"La voracidad del político nos ha destruido"

"La voracidad del político nos ha destruido"

El arquitecto Luis Lobo Chaklián habla de los desafíos que enfrenta la provincia en materia urbanística y de la necesidad de que las obras se relacionen con las personas. El ex funcionario municipal reconoce que Tucumán fue siempre pujante, pero que en ese ímpetu derribó su identidad. Y a eso se agregó, como agravante, la pérdida de la ética.

14 Abril 2021

Nahuel Toledo

LA GACETA

El urbanista y ex subsecretario de Obras Públicas de la Municipalidad de San Miguel de Tucumán, Luis Lobo Chaklián, el el primer invitado para el regreso de “La otra pregunta”, el programa de entrevistas de LA GACETA Play. Alejado de la función pública, habla de su infancia rodeado de la bohemia, de los valores familiares y de la educación. Entrevistado por el secretario de Redacción Federico van Mameren en el regreso del ciclo (se emite los martes a las 21 por el Canal 11 de CCC y puede verse también en LAGACETA.com, CCC Go, Facebook y Youtube), el especialista también brinda su opinión sobre la ciudad y sobre cómo evoluciona la capital de la provincia a partir de las decisiones políticas y las conductas de los ciudadanos.

- ¿Quién es Luis Lobo Chaklián?

- Qué buena pregunta. Bueno, es un tucumano, arquitecto, de 69 años, que tuvo una vida fascinante. Con un padre bohemio, pintor, que amaba la naturaleza y al hombre. Y una madre, que gracias a Dios vive, a los 91 años. La palabra “imposible” no existe para ella y siempre nos habló de futuro.

- ¿Te sigue hablando de futuro?

- Sí, sí. Tengo la suerte.

- Sos un nene mimado. Te gusta estar al lado de la mamita.

- Sí. Más o menos esa es la estructura que armaron mis padres. La veo cuatro o cinco veces al día.

- ¿Y qué tiene de importante verla cuatro o cinco veces al día?

Creo que cuando nosotros nos acostumbramos a vivir de amor, de sueños, uno un poco es el resultado de lo que los padres nos van entregando. En este caso mi viejo, el “Tata” como le decimos, nos entregó tantas cosas de bien... Educación, formas, respeto, buena voluntad, bondad, amistad, valores morales, valores éticos.

- Dijiste que tenés una vida fascinante…

Sí. Nosotros, bajo la cobija de mi padre, hemos tenido una vida muy apretada, con muchas privaciones.

- ¿Apretada económicamente?

Sí, desde el punto de vista económico. Nosotros supimos poder pasar ese momento sin importar. Digo “nosotros” porque somos cuatro hermanos; y los cuatro, arquitectos. Pero en esa vida a nosotros, diariamente, nos iban alimentando otras cosas. Yo por ahí digo en broma que nosotros crecimos con alimento balanceado. El 30% era sólido para que lleguemos a ser flacos y tengamos energía; y el otro 70% era amor, bondad, sueños... Era fantasía. Creer en Dios. “Dios te ayuda: no te abandona”. “Sean solidarios”. “Vean a la gente”. Y así fuimos creciendo. Entonces no había imposibles: todo estaba en el cabeza, todo estaba en el corazón, aunque en algún momento todo iba a llegar. Crecí en una vida fascinante porque por mi viejo, en su bohemia, viví mis primeros ocho años en El Corte, que es donde vivo ahora. En medio de las montañas, en medio de artistas que llegaban todos los sábados y agarraban el caballete, la caja de pintura y subían a pintar. Después, reuniones. Y esa fue la forma de vivir. Era amor, era intelecto, no había maldad.

- ¿Pudiste transmitir eso a tu familia?

- Sí, uno lo transmite. Después cada uno elige su vida, pero los tiempos cambian. Los tiempos de hoy son muy duros. Pero bueno, para sintetizarte: cuando nos tuvimos que venir a la ciudad, en ese momento el transporte era público todavía, era bastante malo y no podías ir a la escuela. Eso era antes de 1959. Después empezó la época de la privatización de los ómnibus, cuando empresas privadas tenían la concesión. (...) Pero entonces no había ómnibus y no podía llegar nunca en horario a la escuela.

- ¿Y cómo era tu papá y tu relación con la escuela?

- Era exigente. En realidad, mi padre era esa persona que con la sola presencia ya marcaba autoridad. Pero también estaban mi madre y una tía, hermana de mi madre. Ellas se encargaban de todo, realmente. Digamos de todo. Mi viejo laburaba mucho, y mi madre y mi tía compensaban cuando él no estaba.

- Dijiste varias veces “mi papá era bohemio” como si fuera un valor. Contame por qué le das ese valor a la bohemia.

- La bohemia tiene que ver con una situación de mucho idealismo de las personas en cuanto querer lograr algo, pero con un fundamento y una razón muy fuerte de los conocimientos interiores. No es lo mismo hacerse el bohemio y decir: “yo soy un bohemio, salgo por las noches, voy a un teatro y tomo un café”. La bohemia tenía una razonabilidad intelectual, digamos, muy fuerte; con mucho trabajo de las personas. Entonces, en la bohemia, te podías quedar hasta las seis, siete de la mañana, pero había riqueza en cada palabra, en cada observación…

- ¿Y qué pasa ahora?

La bohemia es mucho más estructurada. Creo que la sociedad -y no lo digo mal, sino para bien- se mercantiliza mucho. La bohemia empieza a ser una forma de vida. A ellos les salía naturalmente.

- ¿Vos pintaste?

Yo, en realidad, dibujaba. Ahí sucedió algo que creo que era la veta que teníamos mis hermanos y yo y tenía que ver con la creación. Cuando era chico, con mi hermano más que chico subíamos al techo de la casa en la calle Maipú y nos poníamos a contar los edificios. Yo debo haber tenido 10 años y en ese momento ya tenía la idea de ver a la ciudad crecer. Después un poco se me borró en el tiempo: estaba la ciudad metida. Mirá vos qué equivocado estaba: yo creía que cuántos más edificios en altura tuviésemos íbamos a ser una mejor ciudad y después me di cuenta de que no era así. Me lo enseñó la vida.

- Veo Nueva York con sus rascacielos y es una gran ciudad. Vos me decís lo contrario…

- La ciudad tiene que tener su identidad. Vos te tenés que sentir relacionado con la ciudad, hoy disfrutamos de algo que... Bueno, yo disfruto de Salta.

- Pero, ¿Salta tiene una identidad?

- Exactamente. Nosotros no la tenemos. Tucumán ha sido pujante, le metía para adelante, había inversión, iba derribando todo lo viejo. Parecía que lo viejo a nosotros nos incomodaba porque creo que no hemos tenido la educación para decir “estos son los valores”.

- ¿No hemos tenido la educación para valorar eso?

No. No había. Lo que pasa es que en algún momento hubo un cambio en el cual nosotros empezamos a darnos cuenta de la importancia que significaba ser tucumano. Yo tengo que hacer un reconocimiento a mucha gente de la arquitectura que instaló a San Miguel de Tucumán como ciudad histórica. Pero eso no tiene muchos años.

- Decías que los salteños tienen una ciudad con identidad y nosotros no ¿Por qué?

Es una buena pregunta porque entramos en otro tema que muchas veces escapa de uno y empiezan a intervenir los demás. Cualquier tipo de ciudad tiene que tener su identidad y su referencia con los habitantes. No hemos tenido la suerte de tener gobiernos que nos consoliden la identidad y esa parte de una realidad. En algún momento se nos hizo bastante difícil. Nosotros queríamos en un momento dado ensanchar la avenida 24 de Septiembre, pero para tener una avenida ahí y para ver si algún día íbamos a hacer un estacionamiento debajo de la plaza Independencia. Ese es el Tucumán pujante. Pero el político no avanzó en la decisión de mirar para que haya un crecimiento de la ciudad y la provincia. Hoy, un poco estamos padeciendo muchas de las no decisiones que no se tomaron.

- Estuviste cerca del poder. ¿Por qué no se puede lograr?

- Hubo en un momento dado, cuando se perdió algo de ética, una voracidad por “ser” y no por “hacer”. “Yo quiero ser gobernador, yo quiero ser legislador, yo quiero ser intendente, yo quiero ser concejal”. ¿Cómo se hace para “ser”? Me quedo con unos ensayos de José Ortega y Gasset que hablaba de que la persona llega a “ser” porque “hace”. En cambio, aquí, es “yo hago porque quiero ‘ser’”. La voracidad del político a nosotros nos ha destruido. Nos ha hecho perder años que no se recuperan. Ese es el tema: la falta de decisión política, la falta de formación de los políticos. No estoy hablando mal: es una realidad.

- Vos hablabas de la generación de tu viejo que tenía una esencia, que buscaba una mirada especial de las cosas. Ellos son los padres de los políticos de hoy. ¿Qué pasó?

- No estoy muy seguro, pero creo que la condición política no estuvo muy en relación con nuestros padres. También soy un crítico de eso porque mucha gente que estaba decía “no me meto, no quiero ensuciar las manos”. Y un poco nos dejan la herencia de una provincia como la que tenemos ahora. No ha pasado lo mismo con Buenos Aires, que tiene un empuje distinto. Rosario gana su identidad con un trabajo interno muy fuerte. En Córdoba, aun durante los gobierno militares, era impresionante la actitud con la cual se quería poner a la provincia como centro, como eje del país. Y cuando vos llegás a Tucumán te das con que los políticos pensaron en otras cosas.

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