Íbamos bien, pero estamos mal…

Íbamos bien, pero estamos mal…

En los últimos días, los vaivenes políticos del oficialismo tucumano retrotrajeron aquella frase del ex presidente Carlos Menem: “estamos mal, pero vamos bien”… Aunque se reformuló.

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En la última década del siglo pasado, la Argentina había entrado en las peores turbulencias económicas. La inflación engordaba los bolsillos con billetes que, por muchos que fueran, no alcanzaban para nada. El gobierno de Carlos Menem andaba a los tumbos, pero el riojano nunca aflojaba una sonrisa o una salida inesperada ante la peor adversidad. Una mañana frente a los micrófonos de la prensa que quería saber algo de cómo se iba a salir de la hiperinflación respondió lacónicamente: “estamos mal, pero vamos bien”…

En los últimos días los vaivenes políticos del oficialismo tucumano retrotrajo aquella frase que perdura en el tiempo aunque se reformuló: “Íbamos bien, pero estamos mal”…

El primer día de Osvaldo Jaldo en el sillón de Lucas Córdoba fue un durísimo golpe al manzurismo. Su llegada a la Casa de Gobierno escoltado por el legislador Regino Amado y por el ex legislador, ex ombudsman adjunto, ex funcionario nacional y ex funcionario provincial Marcelo Caponio fue un revulsivo para los dirigentes que siete días antes habían estado peleando palmo a palmo en el territorio peronista para conseguir un voto más.

El manzurismo había conseguido un triunfo contundente en las urnas. Para lograrlo cada uno de los caciques comarcanos había desplegado sus capacidades y otras habilidades para vencer a su, respectivo, rival jaldista. Pero no llegaron a saborear el triunfo. Antes del brindis ya vieron cómo las burbujas del champán se desvanecían. En sólo siete días vieron cómo Jaldo se convertía en gobernador y la sensación de los dirigentes fue que todo había sido en vano.

Hoy legisladores, delegados comunales, intendentes y ministros manzuristas atraviesan un estado de desazón. Tanto esfuerzo para vencer al enemigo, para que finalmente, el mismísimo enemigo se siente en lo alto del poder. Desazón, preocupación, desconfianza, bronca y hasta temor deambulan por los pasillos de la Casa de Gobierno.

Los ganadores de los comicios del domingo 12 de septiembre no logran entender aún cómo habiendo triunfado se sienten derrotados. No alcanza el logro de su líder. Manzur ya está a 1.200 kilómetros de distancia y ellos permanecen en el territorio. Indudablemente la pelea fratricida de los peronistas fue mucho más intensa y fuerte de lo que trascendió.

Los manzuristas miran con añoranzas los pasos que está dando el gobernador en uso de licencia y esperan que este fin de semana empiece a dar algunas señales en Tucumán, donde las huestes que lo acompañaron, lo esperan para poder retomar los bríos perdidos.

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