En busca de claves para tener una provincia limpia

En busca de claves para tener una provincia limpia

27 Noviembre 2021

Los japoneses tienen un ritual que se llama Osoji. La traducción literal es “gran limpieza”, pero implica mucho más que el aseo de las cosas materiales. Conlleva además una limpieza interior ya que, dicen, la relación que mantenemos con lo externo se refleja en lo interno. Hace unos años, durante el mundial de fútbol en Corea y Japón, la gente se maravillaba con las imágenes de los locales permaneciendo en los estadios luego de los espectáculos deportivos para limpiar todo lo que se había ensuciado. Creen que el rito de la limpieza transforma en realidad cada lugar en un santuario, y eso los hace mejores personas. Se sabe, las culturas orientales y occidentales son diametralmente opuestas.

Pretender tirar un papel en un cesto de basura en el microcentro tucumano es una odisea. Ya sea por vandalismo, porque no se reponen o simplemente porque no existen. Hay que caminar cuadras enteras hasta encontrar un cesto donde depositar el papelito, la botella o la lata. No hablamos de separación de residuos, aunque el Concejo Deliberante haya avanzado en un plan al respecto pero que tendrá resultados de aquí a varios años. “Este es un tema de educación, porque de nada sirve sancionar normas o contratar cientos de empleados abocados a limpiar la ciudad si nosotros, vecinas y vecinos, no aprendemos a reciclar y a tratar los residuos”, aseguró Fernando Juri, presidente del Concejo. El tema de los cestos es sólo un ejemplo. Lo saben los tucumanos y lo saben quienes llegan a visitarnos. Los accesos al Gran San Miguel de Tucumán son un basurero a cielo abierto que no respeta espacios verdes ni canales. Tal vez por distintas políticas de Estado, esa situación no se vive en Santiago del Estero, en Córdoba, en Mendoza o en las provincias del sur. Basta recorrer sus rutas y ciudades para darnos cuenta.

En Tucumán hace falta que asociaciones civiles o entidades como la Universidad organicen recolecciones masivas, como ocurrió hace una semana en las sendas de San Javier, de donde los voluntarios levantaron toneladas de residuos. “La idea es que la gente aprenda que todo lo que entra debe regresar con uno cuando sale de los senderos”, resume Rodolfo Salinas Collado, director del parque. Es, evidentemente, una cuestión de educación. Pero habría que ir incluso más allá. Ya no se trata solamente de tener una provincia limpia. La basura es una gran aliada de las enfermedades, por lo que el problema ya reviste entonces la situación de Salud Pública. “Los ciudadanos somos responsables. Debemos empezar desde nuestra casa y en las escuelas. La sociedad tiene que generar ese cambio en relación a los residuos”, dijo Fernanda Runco, funcionaria del Ente de Turismo, durante una actividad para levantar basura en distintos puntos de la provincia.

Entonces, la educación es fundamental en este tipo de acciones. Y son los más chicos los que parecen estar preparándose para un cambio, impulsados por las alertas climáticas en todo el mundo y por acciones como las de Greta Thunberg, que tienen enorme repercusión incluso entre los presidentes de las naciones más poderosas. ¿Será que las próximas generaciones serán las que finalmente lleven adelante ese cambio? ¿Deberemos esperar a que ellos salven el planeta de la basura y sepan, al menos, reciclar? Mientras tanto, sería importante que, al menos, pensemos antes de arrojar ese papel en la calle. Podemos llevarlo en el bolsillo y luego descartarlo en nuestra casa. Un pequeño paso para el hombre, un gran paso para la humanidad, como dijo el astronauta Neil Armstrong. Bien lo saben los ciudadanos japoneses.

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