Da de comer a 170 chicos e imprime sus tareas escolares

Yanina Domínguez cocina para 170 familias

Creció entre platos y cubiertos, correteando por las mesas del comedor infantil de la capilla Divino Niño Jesús, frente al parque Guillermina. Yanina Domínguez (foto), de 30 años, vivía en el barrio popular “2 de Septiembre” y todos los días iba con sus hermanos al comedor donde nació la orquesta Divino Niño. Se casó, tuvo cuatro hijos pero nunca olvidó los valores que le enseñaron en el comedor. En 2018 cumplió su sueño de abrir su propio comedor comunitario “Por una sonrisa feliz”, en El Manantial, donde junto con otras vecinas cocinan en su casa y dan de comer a 170 familias. Los alimentos, en parte, provienen del Ministerio de Desarrollo Social. Lunes, miércoles y viernes ofrece viandas para el almuerzo y martes y jueves, merienda. Ahora se quedó sin donaciones de panadería ni chocolate.

Todos los hijos de Yanina (Nahuel, de 14 años, Naiara, de nueve, y Kevin, de seis) van a la escuela, a excepción de Francesca (por el papa Francisco) de cuatro años. “A ella no me la pueden recibir en la escuela porque es de grupo de riesgo. Nació prematura, con 900 gramos y después de 17 intervenciones en el hospital de Niños, le diagnosticaron epocpostviral. Mi hija es electrodependiente, pero ella hace una vida normal, con su mochila de oxígeno a cuestas”, cuenta. “El gobierno nos da los alimentos secos, y nosotros hacemos rifas para comprar queso, condimentos, pan rallado, pollo, verduras y chocolate”, explica

En el fondo de su casa cocina a leña en enormes ollas tipo regimiento. Prepara un almuerzo con 16 kilos de fideos, o con 15 kilos de carne y hace guisos o quipe. También, polenta con salsa, arroz con albóndigas y milanesas de carne molida. Su marido, Miguel Caballero, le ayuda en sus tiempos libres.

Aunque solamente fue hasta 3° año, a Yanina le importa mucho la escuela. Una vez fue agasajada por su trabajo por la fundación Mujeres por la Paz Mundial. Le preguntaron qué querría que le regalen, y ella pidió una impresora porque ya tenía una computadora. Con el premio ella imprime las tareas escolares de los chicos del barrio y no les cobra nada porque la fundación sigue proveyendo de insumos.

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