamente dice la palabra influencer, se siente influenciado por vos. Estaría bueno que usemos nuestros espacios para dar buenos mensajes y concientizar a la gente de muchas cosas”, advierte.

Para la cápsula trajo justamente un ejemplo de esa “influencia”. Un par de aros con forma de cereza que le regaló un fan. “Es muy simbólico porque representa a un seguidor que me consume mucho y sabe cosas de mí”, explica Laila. Sobre lo que le gustaría que tengamos presente en 100 años bromea que le gustaría que la recuerden a ella. “No sé si a mí, pero sí a las a las generaciones de hoy en día, a las voces de hoy en día”, finaliza.  

La cápsula se abrirá de nuevo en diciembre de 2121. El mundo habrá cambiado sin dudas: tendrá nuevas tecnologías, pandemias erradicadas, sociedades quizás más inclusivas y, esperemos, será un planeta todavía habitable. No estaremos para verlo, pero esperamos haber dejado algo para que quienes sí estén ahí puedan recordarnos.

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