Chile: a la izquierda, moderados, de derecha y más a la derecha

Chile: a la izquierda, moderados, de derecha y más a la derecha

Los candidatos con posibilidades de pelear un lugar en el balotaje muestran el amplio espectro político que se despliega frente a los votantes. Un ex dirigente estudiantil, una ex ministra de Educación de origen indígena, un “outsider” con imagen joven e ideas viejas y un defensor de la dictadura de Pinochet.

PRIMARIAS. Las elecciones para decidir candidatos se realizaron en julio.  PRIMARIAS. Las elecciones para decidir candidatos se realizaron en julio.
21 Noviembre 2021

Gabriel Boric

El ex líder estudiantil que busca terminar con el modelo capitalista en su país

“Si Chile fue la cuna del neoliberal, también será su tumba”, fue una de las frases más destacadas del discurso de victoria de Gabriel Boric en las primarias de julio, que lo convirtieron en el candidato de la coalición entre el izquierdista Frente Amplio y el Partido Comunista. Con 35 años, el egresado -aunque no titulado- en Derecho de la Universidad de Chile busca convertirse en el más joven presidente electo de Chile. Pese a lograr casi al límite inscribir las 35.000 firmas que avalaran su candidatura, venció al popular alcalde capitalino Daniel Jade -del Partido Comunista- en las primarias. “No le tengan miedo a la juventud para cambiar el país”, dijo en su discurso al ganar la candidatura del bloque Apruebo Dignidad. Con su postulación al palacio de La Moneda quedó atrás su imagen de estudiante de pelo largo y barba de su época de presidente de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile. Oriundo de Punta Arenas, en el extremo sur de Chile, fue uno de los líderes de las protestas que estallaron en 2011 durante el primer gobierno de Sebastián Piñera, en demanda de mejoras en la calidad en la educación y el avance a la gratuidad. Habla de cambiar el modelo económico capitalista para hacer mejoras sociales. Lo critican los que consideran que tiene poca experiencia para el cargo y por el apoyo del Partido Comunista -integrante de su coalición- al gobierno de Venezuela. Sus aliados le cuestionan haber suscripto el “Acuerdo por la Paz Social y la Nueva Constitución”, en noviembre de 2019, tras el estallido y que dio paso a la reforma de la Constitución. Pese a que levantó inquietud al decir que su gobierno revisaría los tratados comerciales, luego su equipo dijo que se buscaría “modernizarlos” y eliminar condiciones “desventajosas”.

Yasna Provoste

Provoste, la opción moderada que busca llevar sus raíces indígenas a la presidencia

Cuando se despidió entre lágrimas del Senado chileno en abril de 2008, agitando un pañuelo blanco, tras ser destituida como ministra de Educación e inhabilitada por cinco años para ejercer cargos públicos, parecía que la carrera política de Yasna Provoste estaba acabada. Ahora, la militante de la Democracia Cristiana, ex gimnasta y profesora de Educación Física, lidera a Nuevo Pacto Social, el bloque conformado por partidos que integraron la Concertación, que gobernó 24 años desde el retorno de la democracia a Chile en 1990. Única mujer entre los siete aspirantes a la presidencia, Provoste irrumpió en el proceso electoral capitalizando el papel de oposición que ejerció al frente del Senado y que le llevó a protagonizar fuertes encontronazos con el impopular gobierno del conservador Sebastián Piñera. Sus visitas a La Moneda para defender reclamos opositores y arrancar acuerdos al mandatario dispararon su popularidad con rapidez, hasta el punto que su partido no dudó en dejar fuera del proceso a la que ya era su candidata, Ximena Rincón. Poco después ganó el liderazgo de su sector, y dejó en el camino a la socialista Paula Narváez -que contaba con el apoyo de la ex presidenta Michelle Bachelet-, sellando un inédito camino de retorno para pelear por el más alto cargo de representación popular de la república. Nacida en la norteña Vallenar en 1969, Provoste se convertiría en la primera presidenta de Chile con ascendencia indígena -diaguita-, así como la primera procedente de la región de Atacama, en un país en el que casi todos los mandatarios fueron de la zona central y de clase alta. No obstante, los sondeos la ienen en torno al 10% de las preferencias, incapaz de capitalizar a los descontentos con la polarización del proceso.

Sebastián Sichel

Un “outsider” independiente que tratará de mantener a la centroderecha en el poder

Hasta mediados de este año pocos creían posible que un independiente pudiera convertirse en la carta del oficialismo de centroderecha para las elecciones presidenciales de Chile. Pero el ex ministro Sebastián Sichel se impuso en unas primarias al favorito Joaquín Lavín, un político mediático que estuvo muy cerca de llegar a La Moneda en 1999 y que hasta hace poco tiempo era alcalde de la acomodada comuna capitalina de Las Condes.
En el mundo político, Sichel -un abogado de 44 años- es visto con suspicacia por su cambio entre coaliciones rivales, su paso por el mundo privado y su postura a veces crítica hacia los propios partidos oficialistas. Es que, en 2009, fue candidato a diputado por el partido Democracia Cristiana -perteneciente a la coalición de centroizquierda que gobernó mayormente al país desde el retorno a la democracia-, pero luego se distanció del conglomerado junto con un exministro de Hacienda de Michelle Bachelet. Su candidatura a diputado en ese entonces la hizo como Sebastián Iglesias, el apellido que le dio su padrastro y que luego cambió como rechazo al maltrato que sufrió su madre, según confesó. Durante el segundo mandato de Piñera, Sichel llegó al gobierno a liderar la oficina de fomento Corfo, para luego ser nombrado como ministro de Desarrollo Social y después presidente del estatal Banco Estado, de donde salió para ser candidato. Ya en campaña, Sichel fue criticado, ya que pese a que había mostrado una férrea oposición al retiro parcial de ahorros en los fondos de pensiones, había hecho uso de un retiro aprobado anteriormente. En los debates previos a la elección también fue acusado de haber hecho lobby en favor de empresas mientras se desempeñó en el sector privado.

Jose Antonio Kast

La arremetida ultraconservadora que promete mano dura y retroceso de derechos

Con voz calma y un tono que parece conciliador, el candidato ultraconservador chileno José Antonio Kast,  del Frente Social Cristiano promete mano dura contra la delincuencia, habla de orden, reivindica la dictadura, promete crecimiento económico y un Estado eficiente. Con esa estrategia, enarbolando la bandera de una derecha “sin complejos”, creció con fuerza en la campaña de las elecciones hasta ubicarse como líder de las preferencias. En un momento, superó levemente al candidato de izquierda, Gabriel Boric, en los sondeos de intención de voto. Pero su estrella parece apagarse por su mal desempeño en el debate televisivo del lunes, donde no pudo sostener sus posturas y quedó atrás de Sebastián Sichel, su rival en el espectro de la derecha. Uno de los ejes de su campaña es la “reconstrucción”, el crecimiento económico y la “restauración” del orden en un país golpeado por el estallido social de octubre de 2019 y por la pandemia de coronavirus.
Kast dice que es necesario fortalecer a los pequeños y medianos empresarios, asegura que defenderá el libre mercado y que combatirá la corrupción. Defiende la dictadura de Pinochet, cuestiona las manifestaciones, desprecia a la convención que redacta una nueva Constitución, critica a toda la clase política y dice que el Congreso es “un circo”. También promete mano dura para enfrentar el conflicto indígena mapuche que sacude el sur del país, asegurando que es “terrorismo”. Se opone al aborto, que en Chile sólo se permite en ciertas causales, y levantó controversia cuando propuso hace poco la construcción de una “zanja” para frenar la inmigración ilegal. Abogado de 55 años, casado, padre de nueve hijos y católico, Kast busca marcar distancia del impopular gobierno de Sebastián Piñera.

Un antes y un después

La incertidumbre que tiñe todo

Por Daniel Grunberg

Periodista de Chile

Pasaron 30 años desde el primer gobierno democrático que vino después de la dictadura y hay un ambiente muy polarizado. El estallido social de 2019 mostró lo que pasa en Chile: siguen las demandas de acceso a la salud y la educación, la mayoría de la gente no llega a fin de mes, hay mucha desigualdad, el costo de vida es muy alto,  las cosas más básicas son de difícil acceso o te ves obligado a endeudarte.
Los candidatos de izquierda, sobre todo Gabriel Boric, prometen un cambio del modelo neoliberal, con un programa social que se teme que se sostenga con  alza de impuestos. No está claro de qué otra manera lo financiaría. Es el gran favorito, sobre todo desde el punto de vista de que la gente quiere cambios. Sebastián Sichel, el candidato del gobierno de Sebastián Piñera, es visto como una continuidad.
El candidato que está muy a la derecha, José Antonio Kast, significa un retroceso en materia de valores. No reconoce derechos a las mujeres, está contra las tres causales del aborto, discrimina a los gays, es una vuelta atrás.
Pero el debate de candidatos cambió el escenario. Kast, que era gran favorito, con su discurso de seguridad y mano dura contra las manifestaciones y contra los mapuches en el sur que seduce a la derecha, dejó la impresión de una postura demasiado conservadora, y ahora pareciera que Sichel va a superarlo.

El despertar de un país más justo

Un cambio sociocultural

Por Gastón Lazo de la Vega

Productor de la región de Concepción

Se ha tratado de instalar miedo y una realidad falsa para castigar las propuestas que difieren del camino neoliberal capitalista. Es tan fuerte que casi no hay políticos de izquierda que se atrevan a hablar en esos términos. Se nota que quieren un pueblo sumiso, disciplinado para el trabajo y se conforme con las migajas.
Pero en eso hay un cambio. Podemos decir que hubo un despertar, un cambio rotundo de la mirada sobre nuestra condición, la política, los derechos de los ciudadanos. Ese cambio es abismal si comparamos esta época con la década del 90, con mucho miedo en la calle, sin posibilidad de expresar opinión.
Desde entonces, asistimos al surgimiento de miles de luchas, de pequeños colectivos que buscan un Chile más justo. Todo eso está convocado para cuando vayamos a votar.
Hay que tener en cuenta que Chile está entre los países más desiguales de la región, con índices de pobreza enormes, pero hay que ver si eso se expresa en una elección como la actual.
Hay esperanza, pero no hay cartas muy claras sobre lo que pasará, y el fascismo se asoma entre nosotros.
Esperemos que el sol de mañana traiga más luz para un pueblo que ha luchado mucho.

La incertidumbre que tiñe todo

Por Javier Pino Castillo

Consultor de Negocios, de Quilpué

En un clima tenso y de incertidumbre, no hay una tendencia clara por uno de los candidatos.  Lo que se nota es una crisis de representatividad, un alejamiento de la gente. Alguno muestra buenas intenciones o buenas ideas, pero también una tendencia a irse a los extremos. Por eso, mucha gente está pensando en su voto como castigo. Muchos van a votar a un candidato para evitar que salga otro.
A ese panorama se suma que el gobierno está cada vez más alicaído. Con un presidente que, en la recta final de su mandato, ha sido acusado dos veces por el tribunal constitucional, acusado de faltas éticas, de haber hecho negocios que no corresponden con su cargo.  
Todo esto trae incertidumbre, una preocupación que se arrastra desde el 18 de octubre de 2019, cuando estallaron las protestas sociales y una crisis que golpea a los empleos, a las empresas, a las familias.  
Ese crecimiento económico, que hizo que durante 40 años Chile fuera un paraíso para que las empresas se instalen, tuvo como contraparte mucha desigualdad social, con élites cada vez más distanciadas del pueblo y menos representatividad.
El consenso es que la clase política vela por sus intereses, no por los intereses de los ciudadanos, y que no se ve entre ellos una genuina pasión por el servicio público.

Un cambio sociocultural

Gonzalo Alarcón Bustamante

Psicólogo social

Hay cambio sociocultural, que se viene gestando en Chile desde el estallido de 2019. Estamos en medio de la redacción de la Constitución, cuestionada por la derecha, la gran derrotada en este proceso, con niveles de representatividad bajísimos y sin poder de veto. Esa derecha enfrenta un quiebre. Un sector menos vinculado al pinochetismo entiende que -si siguen por ese camino- sólo van a lograr más división. Por el otro lado, está la extrema derecha, que lleva como candidato a un negador de la dictadura cívico militar, vinculado a los sectores más conservadores.

El candidato de la izquierda aparece bien posicionado, aunque en estos días se distanció de una candidata a senadora de su espacio, acusada de corrupción.

El oficialismo lleva un candidato inventado, con un programa que tiene graves fallas técnicas y augura un retroceso en políticas de género y destinadas a sectores vulnerados. La candidata de la democracia cristiana no tiene mucha credibilidad, su sector fue gobierno durante 30 años.

Es interesante ver qué pasará con la elección de diputados y qué vínculos tendrá esa cámara con la Constituyente. La elección del nuevo gobierno seguramente afectará el rumbo de la convención.

El voto no es obligatorio

El final abierto, la sensación de que las propuestas electorales no están a la altura de los reclamos que se expresaron en las calles durante las protestas históricas de octubre de 2019 pueden atentar contra la asistencia a las urnas, y eso es una preocupación que no afecta a todos por igual.

En Chile, el voto no es obligatorio y el nivel de ausentismo puede ser altísimo. En las elecciones para gobernadores, en junio de este año, el 20% del padrón acurió a votar.    

Patricia Morales, periodista en Santiago de Chile, destaca que en Chile se da un proceso parecido a lo que ocurre en Estados Unidos. “Siempre se ha dicho que quienes tienen mayor educación cívica son los más interesados en votar. Muchas veces, entre los sectores más vulnerados y con menos acceso a todo, tampoco hay esperanza de que su voto pueda cambiar la situación”, dice. La relación entre voto y compromiso cívico tampoco es lineal. “Aunque sea feriado, para llegar hasta el lugar de votación hay que invertir en el traslado, y quienes viven lejos o tienen responsabilidades en su casa no pueden resolver, como pasa con mujeres encargadas del cuidado de niños, enfermos, ancianos”.

Hay un sector al que ir a votar -como todo lo demás; comer, trabajar, vivir- le resulta más complicado, y en general, se supone que estos sectores populares, vulnerados, no favorecen con su voto a la derecha o a las élites. “Cuando se incentiva la votación de la clase media, de los jóvenes, de las personas de menores recursos, se espera que sea gente que tienda a inclinarse por cambios y que favorezca a los candidatos de la izquierda”, indica la periodista.

El 80% de los votantes de Santiago vive en los tres barrios con mayor poder adquisitivo, indica Alberto Pando, también periodista en la capital chilen: “¿Donde está la gente que no vota? En los barrios pobres. Si vota mucha gente, a la derecha no le favorece”.  

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