Hace 20 años: “no veíamos un futuro en el corto plazo”

Hace 20 años: “no veíamos un futuro en el corto plazo”

Ahorristas tucumanos, empresarios y economistas recuerdan las medidas tomadas el 1 de diciembre de 2001 y cómo afectaron las actividades comerciales. “Los comerciantes manifiestan mucha preocupación”, publicaba LA GACETA a inicios de diciembre de 2001.

Hace 20 años: “no veíamos un futuro en el corto plazo”

“Tucumán se llenó de incertidumbre”, titulaba LA GACETA el domingo 2 de diciembre de 2001. Los comerciantes manifestaban esta sensación como primordial. Ninguno pudo ocultar su malhumor y su preocupación ante las consultas de los periodistas que se acercaron a conversar con ellos sobre el momento que se vivía luego de las medidas restrictivas anunciadas el 1 de diciembre. Muchos de ellos pronosticaban lo que efectivamente sucedió: la cadena de pago sufriría daños, se iba a frenar el consumo, generar malestar y se achicaría la rentabilidad de muchos sectores.

“Los comerciantes ponían papel de diario en la vidrieras para no tentar a posibles saqueadores con los productos que se exhibían”, recordó el economista Gustavo Wallberg en diálogo con LA GACETA. “Amigos que llevaban adelante actividades comerciales se sentían sobrepasados por todo, sentían que estaban a la buena de Dios y que cualquier cosa que podían hacer no tenía sentido. No solo había una crisis económica complicada, la situación política era delicada, no se veía un rumbo claro. Más tarde llegaron los saqueos con una sensación de inseguridad muy grande. Recuerdo que la gente no quería salir a la calle en 2001 a pesar de que estaba la Gendarmería o la Policía”.

El ambiente sombrío y de agobio es lo que muchos recuerdan. La violencia más grande se dio contra los bancos, los grandes supermercados o almacenes. “En Tucumán se vivió lo mismo que en todo el país. Quizás debido a los niveles de ingreso, el problema fue menor que en Capital Federal, pero hubo muchas personas perjudicadas con el corralito y luego, en enero de 2002 por el corralón”, explicó Wallberg quien también trabaja como profesor de la UNT. El 1 de diciembre el gobierno de Fernando de la Rúa fijó una restricción de la libre disposición de dinero en efectivo de plazos fijos, cuentas corrientes y cajas de ahorros que se prolongó por más de un año. El Gobierno buscaba, con esta medida evitar la salida de dinero del sistema bancario. La medida, desencadenó una fuerte crisis social que llevó a la renuncia del ministro de Economía de aquel momento, Domingo Cavallo y del presidente De la Rúa.

Ana Fringes trabajaba como administrativa en empresa de servicios. La oficina a la que concurría diariamente estaba en la zona bancaria por calle San Martín al 800. “Tenía mis ahorros de toda la vida depositados en un plazo fijo en dólares, en el banco. No me olvido más la cifra: eran 2.200 dólares. El impacto de la noticia de que no se podían retirar fue duro al principio, por lo que opté por renovarlo que era la posibilidad que te daba el banco pero claro, después ese dinero se pesificó y ahí perdimos porque mientras el banco te reconocía un dólar a $1.40, afuera el dólar estaba a $3 o $4”, recordó en una conversación telefónica con LA GACETA.

“De repente me ví con la imposibilidad de disponer de los ahorros de toda mi vida y con una merma importantísima en la capacidad adquisitiva. Fue como retroceder muchísimo. Una sensación de injusticia, impotencia porque en su momento no me di los gustos pensando en tener ese ahorro y, de repente, no podía disponer de él. En aquel momento quería viajar a Brasil, recuerdo”.

“Recuerdo irme a dormir un día con el dólar a $ 1 y despertarme con el dólar a $ 4. Viviamos invirtiendo y sentimos que el mundo se vino abajo. Todo lo que habíamos hecho con tanto esfuerzo. Las cosas que hicimos valieron después menos de la mitad”, recordó Eduardo Feler, empresario hotelero e inversor. “La recuperación llegó después de dos años con el boom de la soja”, aseguró.

La sensación de incertidumbre generalizada y la preocupación por el futuro, por lo que no se podía predecir, se repite en los testimonios recolectados. “No entendía mucho de economía, sabía que era grave lo que pasaba y luego todo se tornó más inseguro. Recuerdo un día estar en el cajero retirando dinero y ver que pasó un grupo grande de gente corriendo furiosamente. No existían las redes sociales, solo se sabía lo que decían los medios de comunicación. Hubo muchas situaciones que me hicieron asustar. Uno se sentía indefenso”.

A esas sensaciones de desprotección, luego vinieron las de angustia. Las empresas comenzaron a recortar gastos. “En diciembre del año 2000 habíamos ido a la cena de fin de año al Sheraton de Buenos Aires y, en diciembre de 2001 estábamos comienzo una pizza en la oficina”, recordó Fringes. “Había un clima raro, no sabíamos mucho, nos podían despedir, estábamos muy nerviosos todos porque no sabíamos en qué iba a derivar esta cuestión. No veíamos un futuro en el corto plazo”.

“Yo estaba comenzando en mi profesión por lo que no me afectaron las medidas”, recordó Wallberg. “No tenía plazo fijos y el monto de retiro semanal de los bancos era mayor de mis retiros habituales así que en lo personal no me afectó. El nivel de bancarización que había en esa época era muchísimo menor que el que hay actualmente, por lo que muchas operaciones se hacían en efectivo. Las medidas finalmente cortaron mucha actividad económica, eso sí se sintió”.

El 1 de enero de 2002, el nuevo presidente Eduardo Duhalde juró en el cargo y tomó tres medidas económicas para calmar la crisis política y social que se había desarrollado entre saqueos y cacerolazos, durante fines de diciembre. La primera medida fue que todos los depósitos bancarios pasaron a denominarse en pesos. Así, se revocó el sistema de convertibilidad por el que un peso equivalía a un dólar y se devaluó el peso argentino. “Comenzaron los planteos judiciales, no tanto al corralito, sino a lo que ocurrió en enero de 2002, lo que se conoció como ‘el corralón’”, explicó Wallberg.

La incertidumbre a inicios de diciembre de 2001 crecía en los pequeños ahorristas tucumanos que se agolparon para ser atendidos en los bancos que abrieron sus puertas antes del horario habitual, según relató LA GACETA. “Los oficiales de cuentas no tenían todas las respuestas para los planteos formulados. No hubo histeria en la city, como mucho pronosticaron pero sí se notó a simple vista el clima de resignación de los ahorristas e inversores que recorrieron los principales bancos de la city para confirmar el estado de sus activos. “No nos queda otra que acostumbrarnos a hacer lo que nos pide el gobierno”, dijo en ese momento Federico Rodríguez  a LA GACETA, trabajador de una empresa de servicios. La falta de certezas generó la inquietud que se plasmaría en protestas, saqueos y cacerolazos en Tucumán y en todo el país.  

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