Le demos lugar al juego

Recomienza nuestro campeonato cuando tenemos todavía fresca la Copa América, conquistada en un estadio que, el viernes pasado, cumplió 71 años de su página más mítica: el célebre Maracanazo. Al fútbol uruguayo, muchas veces aferrado a la nostalgia, le costó demasiado tiempo reponerse del éxito del Mundial 50. Porque creyó durante décadas que sólo la garra charrúa alcanzaba para ganar. No era así, por supuesto. Tendremos que darnos cuenta también nosotros que el corazón es un argumento básico, pero que no alcanzará para mantener la mística. Ganar para Lionel Messi fue conmovedor. Todo el planeta fútbol, desde Argentina hasta la India, quería y celebró su triunfo de él porque fue un acto de justicia poética para la historia de la pelota. Pero está claro que el fútbol es algo más que corazón. Que se precisará más juego para aspirar a competir con fuerza en el Mundial. Terminada la Selección, volvimos sin pausa a nuestro fútbol doméstico. Copa Libertadores y Primera división, nuestro campeonato que se llamará “Torneo Socios.com”, pero que deberá seguir sin hinchas en las tribunas, inaugurará VAR y no escapará a una de las medias de faltas más elevadas entre las Ligas top del fútbol mundial.

“Torneo Socios.com”, se sabe, se debe al acuerdo de la AFA con Chiliz, una de las más importantes empresas en el mercado de las criptomonedas. Son los tiempos que corren. Fútbol pobre pero con criptomonedas. Y pobre no sólo de dinero. Sino ante todo de juego. Es imposible mejorar la calidad del juego si se comete una falta cada dos o tres minutos. Real o simulada. El VAR que se viene no intervendrá en ese tipo de jugadas. La llamada falta táctica, el pasa la pelota pero no el hombre, la fricción antes que la técnica. Son faltas permanentes que grafican por qué resulta difícil elevar aquí la calidad del juego. En rigor, el VAR tampoco será la solución al final de polémicas que dominan al fútbol desde su misma creación. La pasión no tolera el error. Lo considera delito. Y el VAR ya desnudó el factor humano de la imperfección. Es decir, los programas de la tele que viven de la polémica tendrán todavía más elementos a la vista. Si un centímetro más o un centímetro menos. Si hombro derecho o muslo izquierdo. Puro regodeo de la imagen vacía. El VAR seguramente acierta mucho más de lo que erra. Pero le cabe una frase histórica del periodismo: no son noticia los miles de aviones que diariamente llegan a su destino. Es noticia el avión que se cae. Además, las intenciones pueden ser las mejores. Pero todo se hace más difícil de entender cuando se advierte que el juez de línea que falló el gol inexplicable anulado a Cerro Porteño de Paraguay el martes pasado en la Libertadores tuvo como actor central al mismo juez de línea que no vio aquel tremendo empujón de Carlos Tevez en su gol del último Superclásico contra River. ¿Cómo es la política de premios y castigos en la AFA y en la Conmebol?

Aquel empujón de Tevez a Jonatan Maidana, claro, fue mil veces más nítido que el que le sancionaron a Norberto Briasco en el Boca-Atlético Mineiro del martes pasado en La Bombonera, con casi todos los jugadores viendo luego el VAR casi pegados al árbitro. ¿No debería la Conmebol avisarle a los clubes y a los jugadores que una escena así, de repetirse, debería ser objeto de tarjeta inmediata para los infractores? Porque, así las cosas, y como el infractor termina ganando, es inevitable que, en la próxima, todos quieran hacer lo mismo. Presionar al árbitro, ir todos a gritar al VAR. A las faltas permanentes, el VAR que añadiremos a nuestra Liga generará al menos en el inicio nuevas interrupciones del juego. Si antes se nos hacía demasiado parado, ahora, es inevitable, esa sensación crecerá. Fútbol hablado más que jugado.

Iniciamos con el Maracaná y cerramos con el Maracaná. El viernes se cumplieron 71 años del célebre Maracanazo, el triunfo inesperado 2-1 de Uruguay ante un Brasil que parecía imparable en la final del Mundial de 1950. Si Uruguay tuvo al “Negro Jefe”, Obdulio Varela, capitán mítico de aquella victoria, nuestro héroe en nuestro Maracanazo de la Copa América (muchos uruguayos se ofenden siquiera con la comparación) fue Rodrigo De Paul, por carácter y también por juego. Como lo fue el “Dibu” Martínez por los tres penales que atajó en la semifinal contra Colombia. Y un equipo que realmente dejó la vida convencido de darle ese título a Messi. Pero está claro que “Leo”, más allá de la final que jugó físicamente maltrecho, fue la llave que posibilitó el título. Sus goles, sus asistencias, su corazón y su juego. Si nos contagiamos sólo del corazón y el pico emocional habrá identificación asegurada con la gente (como sucedió en esta Copa América). A muchos entusiasmó inclusive ese show de la TV que vistió de espartano al DT Lionel Scaloni. Pero, para competir con chances, habrá que contagiarse también del juego.

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