Vivir en comunidad, la clave para mantener en pie las costumbres

Vivir en comunidad, la clave para mantener en pie las costumbres

Vivimos en un planeta globalizado. Tradiciones de otras culturas llegan y destierran las propias. ¿Cómo hacen los pueblos originarios para luchar contra las presiones culturales externas?

EN LA NATURALEZA. Nieva afirma que vivir en contacto con la Madre Tierra ayuda a mantener las tradiciones. EN LA NATURALEZA. Nieva afirma que vivir en contacto con la Madre Tierra ayuda a mantener las tradiciones.

Cuenta la leyenda que cada cardón de los valles fue alguna vez un indio. En tiempos de la conquista, se quedaron esperando una orden de ataque que nunca llegó y la Madre Tierra los hizo parte de ella para vigilar eternamente los cerros y sus pueblos, y evitar nuevas invasiones.

El tiempo pasó y la acción de forasteros fue disminuyendo su población, que ahora (normativas de por medio) crece cada día. Más o menos, el cardón siempre estuvo, estoico y en vigilia, cuidando los valles; seguro experimentó cientos de cambios de vida, de costumbres, de topografía, y quien sabe cuántas cosas más...

DISTINTA EDAD, IGUAL IDEA. Delfín Gerónimo y Patricio González tienen la misma concepción de comunidad. DISTINTA EDAD, IGUAL IDEA. Delfín Gerónimo y Patricio González tienen la misma concepción de comunidad.

A pesar de tantos intentos de diezmarlo (fueron robados para decoración) está, vivo, presente y respetado. Lo mismo sucede con las tradiciones de los pueblos originarios de Tucumán: en un mundo globalizado e individualista, ellos luchan por mantener sus costumbres a pesar de la influencia externa. Algunas -como los cardones hurtados- se pierden, pero en un “tira y afloja” constante siguen en pie muchas otras, que las nuevas generaciones aprenden, respetan y mantienen.

“Nos hemos llegado a preguntar cuáles son los límites de internet y cuál va a ser su impacto a futuro. En un mundo tan globalizado no nos podemos negar a este tipo de tecnologías, porque son como el dinero, están en todos lados: tendrás tus propios institutos económicos como el trueque, pero el dinero está. En este sentido, aceptamos ese avance de la ciencia y de la tecnología cuando viene a aportar a tus usos y costumbres, a cómo autodesarrollarte, sin perder la identidad”, resume Eduardo ”Lalo” Nieva (de 51 años), ex cacique de los Amaicha, abogado y defensor de los derechos de los pueblos originarios. “Siempre ha sido interesante cómo se complementa todo -explica-; en algunos pueblos avanza más, mal o bien, pero de manera distinta; tiene que ver mucho con el fortalecimiento institucional de ese pueblo y ese gobierno local”.

¿Por qué hablamos de globalización? Todas las culturas sufren la presión de lo ajeno a su suelo, y en esta unión entre lo propio y lo de afuera, se pierden viejas tradiciones o se adoptan nuevas. Quienes viven “por fuera” de las comunidades originarias no lo notan, pero sí sus integrantes, pues viven con la lucha constante por reivindicar lo propio. ¿Por qué hablamos de tecnología? Es simple: está presente en todo y es por donde irrumpe lo nuevo, lo diferente, lo que puede hacer perder la tradición. “La tecnología es un complemento que te ofrece la historia. Bienvenida sea, pero lo tuyo está primero. Tu identidad es el cimiento de tu persona, de tu comunidad”, aclara Nieva.

RECUERDO. Catre de tiento de cuero del padre de Gerónimo. RECUERDO. Catre de tiento de cuero del padre de Gerónimo.

Sí y no

“Hay una gran presión de estar todos los días transmitiendo cosas y que los jóvenes practiquen las tradiciones se va olvidando”, cuenta Delfín Gerónimo (64 años), miembro de la comunidad Quilmes, ceramista, poeta y otro referente de la lucha por los derechos de estos pueblos. Padre de una joven de 21 y un adolescente de 13, sabe de lo que habla y se queja de que “no haya sistemas educativos eficaces”.

Por un lado -sigue- hay cuestiones que favorecen al mantenimiento de las tradiciones: al estar en la misma tierra y con los elementos que sus mayores (ancestros), continúan labrando la tierra e incluso, en las zonas más aisladas todavía se utilizan las terrazas de cultivo y las casas son aún de piedra. Vivir lejos ayuda y fortalece la vida y el trabajo comunitario. Pero, por el otro lado, el aislamiento y la falta de oportunidades obliga que muchos (sobre todo jóvenes) deban emigrar para estudiar y/o trabajar en otro sitio. “Hay mucha presión sobre ellos, sobre todo cuando no está firme la identidad, cuando hay un desconocimiento de su historia, una falta de valoración de su cultura, del trabajo en la tierra, todas esas cosas se pierden mientras más se va a los centros urbanos”, agrega.

VIGENTES. Don Delfín hace sus cerámicas de modo ancestral. VIGENTES. Don Delfín hace sus cerámicas de modo ancestral.

En lo que charlamos con Don Delfín, a casa llega Patricio González (25 años), otro miembro de la comunidad de Quilmes, que vuelve de trabajar en su programa de radio de folclore. Muy pronto habla de las costumbres: “creo que siempre hubo una resistencia; entonces el ensamble que se genera (con el mundo) se hace bajo un marco de responsabilidad colectiva sobre lo cultural. Nosotros consideramos que las comunidades aún no han perdido su esencia por la lucha que existió siempre. Es verdad que la escuela, la tecnología y la televisión son constantes procesos de globalización y colonización; entonces seguimos transmitiendo los valores generacionalmente y no es ni una profanación ni una ilustración momentánea lo que mostramos: nuestro día a día está construido por la mayoría de nuestras costumbres ancestrales”, remarca.

Así sucede también con los Amaicha. Sol Guadalupe Arreguez (9 años) cuenta: “creo en las existencias de antes, donde estaba la Pachamama, que es la diosa de la tierra. Cuando fuimos a celebrarla, a darle de comer, se manifestó en una pequeña lagartija que salvamos y curamos, porque tenía la colita lastimada”. Las tradiciones siguen, gracias a la transmisión comunitaria.

El rol de los jóvenes

La tecnología es el medio por el cual los jóvenes se acercan al mundo y conocen otras culturas. Es en este contacto en el que lo tradicional corre peligro: “lograr que confluya el mundo con nuestras formas de ser y hacer es una lucha permanente porque tenés el internet. La comunidad de Amaicha es la única que tiene una excelente conexión, todas las casas lo pueden tener, todos pueden acceder: entra a tu casa, los niños tienen el celular y se meten en cualquier página, en diversos lados, y vos, ahí, resistiendo con tu cultura -explica “Lalo”-; en estos nuevos tiempos tecnológicos hemos creado La Casa de la Memoria, con la idea de registrar todo esto, cómo se transmiten los conocimientos, para que, por ejemplo, cosas como el joy joy (un canto tipico) no se pierdan, y que el joven se pueda sentir orgulloso y lo practique. Está bueno si te gusta el hip hop, la cumbia o el chamamé, pero por ello no pierdas lo tuyo”.

En el caso de los Quilmes, la conexión no es muy buena. “Los chicos se la rebuscan. Muchos tienen como aspiración tener un celular, los compran usados y tienen sus conexiones. Hay un grupo que tiene más apego a lo nuestro y usan las redes y los medios de comunicación para difundir cuestiones comunitarias, y hay otros a los que esto les interesa cada vez menos. Es una realidad que no podemos superar mientras no haya buenos sistemas de transmisión de conocimientos y de posibilidades”, se lamenta Gerónimo.

COMO ANTES. En algunas zonas, los pueblos originarios continúan utilizando terrazas de cultivo. COMO ANTES. En algunas zonas, los pueblos originarios continúan utilizando terrazas de cultivo.

La clave

“La familia es un punto importante de contención para los jóvenes, como así los espacios que se pueden abrir institucionalmente. La participación en cuestiones culturales, de ciencia y tecnología, que haya más convenios, todo eso ayuda”, comenta Nieva.

En un mundo en el que prevalece el individualismo, la clave para mantener vivo lo propio es la vida en comunidad: “es una lucha permanente Y ahí es donde el mundo va perdiendo. Somos menos solidarios, de hecho se vio en la pandemia; los pueblos indígenas, como principio fundamental, tienen la solidaridad. Por eso se habla de comunidad, si no hubiese solidaridad con el otro, no sería una comunidad”, agrega.

En ese colectivo, los adultos ocupan un lugar importante: “hoy en día existe cierta libertad de elección y eso está bueno. Nosotros no nos aferramos a que los niños tienen que escuchar folclore, ir a danza, aprender a tocar una caja y cantar una copla. Es bueno que elijan, pero se sigue conservando por la misma inspiración que uno genera. Tal vez somos los promotores generacionales de esto -considera Patricio-; somos el puente generacional entre los niños y los ancianos. Intentamos tener nuevos métodos para comunicarnos y construir”

Patricio tiene dos hijos y considera que lo imprescindible es hacerlos parte: “yo amaso, hago 12 hilos de pan todos los fines de semana. Mis hijos me ayudan, y esas son maneras de ir dándoles lugar, porque ellos están experimentando todo el tiempo, son quienes nos indagan en diferentes ámbitos y temas. Nos piden ser parte y está en nosotros darles el lugar; si ellos quieren y sienten ganas, lo van a hacer y se van a criar de esos modos”, añade.

“La cultura no se pierde ni se va a perder, porque nuestros abuelos y padres siempre nos enseñaron el valor de cada cosa. Nuestra forma de hablar, el dialecto, se mantiene por medio del respeto y el valor”, asevera Daniela Arreguez (41 años), madre de Guadalupe. “Depende de cómo un padre le enseñe. Los valores de vida son importantes y la identidad está sobre todo. Saber de dónde venimos es todo un tema”, acota.

“Yo lo que trato de hacer con mis hijos es contarles la historia, cómo vivieron sus abuelos, cómo viví yo -relata Delfín-. Los llevo a las celebraciones, a que me ayuden a trabajar la tierra, que conozcan, que sepan cómo se guardan las semillas, que sientan el milagro de ver una planta nacer, crecer y dar frutos. Es lo más didáctico que uno les puede dejar”

El desarraigo

“El mayor desafío son las probabilidades de crecimiento. Las comunidades somos una isla, hoy en día todo el mundo quiere progresar. Los jóvenes buscan perfeccionarse, estudiar, migran mucho y ya se quedan allá porque acá no hay posibilidades de trabajo”, resume Gerónimo.

Patricio lo vivió como muchos otros: su primaria fue en su base natal, luego siguió sus estudios en Quilmes y en Santa María. “Fue un cambio muy drástico, y ese desarraigo te marca un montón. Uno se va y empieza a extrañar el pan casero, el mate cocido con yuyos, una mazamorra... Yo me iba y no veía las horas de que sea viernes para subir al cerro. Ahí surgieron otras cosas: ganas de conservar, de valorar lo propio... Uno se da cuenta con la distancia -reflexiona-; la mayoría de los chicos que se van a estudiar le dan un sentido particular y se sienten más parte de la comunidad de esa forma, porque en ese proceso entran a valorar nuestras costumbres, nuestra cultura, la libertad, la autonomía y la organización de las comunidades”.

Otros problemas

Además del contacto con las nuevas tecnologías y de evitar la pérdida de las tradiciones, estas comunidades conviven con muchos desafíos: “el mayor desafío es la salud. La pandemia es una oportunidad para la historia y un aprendizaje para todos, para ver cómo visualizamos el futuro juntos. No es una opción que vaya la comunidad por un lado y el Gobierno por el otro. Es importante juntarnos y mirar a las generaciones que vienen y dejarles un mundo mejor, pero para eso tiene que haber políticas públicas claras”, considera Nieva.

Durante la pandemia sufrieron complicaciones al necesitar asistencia médica: en su lejanía, era más fácil acceder a un hospital en Salta o en Catamarca, pero con las fronteras cerradas sus enfermos debían hacer tres horas de viaje para llegar a los hospitales en “la ciudad”, como le dicen a la capital tucumana.

Otra cuestión es la del agua: “esta es una zona muy seca, y a pesar de que tenemos aguas subterráneas, la perforación de un pozo es imposible para nosotros (en términos de los costos económicos). Tenemos que recurrir a los Gobiernos y ellos muchas veces ellos no pueden hacer nada”, agrega Delfín. La subsistencia enfrenta así muchos desafíos.

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