Hasta la Victoria, Secret...

Hasta la Victoria, Secret...

Compañeros, la revolución está en marcha. Ha costado, por supuesto, porque la derecha agazapada en el discurso moderado de Juntos por el Cambio ha logrado despertar al oligarca que muchos de los nuestros llevan dentro -como supo advertir la capitana Evita- y sufrimos un conato contrarrevolucionario en las urnas el 12 de septiembre. Pero hemos reaccionado.

Nada mejor que retornar a las fuentes para ello y entonces, inspirados en Lenin y su señera obra “¿Qué hacer?”, hemos resuelto encarar la consigna “pan, paz y tierras” desde el comienzo. El operativo “Próspero Año Nuevo” (PAN, por sus siglas) ha sido lanzado de la mano de nuestro nuevo secretario de Comercio Interior, Roberto Feletti. “Queremos permitir que la gente tenga Fiestas felices”, manifestó a la prensa para justificar la decisión del Gobierno de congelar por 90 días los precios. Claro que los “gorilas” salieron a vociferar que esta clase de disposiciones ya ha fracasado, pero que haya fallado sin solución de continuidad desde José Ber Gelbard hasta Nicolás Dujovne, pasando por Axel Kicillof, no significa que esta vez no pueda funcionar. Aflojemos con el pesimismo. Porque si a la historia la escriben los que ganan, quiere decir que hay otra historia… aunque no la estaríamos encontrando por el momento.

“La Argentina necesita un poco de alegría”, manifestó Feletti para poner el dedo en la llaga: nos falta un Ministerio de la Diversión. Otro hubiera sido el resultado de las PASO… “Pongámonos de acuerdo con responsabilidad social y aseguremos esta salida de pandemia con alegría. El pueblo argentino necesita recuperar sus estándares de consumo, volver a esa lógica de la clase media que puede tomarse un vino, que puede hacer un regalo el Día de la Madre”, agregó el secretario. Por fin alguien que sabe qué cosas hacen feliz a la gente. Ya lo había diagnosticado nuestro candidato a diputado por provincia de Buenos Aires, el ex ministro de Salud Daniel Gollan, con precisión de médico: “Con un poco más de platita en el bolsillo, la foto de Olivos no hubiese molestado tanto“. Billetera mata anteojos.

“El objetivo de la Secretaría es aparear políticas de ingresos con políticas de precios”, sintetizó Feletti, con ese verbo tan particular. Tal vez no sea la mayor de las claridades, pero hay cosas sobre las que es mejor no andar haciendo preguntas. Baste recordar que la compañera de lista de Gollan, Victoria Tolosa Paz, acuñó la verdad 21 del movimiento: “En el peronismo siempre se garchó”. Los postulantes bonaerenses marcan el norte…

El humor desestabiliza

Como habrán advertido ya, la primera trinchera es económica. Y el primero que se lanzó a la brecha es el ministro Martín Guzmán, quien desde Estados Unidos aclaró que el Gobierno no piensa en una devaluación. Más claro no se consigue.

Restan algunos detalles. Porque como la devaluación es la única política de Estado que respetan todos los gobiernos en este país (vienen devaluando el cristinismo, el macrismo y el albertismo), no se sabe bien si la Casa Rosada no está pensando en devaluar porque acelerar la caída libre del peso argentino desafiaría las leyes de la gravedad; o si está confesando que seguimos devaluando bestialmente porque el gobierno, al respecto, ni se detiene a pensar.

Mientras tanto, adelantó a la prensa cómo piensa encarar esta segunda mitad del mandato del Presidente. “Vamos a continuar con el ritmo de depreciación del peso contra el dólar que venimos manteniendo, de la mano de la inflación, mientras buscamos en forma gradual y en la velocidad que se puede ir reduciendo la inflación”. Menos mal que todos sabemos que la economía es complicada, porque decir cosa semejante después de negar la devaluación equivaldría a que nos están tomando por idiotas. Por suerte, compañeros, aquí tenemos absoluta certeza de que no es así, porque en el cosmos “K” no hay sentido del humor.

El humor es un invento del demonio. “Cristo no reía. La risa fomenta la duda. (…) Cuando se duda hay que acudir a una autoridad, a las palabras de un padre o de un doctor y entonces desaparece todo motivo de duda. (…) El necio se ríe de aquello cuya verdad, enunciada ya de una vez para siempre, debe ser el objeto único de nuestro saber. Y así, al reír, el necio dice implícitamente: ‘Deus non est’”, le hace decir Umberto Eco al monje Jorge de Burgos, el bibliotecario ciego de “El nombre de la rosa” (1980). Y ya lo dijo La Jefa en su discurso de hace una década: “Sólo hay que tenerle temor a Dios y a mí, un poquito” (2012).

Por eso es justa la cruzada del compañero Aníbal Fernández contra el humorista gráfico Nik, que publica sus tiras desestabilizadoras en el diario La Nación. Cuando Nik se ríe del Gobierno, dejan de temerle. Cuando “Gaturro” expone que regalar viajes de egresados no es una práctica de igualdad sino una prebenda, el que se ríe con esa ocurrencia dice: “El Gobierno no está”. Y la verdad ya fue enunciada de una vez y para siempre: esta es la gestión del “Estado presente”.

Los humoristas son más peligrosos que los delincuentes. Qué bueno es tener un ministro de Seguridad de la Nación que tiene en claro las prioridades y que no duda en actuar: nada como amenazar a un humorista con sus propios hijos, mostrándole al país que se sabe inclusive a qué colegio asisten, para hacer que pierda las ganas de andar riéndose del poder.

Ya Nicolás Maquiavelo advirtió en “El Príncipe” que es preferible ser temido a ser amado. Y como en las PASO no hubo muestras de amor, es la hora del espanto. Si hasta los sectores que tradicionalmente han votado al peronismo ahora nos han dado la espalda, porque sienten que no hacemos flamear la justicia social, la soberanía política y la independencia económica, entonces es hora de enarbolar nuevas banderas. Felicidad social de bolsillo, soberanía de apriete e independencia inflacionaria.

El problema se presenta cuando ya ni miedo se infunde. Y nadie mejor que otro humorista para darse cuenta de ello. “Han logrado que se nos convierta el miedo en asco, por eso es que ya el miedo no funciona; sus amenazas no nos asustan, nos dan náuseas”, escribió Sendra, el miércoles, en Clarín. “Han conseguido que la coima de los planes deje de anestesiar las almas, y que los odien los mismos que reciben vuestras dádivas”, dibujó.

Que Juan Manzur, como jefe de Gabinete, viajará a Estados Unidos en una aeronave del Gobierno de Tucumán, y que la prensa nacional consignara equivocadamente que era un “avión sanitario”, fue un error inducido por la lógica: las políticas oficiales (sociales, electorales y económicas) están en terapia intensiva.

Desborde por los laterales

La primera cuestión a tener en cuenta es que Manzur no viaja a los EEUU, sino que “vuelve”. Estuvo allí en 2019, después de las PASO que preanunciaron la derrota de Mauricio Macri en primera vuelta, como “adelantado” de Alberto Fernández. Por entonces, el tucumano quería llegar al Gabinete, pero ni siquiera le permitieron subir al escenario a festejar el triunfo de octubre en el “búnker” de Chacarita. Ahora retorna como jefe de Gabinete, porque el Gobierno nacional lo necesitó. No sólo hay revancha personal, sino que las gestiones, que antes llevaban membrete “Albertista”, ahora son por cuenta y orden de Manzur.

La segunda cuestión consiste en que el viaje de hace dos años exhibió la estrategia manzurista de vinculación con EEUU: Manzur no va al Fondo Monetario Internacional (por eso viajó después que Guzmán), sino a los costados. En 2019 pasó por el frente de la sede del FMI, en Washington, todas las veces que fue hasta la Organización de Estados Americanos, para visitar a sus amigos antikirchneristas Luis Almagro, titular de la OEA, y su asesor especial, Gustavo Cinosi. Pasó por frente del FMI cuando lo recibieron en el Centro Woodrow Wilson, el neurálgico “think tank” demócrata. Y transitó por un costado cuando fue a almorzar con Dan Restrepo, el ex director para Asuntos del Hemisferio Occidental del Consejo de Seguridad Nacional durante la presidencia de Barack Obama. Pero nunca entró al Fondo.

Manzur acude a quienes considera que pueden dictaminar en favor de una “mano blanda” del FMI para la Argentina. No va a “cabecear” al área, sino que intenta desbordar por los laterales para tirar el centro. Y lo hace tanto por el andarivel de la capital del poder político estadounidense, Washington, como en la capital del poder económico, Nueva York. Allí. Susan Segal, sempiterna cabeza del lobby financiero llamado “Council of América”, siempre lo recibe con café caliente y una decena de banqueros en videoconferencia. Le sobran buenos oficios y contactos al gobernador tucumano. Lo que falta es un Gobierno que atienda las recetas que prescriben en el norte. Y las que en verdad importan no son recetas económicas, sino políticas.

Aquel periplo de 2019 fue revelador. Los $ 50.000 millones de dólares de deuda con el FMI tomados por el macrismo, que complican las elecciones del Gobierno y la vida de los argentinos, no son inmanejables para los grandes bancos estadounidenses que vienen negociado decenas (sí, decenas) de “deudas soberanas” desde el siglo XX. No hacen falta, entonces, planes económicos, sino planes de Gobierno. Así se lo plantearon hace 26 meses al ahora jefe de Gabinete. Y así lo dio a conocer LA GACETA entonces. En síntesis: el nuevo Triángulo de las Bermudas donde se pierden las buenas relaciones bilaterales con EEUU está dado por La Habana (Cuba), Caracas (Venezuela) y Managua (Nicaragua). La Casa Blanca no quiere que se convierta en un cuadrado que sume a Buenos Aires. Ni tampoco vería bien un acercamiento a otro triángulo extracontinental: Rusia, China e Irán. No caer en esas coaliciones tal vez reportaría beneficios. Pero lo contrario, de seguro, traería consecuencias automáticas.

¿A que no adivinan qué hizo la política exterior argentina con esas recomendaciones?

Si a eso se suma que la política interior no fue la que el propio Manzur pronosticó entonces mirando el Monumento a Lincoln o la Estatua de la Libertad (Alberto sería un Presidente que no se dejaría avasallar por el kirchnerismo y que construiría su autoridad con el poder territorial de los gobernadores), las perspectivas no son, precisamente, las más auspiciosas.

De seguro, el jefe de Gabinete vuelve en el avión provincial. Pero tal vez las expectativas deban retornar en ambulancia…

De todas maneras, a no desesperar. El camino de la revolución no está cubierto de rosas, sino de sus espinas. Y si no podemos cantar “Hasta la Victoria, siempre”, en el 700 de la calle 19 de Washington, donde se encuentra el FMI, siempre nos quedará el 640 de la Quinta Avenida en Manhattan: “Hasta la Victoria, Secret”.

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