Las internas y el éxito
COMPAÑEROS. Madero y Bilardo dejaban de lado sus diferencias cuando vestían la camiseta del Estudiantes de Zubeldía. COMPAÑEROS. Madero y Bilardo dejaban de lado sus diferencias cuando vestían la camiseta del Estudiantes de Zubeldía.

Cuarenta años atrás, pos Navidad de 1971, uno de los equipos más míticos del fútbol argentino confirmaba su fin de ciclo. Ya sin varias de sus mejores figuras, con viejas deudas y reaccionando sobre el final del campeonato para evitar dramas de descenso, una votación del 28 de diciembre de 1971 destituyó a la Comisión Directiva porque “ha perdido autoridad moral para aplicar técnicas contables”, según dijo el propio comunicado oficial. Hablamos del Estudiantes de La Plata de Osvaldo Zubeldía, tricampeón de la Libertadores, primer “chico” que rompió la hegemonía de los cinco grandes en el fútbol argentino y centro de polémicas que dominaron buena parte de nuestro debate futbolero de las décadas siguientes. Recuerdo al Estudiantes copero porque horas antes de la Navidad murió Raúl Madero, elegante zaguero, médico, pianista, toda una contracara para el mote de “antifútbol” impuesto a aquel notable equipo “pincharrata”. Y porque su historia confirma que unir a un plantel para un logro (títulos, gloria deportiva, no caer a la B) es un objetivo concreto y realizable, y difícil de comparar para aquellos que todavía creen que un éxito deportivo es fácilmente trasladable a otros ámbitos.

Así como aquel Estudiantes creó una mística que marcó a fuego al club, muchos otros equipos recuerdan gloriosas etapas similares. El Independiente copero de aquellos mismos años, el Racing de Pizutti, el River de Labruna y, para acortar años, el Boca de Bianchi como fenómeno de gran ciclo más reciente y que muchos citan hoy para compararlo al River de Gallardo, en 2021, otra vez lo mejor de nuestro fútbol a nivel interno, porque en el internacional dominó la Copa América ganada después de 28 años, a Brasil en el Maracaná, y con Leo Messi abrazado por todos sus compañeros, una postal de justicia poética para el mejor jugador de estos tiempos, nuestra ilusión inevitable con vistas a Qatar 2022.

Zubeldía revolucionó a unos jugadores hambrientos, les dio herramientas y su Estudiantes hizo historia. Pero la muerte de Madero, revivir anécdotas de tantos años y viejas entrevistas, nos recuerda que aquel equipo tuvo hasta trompadas internas en su propio vestuario. Lo contó el propio Madero en la tradicional sección que tenía el colega Diego Borinsky en la revista El Gráfico de 100 preguntas al entrevistado de turno. Porque todos recuerdan una célebre respuesta de Madero a un periodista inglés antes de la final de la Copa Intercontinental contra Manchester United. Esa final fue apenas después del Mundial 66, cuando la selección argentina dirigida por el Toto Lorenzo cayó eliminada en partido polémico ante el anfitrión Inglaterra, cuyo DT, Alf Ramsey, calificó de animals a nuestros jugadores. Estudiantes, decía la prensa inglesa, seguía esa línea. Y Madero le respondía al periodista británico que él además era médico, tocaba el piano y hablaba inglés. Y le preguntaba al periodista si él sabía hacer todo eso. Y quién era entonces más “animal” de los dos. Pero, en aquella entrevista del colega Borinsky, Madero contó que si aquel Estudiantes recibió críticas no fue justamente porque Zubeldía diera instrucciones de ensuciar los partidos. Sino que era el propio Carlos Bilardo, médico como él, el que muchas veces dentro del campo cruzaba fronteras y lideraba la provocación a los rivales, como por ejemplo cuando arrancó los lentes de contacto al durísimo Nobby Stiles, de Manchester United, y los pisó en el césped. Y eso no fue leyenda. Lo contó el propio Madero.

Uno DT y otro médico de la selección argentina campeona en México 86 y subcampeona en Italia 90, Madero y Bilardo se distanciaron mucho años después. El primero murió el último viernes. El segundo sufre desde hace tiempo una enfermedad neurodegenerativa. El deporte, un ciclo, la campaña, los títulos, los mantuvieron unidos. La vida luego los separó. ¿Cuántas veces nos enteramos mucho después que también en otros grandes ciclos deportivos los protagonistas superaban sus diferencias para romperse juntos dentro de la cancha? ¿Cómo puede ser que el gran Scottie Pippen nos cuenta ahora que, en rigor, él casi odiaba al formidable Michael Jordan de los gloriosos Chicago Bulls porque insultaba y degradaba a los compañeros de equipo y porque hizo un documental (The Last Dance) solo “para congraciar su ego”. “Mike no quería pasar, no quería rebotear y no quería defender. Quería que todo se le diera hecho y todo se hiciera para él”, se quejó Pippen. Es la eterna historia de la estrella y el equipo. No sabemos hoy sobre internas en el River de Gallardo. Si las hubo, virtud del líder, quedaron dentro de un vestuario, algo notable en tiempos de celulares y micrófonos ocultos. Porque es visible y ruidoso, el deporte tienta a la metáfora fácil. Un equipo-un país. Un DT-un presidente. Pero afuera de la cancha, sabemos, la vida suele ser algo más compleja. El año que se va lo demuestra.

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