Crónica del plan cristinista para lograr la impunidad

Crónica del plan cristinista para lograr la impunidad

Periodismo sospechoso en un país sin verdad.

DESDE 2019. Santoro registra las acciones del Gobierno para desbaratar el “frente judicial” que complica a Cristina. DESDE 2019. Santoro registra las acciones del Gobierno para desbaratar el “frente judicial” que complica a Cristina.

Daniel Santoro, autor de La batalla final de Cristina. La trama secreta del plan de la vicepresidenta para lograr impunidad, escribió y publicó aquel libro como periodista imputado y procesado por haber cumplido su obligación de ir a las fuentes, incluso a las más oscuras y estrafalarias, como el abogado y espía apócrifo Marcelo D’Alessio. Ningún ciudadano y, en particular, ningún colega preocupado por la institucionalidad y la situación del Estado de derecho pueden sentirse ajenos a la peripecia de Santoro. Su historia y la historia que cuenta a partir de esa vivencia revelan el triunfo de la irracionalidad en las alturas del poder. Dicho de otra manera: cómo una sociedad ha sido condenada a enlodarse como consecuencia de la ausencia de organismos capaces de controlar y limitar las desviaciones y abusos de las autoridades públicas.

La batalla final de Cristina puede ser leído como un intento de desentrañar los hilos maestros de la estrategia pergeñada para reducir a un producto del “lawfare” todo el cuestionamiento existente respecto de la administración de los caudales estatales confiados a la ex presidenta y hoy vicepresidenta. Pero también puede ser leído como una descripción de los efectos ruinosos y degradantes de la negación de la realidad y del fanatismo. Llevadas al extremo, estas patologías han logrado que la manipulación y la mentira sean atributos de gobierno. Cualquier medio vale si el objetivo es dominar o, caso contrario, destruir.

Frente judicial

Quizá sin proponerse la confección de un inventario, Santoro registró las acciones llevadas adelante por el Gobierno instalado a partir de 2019 para desbaratar el llamado “frente judicial” que compromete a los socios mayoritarios de la coalición oficialista. Visto con los anteojos del lunes 13 de septiembre, el electorado vetó aquel esfuerzo inspirado en necesidades y urgencias particulares que nada tienen que ver con las muchas necesidades y muchas urgencias que afectan a los seres comunes. El libro lastima porque revela el nivel de distracción, de desorientación y de pequeñez de los encargados de bregar por el bien común. Una legión de funcionarios vive y se desvive para blindar a su jefa mientras la pobreza, el desempleo y el analfabetismo avanzan. Ni siquiera la combinación de pandemia y de crisis económica detuvieron el afán de profundizar el desmantelamiento de los controles con eufemísticas “reformas tribunalicias”.

Daniel Santoro es periodista y editor de la sección Judiciales del diario Clarín. Es miembro de de la Academia Nacional de Periodismo, del Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación y de la Fundación Gabo. Fundó junto con otros colegas el Foro de Periodismo Argentino (Fopea). Publicó, entre otros títulos, Operación Cóndor, Venta de armas: hombres de Menem, Nisman debe morir y El mecanismo. Ganó los premios Rey de España, el Moors Cabot de la Universidad de Columbia y el Konex por sus investigaciones periodísticas.

La batalla final de Cristina muestra el divorcio entre el sector creciente de la comunidad abrumado por la inflación y la falta de perspectiva, y la cúpula dirigencial interesada en demoler los mecanismos de rendición de cuentas. Ese distanciamiento adquiere una dimensión insalvable conforme pasan las páginas de la obra de Santoro. Por momentos cuesta entender semejante absurdo. Pero al final prevalece la sensación de que los que concibieron procesos como el “Operativo Puf” no buscan claridad, sino el resultado opuesto. No se trata de la igualdad ante la ley. sino de torpedear la causa “Cuadernos”. Que haya oscuridad; que las tinieblas se expandan; que los que investigan queden difamados; que cunda el desprestigio generalizado y que sea imposible saber qué pasa es la mejor forma de expulsar a los justos de la tierra que en exclusividad reclaman los pecadores.

El libro plasma el desmadre de los servicios de inteligencia, y cómo la institución de los espías participa de escuchas ilegales, extorsiones, carpetazos y un sinnúmero de violaciones a los derechos humanos. A eso se suma la partidización y la corrupción de jueces y fiscales. Son sótanos de la democracia asociados al ex presidente Carlos Menem que ninguna presidencia posterior pudo o quiso cambiar, y que explica, por ejemplo, por qué es tan barato hacer denuncias falsas y por qué cuestan tan caras las verdaderas. También explica la demora que termina vaciando de sentido a los procesos judiciales con impacto público. La antigua práctica que utiliza la Justicia para fines políticos se caería si hubiese mecanismos eficientes y creíbles de esclarecimiento de los supuestos delitos.

Cruzada contra la crítica

“La batalla final de Cristina” es también una cruzada contra el periodismo insumiso y las voces críticas en general. Esta contienda viene de lejos, y ha hecho mucho daño a la credibilidad de medios y de periodistas. En paralelo, ha producido un encapsulamiento informativo que refuerza las creencias y prejuicios previos de las audiencias. Todo se traduce en un empobrecimiento espiritual colectivo quizá tan lacerante como el material. La palabra devaluada es el caldo donde se cultivan las mentiras que convienen a los que mandan.

En el país privado de la verdad conceptual y judicialmente hablando, el periodismo se volvió sospechoso. Santoro lo vivió en su propia carne, ¿tal vez por ser un representante emblemático de la redacción del diario Clarín? En cualquier caso su criminalización expresa el interés de quebrar lo que queda en pie de esa república con una opinión pública vigorosa que soñó Juan Bautista Alberdi. Todo ocurre en un contexto de altísima subestimación de la ciudadanía, que ha demostrado ya con creces que está en guardia y en actitud escrutadora, y que quizá tolere el engaño algunas veces, pero que no está dispuesta a validar de manera indefinida las batallas por el poder ilimitado que los líderes libran como si estuviesen solos.

© LA GACETA

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