La grieta chilena en toda su dimensión

La grieta chilena en toda su dimensión

Con el estallido social de 2019 emergió la realidad de un país que arrastra heridas abiertas desde hace más de 50 años.

RÍO MAPOCHO. Cruza Santiago de Chile y es una metáfora de la realidad social: en las riberas se alternan barrios ricos con los más pobres. RÍO MAPOCHO. Cruza Santiago de Chile y es una metáfora de la realidad social: en las riberas se alternan barrios ricos con los más pobres.

¿Qué sucedería con una iniciativa tendiente a rebautizar el aeropuerto de Ezeiza y llamarlo “Jorge Luis Borges”? ¿Se multiplicaría el consenso o surgirían mecanismos de oposición? Tan enamorados estamos de nuestra desmesura -el río más ancho, la avenida más larga y todos los etcéteras harto conocidos- que hasta nos creemos dueños de la grieta más profunda e insalvable. Si los argentinos estamos agrietados, pues bien, que sea un abismo el que nos separe. Tal vez en algún lugar del inconsciente colectivo hasta represente un motivo de orgullo semejante nivel de ruptura social. Conviene, en este caso, intentar una práctica a la que no estamos acostumbrados: sacarnos las anteojeras. Mirar a Chile, por ejemplo, y el debate generado apenas se propuso denominar “Pablo Neruda” al aeropuerto de Santiago. En su autobiografía -publicada tras su muerte- Neruda confiesa una violación. La ubica en 1927, en Sri Lanka, donde el poeta, entonces de 24 años, había llegado en misión diplomática. “Me gusta cuando callas porque estás como ausente”, escribió Neruda. Los movimientos feministas revirtieron la célebre frase y la transformaron en la consigna #NerudaCállateTu. Se generó a la vez una curiosa e inédita alianza entre grupos progresistas y sectores conservadores que jamás le perdonaron a Neruda su condición de comunista y de funcionario del Gobierno de Salvador Allende. No hay Premio Nobel que se salve de una grieta en toda regla como la chilena. ¿Qué haríamos, en nuestro caso, con una hipotética candidatura de Borges en Ezeiza?

* * *

La grieta brasileña late como la entraña de un volcán y se activará el año próximo de concretarse la madre de todas las batallas: Bolsonaro vs. Lula. La grieta peruana amenaza con llevarse puesto al presidente Pedro Castillo apenas cuatro meses después de haber asumido. La grieta boliviana derivó en un “golpe blando” que se volvió un bumerán para Jeanine Áñez. La alternancia democrática, los aterrizajes electorales suaves, esa tan admirada institucionalidad a la europea, contrasta en América Latina con la turbulencia de los modelos en pugna. Es el telón que se corre para los 15 millones de chilenos que irán hoy a las urnas. El sistema bipartidista delineado tras el adiós a Augusto Pinochet -una Concertación de centroizquierda versus una serie de alianzas de centroderecha- venía resquebrajándose y saltó por las aires durante las puebladas de 2019. Por eso las caras del Chile histórico y real están mucho más definidas en el mosaico de candidatos; nunca desde la elección de Patricio Aylwin en 1989 se había tensado tanto el arco hacia izquierda y derecha.

* * *

El Mapocho es una gran metáfora de la grieta chilena. Ese río inclasificable que surca Santiago como el cuchillo que se hunde en la mermelada. Río arriba, hacia el este, los lujosos barrios residenciales; a medida que el caudal fluye hacia el oeste el paisaje urbano va mutando hasta llegar a las “poblaciones”. Allí donde las riberas son sinónimo de pobreza. El Mapocho turbulento y de profunda raíz andina, ese que eligió Pedro de Valdivia como nudo de la ciudad que estaba fundando en 1541, devuelve a Chile a su condición latinoamericana. En las aguas fervorosas del Mapocho el milagro económico chileno chapotea hasta sumergirse para comprobar, sin tubo de oxígeno, que el país desigual y las deudas sociales forman parte del lecho. Por los puentes que cruzan el Mapocho marchaban las columnas durante el estallido de 2019, aquellas jornadas en las que se corrió el velo y quedó en evidencia la fractura de un país que, desde afuera, parecía el modelo a imitar. La elección de hoy está impregnada de esa dialéctica inherente a la grieta chilena, un rugido como el del Mapocho cuando corre a toda velocidad. Chile se encuentra, nuevamente, en un juego de extremos.

* * *

Dicen que Chile era una casa vieja, larga y flaca como una culebra, con un pasillo lleno de puertas abiertas por donde la gente se paseaba entre todas las piezas. Dicen que olía a empanadas y chicha, que tenía una cordillera en el patio de atrás y un sauce llorón que lloraba poco, porque hasta entonces no tenía muchos motivos para hacerlo. Dicen que la casa estaba pintada de verde, que cardenales rojos le salían por las ventanas, que un par de escalones colorados inauguraban la fachada y que tenía una mampara con cristales rugosos por donde todos entraban y salían sin problemas, libres de hacerlo cuando quisieran (...). En el sector norte vivían los mineros. En el centro, los profesores. Los ferrocarrileros contaban con piezas pequeñas a lo largo de todo el pasillo. Los obreros estaban achoclonados en un cuartucho chico cerca de la cocina, y así cada cual tenía su rincón en la casa.

Nona Fernández Silanes

* * *

Esa casa larga como una culebra, tan extensa que empieza en un desierto y termina en un glaciar, soportó temblores y terremotos. La chilenidad, se sabe, está atada a los caprichos telúricos. De esos movimientos permanentes se nutrió también la historia política del siglo XX, aunque no hay capítulo más transitado e ineludible que la elección presidencial del 4 de septiembre de 1970. El día en el que todo cambió. Los números indicaron casi un empate entre la Unidad Popular de Salvador Allende (36,6%) y el ex mandatario Jorge Alessandri (35,2%), representante de la centroderecha. Por eso, si Allende llegó al Palacio de La Moneda fue gracias al apoyo del candidato democristiano Radomiro Tomic, que había quedado tercero con el 28%. Chile inició entonces una etapa impactante: la de un presidente socialista elegido por el voto popular, tironeado por las potencias de la Guerra Fría y condicionado por esa fragmentación electoral evidenciada en las urnas. Para el izquierdista Gabriel Boric, candidato de la coalición Apruebo Dignidad, referenciarse en Allende es motivo de orgullo. El oficialista Sebastián Sichel, apuntalada por el presidente Sebastián Piñera, no deja de verse como un remedo de Alessandri. Yasna Provoste -única mujer en la línea de partida- asoma en la tradición centrista de Tomic. Pero queda un cuarto jugador, seguramente el más definido en este marco de relación. Porque José Antonio Kast no tiene dudas: Augusto Pinochet es el faro que lo guía.

* * *

La tradición profesional de las Fuerzas Armadas chilenas y el respeto profesado a la Constitución conformaban un reaseguro para Allende. El Comandante en Jefe del Ejército, René Schneider, no tenía un pelo de socialista -y estaba lejos de simpatizar con la Unidad Popular-, pero su integridad garantizaba una institucionalidad a prueba de golpes de Estado. ¿Qué sucedió entonces? Un comando ultraderechista asesinó a Schneider pocos días antes de la asunción de Allende. Lo reemplazó Carlos Prats, general moldeado a imagen y semejanza de su admirado Schneider. Prats hizo todo lo que estuvo a su alcance para sostener a Allende y se sabía en Chile que, mientras estuviera al frente del Ejército, la condición de posibilidad de un golpe se diluía. En cierto modo su accionar se entreteje con el del brigadier Héctor Fautario, quien se oponía al derrocamiento de la presidenta María Estela Martínez de Perón. Cuando Videla y Massera se sacaron de encima a Fautario el camino al 24 de marzo de 1976 quedó despejado. Cuando Pinochet reemplazó a Prats el 23 de agosto de 1973 la cuenta regresiva al 11-S terminó de activarse. Para cerrar este pequeño y trascendente capítulo vale apuntar que Prats y su esposa, Sofía Cuthbert, fueron asesinados en Buenos Aires, donde vivían exiliados desde el derrocamiento de Allende.

* * *

La grieta chilena se explica con facilidad desde esa dictadura que se extendió durante 17 años y, como está demostrado, dejó heridas que siguen lejos de cicatrizar. Un modelo económico que inundó a Chile de prosperidad -según un análisis- frente a la profundización de la desigualdad social -desde la otra vereda-. Dos relatos nutridos por datos que pueden interpretarse según el prisma que los enfoque. Y como piedra fundacional, un Gobierno de facto que violó derechos humanos y a la vez concita adherentes tan fervorosos como Kast y sus partidarios. YouTube ofrece una joya de la historia contemporánea: la campaña que precedió al plebiscito de 1988. Ese año Pinochet convocó a la ciudadanía a elegir si quería un llamado a elecciones o si avalaba su gestión durante 10 años más. La primera opción era No, la segunda, Sí. Los spots no tienen desperdicio: pintan el clima de época y los discursos dominantes con una contundencia inapelable. Ganó el No con el 54% y Pinochet, sorprendido por un resultado que no estaba en sus cálculos, terminó cediendo, aunque se mantuvo en la escena política durante mucho tiempo. Esta campaña presidencial recupera muchas de aquellas consignas del 88. Pasaron más de 30 años.

* * *

Cuando los españoles llegaron a Chile

se encontraron con la sorpresa

de que aquí no había oro ni plata.

Nieve y trumao sí: trumao y nieve.

Nada que valiera la pena.

Los alimentos eran escasos

y continúan siéndolo dirán  ustedes.

Es lo que yo quería subrayar,

el pueblo chileno tiene hambre.

Sé que por pronunciar esta frase

puedo ir a parar a Pisagua,

pero el incorruptible Cristo de Elqui no puede tener

otra razón de ser que la verdad.

El general Ibáñez me perdone,

en Chile no se respetan los derechos humanos,

aquí no existe libertad de prensa,

aquí mandan los multimillonarios.

El gallinero está a cargo del zorro.

Claro que yo les voy a pedir que me digan

en qué país se respetan los derechos humanos.

Nicanor Parra

* * *

Hilos, electroimanes, alambres, relés e interruptores eléctricos. Tuberías para el agua y el aire acondicionado. Pararrayos. Esmaltes cerámicos. Instrumentos musicales. Hornos de microondas. Fungicidas. Ollas. Cascos de las embarcaciones. Colorantes. Jaulas para el cultivo de peces. Bactericidas. En todos estos elementos -en mayor o menor medida- está presente el cobre y Chile es el primer productor mundial. El año pasado desparramó por el globo 5,7 millones de toneladas métricas de cobre, lo que representa cerca de la mitad de las exportaciones del país y, por lejos, el mayor aporte a su PBI. De cobre es la mina de San José, donde 33 trabajadores quedaron atrapados por un derrumbe el 5 de agosto de 2010. El cobre los abdujo y el cobre los devolvió al cabo de 70 días y un rescate de película. De cobre está inundado Antofagasta, territorio que Chile conquistó durante la Guerra del Pacífico y que Bolivia sigue reclamando, al menos como salida al mar. Para entender a Chile hay que entender el negocio del cobre. Por eso las olas privatizadoras y las políticas liberales no se metieron con el cobre y con el consenso de que se trata de un recurso natural, patrimonio exclusivo de los chilenos. Del cobre se ocupa una empresa estatal, Codelco, y si se incorporan capitales privados para su explotación es sólo bajo una estricta supervisión del Estado. Hay una fecha clave en esta historia, 11 de julio de 1971, cuando Chile nacionalizó el cobre. Desde hace 50 años en esto sí hay un acuerdo y la grieta, en algo, se disimula.

* * *

El estallido de 2019 derivó en una convención constituyente elegida para dotar al país de una nueva Carta Magna. Esa asamblea representa, como nunca antes, la diversidad que conforma la sociedad chilena. Se visibilizaron colectivos y discursos usualmente ausentes en las agendas oficiales. Pero es incierto el final de ese proceso, como lo es el resultado de la elección de hoy. Se descuenta que habrá balotaje el mes próximo, pocos días antes de la Navidad. Serán semanas agotadoras, al perfilarse la prolongación de una campaña cada día más agrietada. Un mano a mano entre Boric y Kast -escenario probable- llevaría la grieta a la máxima dimensión imaginable. Pero nada es producto de la casualidad en Chile.

Temas Chile
Tamaño texto
Comentarios
Comentarios