Votos sin dueños y representatividades en juego

Votos sin dueños y representatividades en juego

Los votos definen los niveles de representatividad popular de la dirigencia, resuelven liderazgos sectoriales y avalan o rechazan visiones políticas partidarias. En este año electoral, que seguramente provocará reacomodamientos en el Congreso, los resultados en Tucumán pueden decir un poco más respecto de las crisis y de las divisiones internas que afrontan por igual tanto el oficialismo como la oposición. Pueden servir para aclarar un poco el panorama. La cantidad de votos que obtengan en la provincia -más allá de que reflejarán la opinión ciudadana sobre el manejo estatal de la pandemia o las consecuencias sociales de la gestión económica nacinal-, puntualmente pueden precisar quién conduce el oficialismo provincial o qué grupos internos salen favorecidos en cuanto a sus estrategias políticas en el espectro opositor.

¿Qué dirán a través de sus votos los peronistas sobre sus referentes?, ¿qué reflejarán los radicales sobre las dos corrientes de pensamiento interno? Los números trasuntarán respuestas. Es lo que la dirigencia se preocupará por dirimir fronteras adentro, por lo que la búsqueda de adhesiones en las urnas se transformará en un hecho clave, tanto en el cómo y en el para qué los necesita cada interesado localmente. Y si hay primarias abiertas, en la fecha que sea, con más razón; ya que en el caso del oficialismo las PASO pueden poner fin a la disputa por el liderazgo y la sucesión, mientras que en el caso de la oposición permitiría resolver cuál visión prevalece -si compiten y se enfrentan, claro-: si la de aliarse con el bussismo o la de reflotar la vieja sociedad de Cambiemos para enfrentar al Gobierno. O si finalmente facilita la fractura, lo cual sería una excelente noticia para el Gobierno, aún agrietado.

Hoy los votos no tienen dueños, no están atados a nadie, ningún dirigente puede esgrimir que los posee, ni en el Gobierno o en la oposición; la opiniones que implican están en la nebulosa, a la espera de expresarse anónimamente en las votaciones para revelar sus preferencias. Dejaron de pertenecer a los que disputaron espacios en 2019 porque entre ellos se han distanciado por peleas de jefatura o por mantener distintas miradas estratégicas -o generacionales-; y ya nadie puede asegurar que tiene tal o cual grado de representatividad, o un piso. Pasaron cosas. Ahora necesitan revalidar pergaminos para mostrar desde qué peldaño hablan. Y para eso hay que competir. Tendrán que jugarse -aunque más no sea indirectamente- en los comicios intermedios, aunque con intereses acotados a la provincia. La elección nacional será la excusa, o la anécdota.

Por ejemplo, en el oficialismo, en ausencia de una interna partidaria para elegir autoridades -lo que ocurrirá en 2023-, la elección intermedia se convierte en una gran ocasión para que manzuristas y jaldistas se batan con candidatos propios y pongan fin así a la crisis interna por la conducción. Es una posibilidad. Baste subrayar en este punto que quien maneja el aparato estatal corre con ciertas ventajas, por lo que huelga señalar quién querría más que se concrete esa posibilidad.

Por el lado de la oposición, las PASO pueden resultar un ordenador interno y mostrar si el voto opositor en la provincia está más con el criterio antiperonista que moviliza a los intendentes de Yerba Buena y de Concepción y a la dirigencia de Fuerza Republicana o si, por el contrario, prefiere acompañar un polo opositor más tradicional, con los mismos socios de otrora, pero sin el bussismo.

¿Qué preferirán los protagonistas de ambas veredas? En todos los espacios políticos las diferencias se resuelven de dos maneras: por consenso o por internas. En ese marco, desde hace varios lustros los acuerdos vienen marcando el rumbo del peronismo en el Gobierno: las sociedades en las cúpulas supieron consolidarse en el oficialismo hasta solo unas semanas atrás, hasta el punto de quiebre y de no retorno en que se hallan Manzur y Jaldo. El consenso no se vislumbra. Y sólo hay una elección por delante.

En la oposición, especialmente en el radicalismo, hay dos propuestas enfrentadas a causa de la intención del legislador Ricardo Bussi de integrar un nuevo polo opositor con referentes de la UCR. El consenso aquí tampoco se vislumbra. Y sólo hay una elección por delante.

En ambos casos la pregunta es la misma: ¿habrá finalmente pactos para sortear las peleas internas y patear las diferencias para más adelante?

En el justicialismo no hay ganas ni intención de parte del gobernador de volver a los tiempos del binomio feliz, todos sus movimientos demuestran su empecinamiento por acotar la zona de influencia del vicegobernador a la Legislatura, por acorralarlo en ese ámbito y obligarlo a convertirse en un opositor más. Lo empuja para ese fin. Su éxito sería sacarlo del tablero propio. O bien, como pretenden algunos manzuristas moderados y optimistas: presionarlo lo suficiente como para que acepte ir a una interna y competir dentro del PJ. Sería una forma de poner fin a la discusión por la jefatura política del justicialismo. Eso implica la conformación de listas de candidatos a diputados y a senadores del manzurismo y del jaldismo. ¿Aceptará el tranqueño ese convite electoral? El vicegobernador, por ahora, libra una batalla por mantenerse en el oficialismo y por evitar el menoscabo al que quieren someterlo. Demostró que tiene voluntad de batallar, que como político está dispuesto a usar todas las armas a su alcance para hacerse respetar y que no ceja en su intención de ser referente dentro del justicialismo; y alternativa de recambio. Con la designación de Eduardo Cobos como ombudsman destacó que estaba dispuesto a la lucha, con la baja de los contratos legislativos exigió respeto y con el planteo de interpelación del ministro de Educación explicitó que está resuelto a todo. El gobernador debió sentir la estocada, pero también debe festejar íntimamente que el vice actúe como un opositor más. Él lo necesita parado en esa vereda, ya que así lo “vendió” en Buenos Aires.

Los intereses de Manzur y de Jaldo chocaron de frente, se lastimaron y ya no se reconocen. Ya no son amigos. Es improbable un realineamiento entre ellos porque no se tienen confianza y porque definitivamente cada uno ha decidido que el otro no sea parte de la pelea por la sucesión en 2023. Se quieren desplazar entre ellos. Sólo uno va a prevalecer, como ocurre siempre en el peronismo.

El que represente el voto mayoritario del peronismo ganará esa pulseada, pero para eso ambos necesitan de los votos, y deben ganarlos en una disputa en las urnas. No hay otro camino para ganar representatividad. En esa disputa pueden neutralizarse política y electoralmente entre ellos, para beneplácito de la oposición que, después de muchos años, observa sonriente la fractura del peronismo, situación incómoda que ellos también padecen.

En el radicalismo algunos alimentan la fractura del oficialismo; lo hicieron por ejemplo votando a Cobos -circunstancia que aceleró la división en el Gobierno- y sumando adhesiones a la interpelación de Lichtmajer. A Maley lo tienen en la mira hace rato y la grieta peronista puede permitir que finalmente tengan éxito para interpelarlo por la inseguridad. Alientan la disputa peronista y luego, con mucha picardía y oportunismo político, sostienen que el oficialismo está más preocupado en la interna que en gobernar. Y no sólo se atreven a enrostrarles una frase de Perón -primero la patria, después el movimiento y por último los hombres- sino que hasta le sugieren que vayan a una interna para superar sus entuertos. Tremendo, realmente toda una osadía.

La conveniencia les marca que deben acercar las piedras. Usan al jaldismo para su beneficio y el vicegobernador no se queda atrás: también los aprovecha para su propia acometida; cada uno enfrascado en sus propios juegos de intereses. Socios por necesidad. Y urgencias.

Sin embargo, los radicales, por más que echen leña a la interna oficialista, también sufren por sus conflictos. Los correligionarios son unos enamorados del internismo, y con la UCR intervenida y sin visos de que vaya a normalizarse este año, ha comenzado a aparecer el fuego interno con cuestionamientos a los que promueven acciones individuales en nombre del radicalismo. Objeciones a las supuestas representatividades, porque si el partido está inmovilizado, nadie puede decir que representa la voluntad mayoritaria de los radicales.

La fragmentación indica que hoy nadie es dueño de los votos en el partido de Alem, que ninguno en especial puede afirmar que expresa la voluntad de los afiliados, ni de todos ni de una parte. En fin, las alternativas son: consenso para evitar conocer cuánto vale cada uno en la estructura o interna para determinar la ascendencia de cada referente y de lo que pregona. Las primarias pueden constituirse en una gran oportunidad para determinar quién es quién y quién tiene los votos en la oposición.

Como se dijo, hoy los votos no son patrimonio de nadie, no tienen dueño, vale tanto para los oficialistas como para los opositores. Manzur no puede decir que tiene los 500.000 sufragios de 2019 porque no pueden determinarse cuántos son de Jaldo; lo mismo para Cano, Amaya, Elías de Pérez, Alfaro, Campero, Bussi o Sánchez. Porque se han enfrentado entre socios, han surgido ambiciones y lo que antes sirvió en una pelea ya no tiene valor a futuro.

Además, cada lado, cada grupo interno, debe sopesar el clima social por la crisis, cómo la realidad puede beneficiarlos o perjudicarlos, porque todo incidirá en los números finales que permitirán resolver -si juegan bien sus cartas- las disputas por liderazgos o supremacías de estrategias internas.

A nivel nacional, en el Frente de Todos son conscientes de que sólo pueden aspirar a salir airosos electoralmente si repiten la fórmula de la unidad de 2019: juntos kirchneristas, cristinistas, massistas, albertistas, gobernadores, sindicalistas y movimientos sociales. En Tucumán, esa unidad ya no está garantizada, el justicialismo se fracturó y hoy no hay posibilidades de que el uno y el dos quieran verse cara a cara para enviar mensajes tranquilizadores al PJ nacional.

¿A quiénes acompañarán los votos? ¿A quiénes premiará o castigará la ciudadanía? Los intereses local se entremezclarán con lo nacional, los resultados tendrán interpretaciones variadas. Cada cual tratará de resolver en la contienda nacional sus conflictos provinciales. En suma, cada protagonista debe asumir el desafío de ver a quiénes y qué representa.

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