16 Abril 2021
Al enterarme a través de los medios de la desaparición de 3.500 vacunos en Santiago del Estero, reaccioné diciendo: “¡Meeeeta, miércoles! Siga el baile, que el que no afana es un gil”. Y comencé a divagar: Arrebatar en la calle, robar en los amontonamientos, hurtar en los supermercados, asaltar a mano armada, etc., es posible tal vez sin demasiada audacia. Pero dar un golpe con 3.500 vacunos, es por demás temerario. ¿Dónde va a esconder 3.500 animales el ladrón? Realmente, los robos en nuestro país superan la ficción. Lo más estúpido que podría pensar, es risible. ¿Los tendrá a todos agachaditos para que no se los vean en algún lugar? Porque estibarlos no pueden. ¿Cómo hará para tenerlos a todos calladitos? Porque el hambre los hará hablar, no mugir, al cabo de unos días. No me queda más que pensar, lo que ya dije en otras ocasiones en este espacio. A este robo no lo hizo uno solo. Un solo ladrón difícilmente tenga éxito, necesita imperiosamente de uno o varios cómplices. En los casos de abigeato, para no asemejarnos a los del lejano oeste, tiene que haber demasiados piratas que integren la “orquesta” para que suene una misma sinfonía.
Daniel E. Chavez
Pasaje Benjamín Paz 308
San Miguel de Tucumán
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