La Selección y el arduo camino de la superación

La Selección y el arduo camino de la superación

Desde Hace exactamente una semana, estamos festejando el título que consiguió la Selección Argentina. La Copa América fue el primer trofeo que logró el equipo en 28 años. Los últimos minutos del sábado 10 fueron los últimos también del 2-0 a Brasil. Los primeros del domingo ya tenían encima festejos sentidos, emotivos, graciosos, sorprendentes e insólitos. Más allá de las reacciones, aprovechamos este minianiversario para repensar el logro en sí mismo y relacionarlo con nuestra sociedad.

Con Lionel Messi a la cabeza, el equipo alcanzó el objetivo tan deseado, sorteando decenas de obstáculos en los últimos años. Los errores, los malos manejos, los falsos rumores, las críticas, también las críticas exageradas, los fracasos, los aciertos desvalorizados, las decepciones, las alegrías efímeras. A todo eso estuvo expuesto el Seleccionado en estas casi tres décadas y lo que en su momento parecía fácil (ganar un torneo), se volvió una mochila pesadísima y muy difícil de cargar.

Es imposible no hacer paralelismos con nuestro propio país y hasta nuestra provincia. Si bien nunca será lo mismo que un equipo de fútbol, esa enumeración de situaciones complejas que le tocó atravesar es la que venimos acumulando desde hace tiempo. ¿Por qué no podemos canalizar todo esto en un triunfo como el del sábado de la semana pasada? Repetimos: no es lo mismo. Nunca será igual jugar un partido de fútbol que llevar adelante un país o una provincia, pero la capacidad de transformar todo ese proceso negativo en tantos aspectos debería enseñarnos que hay luz al final del túnel y que habrá que seguir avanzando. Sin importar que la lista de problemas se agrande. “Voy a seguir intentando ganar con Argentina hasta que se dé. Nadie me va a quitar la ilusión y el sueño que tengo”, declaró Messi en 2017, luego de cuatro finales perdidas. Y nadie se lo sacó.

Incluso hasta la figura del propio “Leo” es digna de analizar en este proceso. En todos estos años fue criticado hasta el hartazgo y calificado de “perdedor”. Se le exigían actuaciones estelares, pero con contextos diferentes a los que tenía donde efectivamente tenía actuaciones estelares. Y cuando finalmente las tuvo, fue criticado igual por el resultado de una final. Aún así recuperó la figura de líder y su imagen altamente positiva en este tiempo. Algo que suele faltarnos.

El otro líder fue Lionel Scaloni, el entrenador y autoridad en cuestión. Un técnico de perfil mediano y trabajador que hizo más de lo que dijo. Una característica necesaria para nuestra sociedad si quiere seguir avanzando hacia esa luz. Un técnico joven, también hay que decirlo, porque la renovación suele ser importante tanto en el fútbol como en la política. Scaloni además de ser en sí mismo un personaje renovado, trajo aire fresco al equipo con caras nuevas. Cristian Romero, Rodrigo De Paul, Leandro Paredes, Nicolás González, “Dibu” Martínez son la nueva camada y fueron claves en el título.

Pero ni en la conducción técnica ni en el plantel se dejó de lado a los históricos que todavía tienen cosas para dar. Como debería suceder en todos los ámbitos. César Menotti en la dirección de Selecciones y Ángel Di María son dos grandes ejemplos.

Todo eso derivó en los festejos de los que hablábamos al comienzo. Festejos que dejan en claro lo que provoca este tipo de situaciones: la unión. La sociedad está dividida y la famosa grieta desapareció hace una semana y también desaparecería si Tucumán y nuestro país lograran superarse a sí mismos.

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