La eterna utopía de una internet para todos

La eterna utopía de una internet para todos

En el primer mundo suceden cosas que todavía nos sorprenden. Por estos días, la Casa Blanca anunció un plan de infraestructura en el que invertirá 100.000 millones de dólares nada más y nada menos que para extender el acceso a internet a todos los hogares norteamericanos. Parece una meta poco ambiciosa en el país del Sillicon Valley, pero lo cierto es que hasta ahora el servicio de conexión no logra satisfacer la demanda de sus ciudadanos. Falta de acceso, mala conectividad y subsidios mal administrados impulsaron a que el gobierno de Joe Biden admitiera el mal estado de sus servicios de conectividad.

¿Si es inaceptable el servicio de internet en Estados Unidos, cómo será la conectividad en Argentina y en el NOA? Los intentos por expandir la conectividad no son un invento norteamericano, de hecho, la impronta igualitaria, democrática y educativa siempre estuvo presente en las políticas públicas de tecnología en los últimos 25 años en Argentina. Desde la expansión de internet se pueden enumerar proyectos que atravesaron distintos gobiernos nacionales. El primero de ellos fue el “Programa [email protected]” (1995), el cual se propuso promover el desarrollo de la infraestructura de telecomunicaciones en todo el país procurando el acceso universal en condiciones de equidad geográfica y social.

Luego, se conoció el “Programa Nacional para la Sociedad de la Información” (1999), el cual enunció la necesidad de coordinar el objetivo de mayor extensión social de internet. En el gobierno de la Alianza se lanzó el “Proyecto Argentina Digital” y el “Educ.ar”. Este último tuvo el objetivo de ofrecer una complementación de enseñanza con plataforma en internet a la totalidad del sistema educativo nacional y continuó durante el gobierno de Néstor Kirchner. En 2005 se creó el programa “MI PC” cuyo propósito fue asegurar el acceso a las TIC en los diferentes sectores de la sociedad y luego, en 2010, llegaría el “Conectar Igualdad”, con el fin de entregar una netbook a cada estudiante argentino.

La tecnología también fue una de las promesas de Mauricio Macri cuando en 2019 lanzó el “Plan Nacional de Telecomunicaciones y Conectividad” con la impronta de extender el despliegue de la red de internet móvil 4G para dar un fuerte impulso al desarrollo de la industria de las tecnologías de la información y la comunicación. Además de estos planes de accesibilidad, en 2010 se lanzó el plan “Argentina Conectada” con una inversión de 8.000 millones de pesos para poner en marcha la extensión de la fibra óptica a lo largo del territorio nacional. Dicho programa fue continuado por Macri, cuya administración asegura haber dejado operativos 35.000 kilómetros de dicha tecnología.

Sin embargo, por más ambiciosos y pomposos que suenen, los planes de gobierno aún no lograron su objetivo tecnológico y mucho menos su meta democrática. El último informe de “Acceso y uso de tecnologías de la información y la comunicación” del Indec ofrece un panorama descriptivo antes de la pandemia, ya que sus datos corresponden al último cuatrimestre de 2019. Además hay que considerar que dicho documento está realizado en base a la Encuesta Permanente de Hogares, por lo que sus datos reflejan solamente el panorama de las poblaciones urbanas de nuestro país. En dicho informe se detalla que el 60,9% de los hogares argentinos tiene al menos una computadora y el 82,9% tiene acceso a internet. En el Gran Tucumán y Tafí Viejo el porcentaje de hogares con computadora cae 10 puntos (50,7%) y el de acceso a internet es cinco puntos más alto (87,3%).

Este informe oficial requiere una actualización urgente para tener datos de los accesos a estas tecnologías durante la pandemia y además considerar a las poblaciones rurales tan presentes en la región del NOA. El plan norteamericano también obliga a pensar la calidad de nuestras conexiones. ¿Es lo mismo tener rutas en buen o mal estado? ¿Es lo mismo un puente seguro que otro a punto de caerse? Las metáforas no son exageradas, internet es un medio de producción, educación y formación para la ciudadanía. La pandemia aceleró dichos aspectos y también las urgencias. Por lo tanto, es hora de que los gobiernos abandonen los discursos basados en la utopía de una sociedad superconectada y concreten acciones que acaten las demandas de una región cada vez más desigual.

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